Edificio que en 1936 era la DGS, en la calle Víctor Hugo esquina Infantas.

Revolución Española de 1936: Por qué la policía republicana consintió las matanzas Algunos porqués de la Revolución Española y la matanza del tren de Jaén, explicados por el que era Director General de Seguridad, Manuel Muñoz Martínez


La declaración ante la Causa General del Director General de Seguridad, Manuel Muñoz Martínez, deja ver por qué no podían enfrentar las fuerzas del orden a los revolucionarios: eran la “plataforma ficticia” que necesitaba el gobierno para mantener su apariencia de poder y legitimidad.

Causa General, legajo 1530 expediente 1, folio 291.
DECLARACIÓN DEL TESTIGO MANUEL MUÑOZ MARTÍNEZ

En Madrid a 14 de septiembre de 1942.Ante el Sr. Fiscal, delegado para la instrucción de la Causa General de Madrid compareció el testigo anotado al margen, de 54 años de edad, de estado casado, natural de Chiclana Frontera (Cádiz), de profesión militar ret., que ha sido procesado, con domicilio en Duque de Tetuán, 14, Cádiz y después de exhortado de decir verdad y enterado de las penas por falso testimonio, fue interrogado y DICE:

Que se afilió a la Masonería, aproximadamente en el año 1924 y que su ingreso en la misma se debió a pura condescendencia amistosa, por ser un amigo quien se lo propuso; que enterado del programa masónico, con sus aspiraciones de confraternidad humana, ayuda mutua y expresión libre del pensamiento, con los frenos debidos, no le pareció mal y que si bien él es católico, no creyó que su pertenencia a la masonería resultase incompatible con sus ideas religiosas. Sin embargo, la práctica le convenció de que la masonería resultaba en la actualidad una institución anacrónica, y que si había podido tener su razón de ser en el siglo pasado, no la tenía en la época presente, en que el nivel cultural del pueblo y de las clases directivas es superior, por lo que, unicamente podría concebirse la masonería en el sentido de la masonería inglesa, reducida a una simple misión de mutua ayuda. No obstante este criterio, aceptó ser propuesto como candidato para el puesto de Gran Maestre en 1935, en cuya elección resultó designado para dicho cargo Fermín de Zayas, pero no excluye la posibilidad de que de haber sido elevado a la dirección de la masonería española, se hubiese atrevido, dada su opinión pesimista sobre dicha institución, a proponer la disolución de la misma, aunque es lo más probable, que una propuesta de este género no hubiese prevalecido.

Entiende, que la masonería no debe entrometerse en la política y en realidad él no ha observado intromisiones de esta clase y que en una ocasión en que se trató, en 1931, en una de las Logias de la calle del Príncipe de constituir una Logia especial integrada por los Diputados de las Cortes Constituyentes que pertenecían a la masonería, el declarante se opuso, por entender que los Diputados debían conservar plena libertad de criterio, sin coacción de ninguna clase.

Cuando se proclamó la República, el declarante tenía en la masonería el grado 24; fue Venerable de la Logia de Cádiz “Hermano Vigor” y fue promovido al grado 33 en 1935 o 1936. En la elección para Gran Maestre del Gran Oriente Español, celebrada en el año 1935, quedó en el cuarto lugar de los seis candidatos propuestos.

En su carrera militar, sirvió en África y estuvo dos veces destinado en el Regimiento de Infantería de Pavía, de guarnición en Cádiz, sin que tuviese incidente de ninguna clase por dureza en el trato respecto de sus inferiores ni fuese sometido a procedimiento ni expediente, habiéndole sido impuesto únicamente un arresto de ocho días por el Capitán General de la Segunda Región, con motivo de un incidente que tuvo con un Capitán de Oficinas Militares. Como Comandante, estuvo destinado en la Caja de Reclutamiento de Cáceres, desde donde hacía frecuentes viajes a Cádiz, donde tenía su familia y donde tuvo contacto con los elementos civiles y militares que actuaron contra la Dictadura y prepararon el advenimiento de la República. Fue elegido Diputado a Cortes al ser ele-(292) gidas en 1931 las Constituyentes de la República, como candidato de un partido republicano autónomo que funcionaba en Cádiz bajo la presidencia del Sr. Sola. Más adelante, formó parte del Partido Radical Socialista dirigido por Marcelino Domingo, siendo designado miembro del Comité Nacional de dicho Partido, y al fusionarse este con el Partido de Azaña para formar Izquierda Republicana, el dicente, ingresó también en dicho Partido, y fue asimismo miembro del Comité Nacional de este último Partido.

Cuando se proclamó la República, el declarante se acogió a las disposiciones de la Ley de Azaña y solicitó el retiro como Comandante de Infantería.

Como Diputado acató la disciplina de su Partido, sin tener un concepto claro y definido de algunas de las materias de importancia constitucional y política, sometidas a las Cortes y respecto de las cuales el Partido fijaba su criterio que había de ser mantenido en las votaciones por los Diputados. Por lo que pudo advertir, tanto en su Partido como en los demás, imperaba el régimen de jefatura, imponiéndose el criterio de esta a la minoría parlamentaria y al Partido y si bien el dicente no se encontraba conforme con este régimen prácticamente autoritario, contra el que protestó en alguna ocasión, reconoce que no era precisamente el Partido de Marcelino Domingo el más autoritario, destacándose más este carácter en el Partido de Azaña.

Constituido el Frente Popular, del que formaba parte Izquierda Republicana y habiendo triunfado esta coalición en las elecciones de febrero de 1936, se destituyó a Alcalá Zamora de la Presidencia de la República, por estimarse que no merecía confianza al Frente Popular para el desarrollo de la política de este. En cuanto a la formación del Frente Popular, el declarante no advirtió que pudiese suponer un peligro ni un puente para la dictadura marxista; igualmente ignoraba que la táctica del Frente Popular hubiese sido propugnada por la Internacional Comunista de Moscú, en sus reuniones de 1935. Desde luego, las perturbaciones del orden público constantemente manifestadas a raíz del triunfo electoral del Frente Popular, constituían un motivo de preocupación para el Gobierno y también para el Partido de Izquierda Republicana, pero el Comité Nacional de este Partido si bien se encontraba alarmado por tal situación, no se dirigió al Gobierno para que la remediara, ni presentó ninguna moción en este sentido, ya que el Gobierno estimaba el problema de orden público como atribución exclusiva suya. Por otra parte, se estimaba que esta inseguridad no representaba un peligro inminente y grave y que era debida en gran parte a provocaciones de las corrientes políticas de extrema derecha y de extrema izquierda, agravadas en el campo por la resistencia que se observaba a dar trabajo a los obreros. De todos modos, no se ocultaba a los republicanos, que la colaboración marxista en el Gobierno no era sincera, ya que el marxismo, y sobre todo la fracción de Largo Caballero, consideraba la República no como un fin, sino como un medio, por lo que no era posible confiar en la lealtad de este apoyo socialista.

Al ser propuesto Azaña para la Presidencia de la República, el declarante se opuso, por considerar que a este cargo debía ser llevada una figura republicana representativa e imparcial, como bien pudiera ser por ejemplo Cossío, mientras que Azaña debiera haberse encargado de la Jefatura del Gobierno, en vista del resultado del mitin de Comillas [20 de octubre de 1935], pero bien pronto apreció que se trataba de un criterio cerrado y que Azaña sería Presidente de la República por encima de todo.

Siguiendo la disciplina del Partido, el declarante se incorporó al Frente Popular, en el que únicamente veía una coalición de carácter electoral, sin más grave alcance; teniendo el diciente la seguridad de que si su Partido hubiese abrigado sospechas de que (293) el Frente Popular pudiese haber sido un instrumento de la Internacional Comunista, se hubiese pronunciado por la negativa sobre la formación del mismo.

El resultado de las elecciones de Cádiz lo decidió la CNT, que contaba con extraordinaria fuerza en dicha provincia. Recuerda que poco antes de las elecciones, le sorprendió la visita de un dirigente de la CNT, que cree se llamaba López Vera, quien le manifestó que la Organización iba a votar, aunque estaba segura de que los candidatos a quienes iba a dar sus votos, la engañarían como lo habían hecho hasta entonces. Este ofrecimiento de apoyo electoral por parte de la CNT de Cádiz, en cuya provincia se habían desarrollado los sucesos de Casas Viejas, conservaría su enemiga contra Azaña.

Insiste el declarante en que ni la minoría ni el Comité Nacional del Partido consideraban de su incumbencia exigir al Gobierno una política que asegurase el orden público y la paz social, ya que las atribuciones en esta materia se las reservaba el Gobierno, por lo que ni los incendios de iglesias y otros edificios ocurridos en Madrid y en el resto de España en la Primavera de 1936, ni los demás atentados a las personas y a las propiedades que se desarrollaron en este periodo, podían motivar ningún acuerdo de los partidos representados en el Gobierno, y concretamente del de Izquierda Republicana. Reconoce que efectivamente estos incendios de iglesias hubiesen sido una buena ocasión para que la masonería hubiese salido en defensa de la libertad religiosa, que constituye uno de sus principios, pero sin que el dicente sepa por qué, lo efectivo es que no se tomó ningún acuerdo con motivo de estos hechos.

Los temores que pudiera haber relativos a un golpe revolucionario, no se concretaban sobre ningún partido ni grupo social determinado; se desconfiaba de todos y de ninguno. No se creía seriamente que el Ejército pudiese llevar a cabo un golpe de Estado; más se temía esto, de Partido Socialista, por la fuerza que representaba, o de Falange Española, por la acometividad de esta naciente organización; cuyos principios político-sociales ern generalmente desconocidos por la gente y por los gobernantes que no estimaban que el problema planteado por Falange Española, tuviese mayor profundidad que una simple cuestión de orden público. El propio declarante no había profundizado en esta doctrina, recordando que en cierta ocasión en que viajaba en el mismo tren que José Antonio Primo de Rivera -por quien sentía una estimación que cree era correspondida por este- quedó emplazado para hablar con el Jefe de Falange sobre la doctrina de este movimiento, sin que la entrevista llegara a efectuarse.

En conversaciones mantenidas con miembros del Partido y de la minoría, el declarante se lamentó del régimen de puerta cerrada que mantenía el Gobierno en asuntos de interés nacional, como lo era el orden público.

Comenzada la revolución en julio de 1936, el declarante que se encontraba en Madrid, permaneció en el Hotel Florida donde se alojaba, sin que se presentara al Gobierno para ejercer mando de fuerzas, en su calidad de militar, sino que únicamente visitaba con alguna frecuencia durante los primeros días el Ministerio de la Gobernación, que era desempeñado por el General Pozas, y fue al cabo de un mes, cuando presentó en el Ministerio de la Guerra la papeleta de adhesión que estaban obligados a formular los militares. En una de estas visitas al General Pozas, cree que el 28 o el 29 de julio le dijo Pozas que el Director General de Seguridad, José Alonso Mallol, había desaparecido y que era preciso que el dicente se hiciese cargo de la Dirección; aunque el declarante no tenían ningún deseo de ocupar cargos políticos, puesto que en aquellos momentos solo se preocupaba de la suerte de su familia, residente en Cádiz, hubo de aceptar, ya que el General Pozas rechazó sus objeciones pa-(294) ra hacerse cargo de la Dirección General de Seguridad.

Al entrar en la Dirección de Seguridad, llegó hasta el despacho del Director sin encontrar a nadie, y advirtió que todo se hallaba en una situación de completo abandono; después de permanecer un largo rato solo en su despacho, pudo empezar a ponerse en contacto con algún personal, cree que de la Secretaría, que fue apareciendo, y ante el cual el declarante se presentó como el nuevo Director. Comunicó esta impresión de desorganización al Ministro y luego fue poniéndose en contacto con los funcionarios de los diversos servicios y con aquellos que buenamente se presentaban, ya que además el declarante no tenia un completo conocimiento de la organización policial. Por el personal iba conociendo las defecciones y falta de presentación de infinidad de agentes. Cree recordar que en aquella fecha era subdirector de Seguridad el Sr. De Juan, a quien el declarante conocía, y que como ya llevaba algún tiempo en la Dirección, fue principalmente el que ayudó al dicente a enterarse de las cuestiones de aquel Departamento. A los pocos días de estar el declarante en la Dirección de Seguridad, fue informado por un Comisario de Policía, cuyo nombre no recuerda en este momento, pero sí que había estado mucho tiempo en el servicio de escolta de Marcelino Domingo, de que la familia del dicente había sido muerta en Cádiz, lo que produjo al que declara una terrible impresión, si bien niega que esta noticia, en cuya veracidad creía entonces, le determinase a tomar represalias de ningún género ni a dar un sentido de dureza a su política como Director General de Seguridad; algo después, por unos altos funcionarios norteamericanos de la telefónica, que se presentaron a visitarle en la Dirección de Seguridad para ofrecerle su intervención a fin de adquirir noticias de su familia, llegó a saber que se había logrado obtener comunicación con Cádiz por un circuito especial y que habían sido informados de que la noticia del asesinato de la familia del declarante era incierta.

Lo primero que saltó a la vista del declarante al hacerse cargo de la Dirección General de Seguridad, fue el desorden y la anarquía que existían en Madrid, y la carencia de fuerzas represivas para imponer el orden, ya que las fuerzas de Asalto estaban siempre requeridas por el Ministerio de la Guerra -que apenas disponía de fuerzas militares- y llegó el momento en que las fuerzas locales del Cuerpo de Seguridad, en Madrid, eran insuficientes para cubrir los servicios de protección, no pudiéndose efectuar relevos. El pueblo se hallaba sin control, obedeciendo a duras penas a la disciplina de sus partidos, pero sin que la acción de la Autoridad pudiera hacerse sentir. Como esto constituía una preocupación para el Gobierno y para el declarante, el Ministro dio al dicente instrucciones para el nombramiento de agentes provisionales, teniéndose en cuenta para estos nombramientos las propuestas presentadas por los partidos y organizaciones del Frente Popular, ya que no había otros organismos a los que se pudiera acudir para hacer una designación más acertada de agentes de Policía. También se nombraron Guardias de Asalto, ya que había necesidad de organizar nuevas fuerzas, dedicando el declarante a estos nombramientos las horas de la noche en que cedía la aglomeración de gente en la Dirección de Seguridad.

No se tenía confianza en la adhesión de los funcionarios de la Policía profesional, al régimen del Frente Popular, y así se lo expuso al declarante el Comité de personal, que funcionaba en la Dirección del mismo modo que en todos los organismos; no recuerda el declarante a todos los componentes de dicho Comité, pero sabe que en el mismo ejercían actividad destacada Torrijos Pineda y La Lama Noriega. Se procedió también a dar las órdenes de cese para todos aquellos funcionarios de la Policía que eran propuestos para ello por el Comité.

Para atajar las tropelías que se cometían constantemente en Madrid, el declarante consultó con dos Comisarios que quedaban en la Dirección, que eran el Sr. Lino y el Sr. Aparicio, quienes aconsejaron el establecimiento de puestos fijos en determinados lugares y puestos de control en las salidas de la Capital, a cargo de guardias de Asalto o Guardias Civiles y prometieron estudiar el (295) establecimiento de esta red de Puestos mixtos de Guardia Civil, Guardias de Asalto y agentes de Policía. Para resolver esta cuestión, reunió el declarante en su despacho, a los Coroneles de los Tercios de la Guardia Civil, y al Teniente Coronel de Asalto, Sánchez Plaza, y a poco de terminada la reunión, volvió muy impresionado el Teniente Coronel de Asalto, quien manifestó al dicente, que era imposible llevar a la práctica el plan convenido, porque los mandos de los Tercios de la Guardia Civil, parecían dispuestos a unirse al Movimiento Nacional, hasta el punto de haber hecho una invitación personal al declarante, para que se sumase a ellos. En tal estado de cosas, el declarante fue a comunicar lo ocurrido al Ministro, el cual, no sabe si de propia iniciativa o de acuerdo con el Gobierno, procedió a desorganizar la Guardia Civil.

Como la angustia del declarante aumentaba ante su impotencia, al faltarle elementos para cumplir su misión, se lo hizo presente al Ministro, que prometió estudiar soluciones, y al día siguiente o a los dos días, le contestó que había acordado con los partidos, que se constituyese un Comité de tipo Mixto, integrado por representantes de todos los partidos, que en contacto con la Dirección General de Seguridad, apoyarían y respaldarían, la actuación de ésta, evitando rozamientos entre las milicias y la policía: el organismo que se había acordado crear, actuaría con carácter permanente y sería el encargado de gestionar e investigar, cómo y por qué se tomaban medidas por los partidos en materia de represión y orden público; como no resultaba imposible [posible] al declarante resistir la presión de los partidos, se trataba por este medio de contener los asesinatos y ecesos que venían cometiéndose en Madrid, a causa de la falta de autoridad y control sobre las masas armadas.

De acuerdo con los propósitos que viene relatando, se constituyó el comité Provincial de Investigación Pública, cuya primera reunión celebrada a primeros del mes de agosto de 1.936, en el edificio del Círculo de Bellas Artes y a la que asistieron varios representantes por cada partido u Organización del Frente Popular, fue presidida por el declarante. Recuerda que se produjo un incidente, porque un energúmeno de los que asistían a la reunión, dijo que era preciso actuar de otra manera y que el Comité, pudiese juzgar, por su cuenta, siendo rechazada esta pretensión por el declarante, que niega también en este momento -al serle dadas a conocer por el Instructor, declaraciones que sobre este extremo tienen prestada en la Causa General, algunos miembros del Comité de Investigación, que asistieron a la reunión referida- que el que declara, asintiese tácitamente a aquella invitación ni se sonriera diciendo “que él no podía oír aquello como Director General de Seguridad, pero dando a entender que no desaprobaba tal aspiración.”

Se estableció una comunicación telefónica directa, entre el Comité de Investigación, establecido en el Círculo de Bellas Artes y la Dirección General de Seguridad, que reclamaba antecedentes y detenidos al Comité, el cual no tenía conferidas otras atribuciones que las de investigación, control de las actividades de orden público, de los partidos y apoyo a la Dirección de Seguridad. Cuando se trataba de averiguar el paradero de alguna persona desaparecida, la Dirección de Seguridad, preguntaba al Comité de Investigación Pública, después de haber pedido infructuosamente datos a las Comisarías y a las Cárceles, y en muchos casos tales gestiones daban resultados satisfactorios.

Reconoce el declarante, que era un procedimiento muy indi (296) recto de controlar el orden público, pero indudablemente se seguía como el único capaz de dar algún resutado, ya que la jurisdicción de los distintos partidos era infranqueable y defendida por estos airadamente; recuerda el que declara, que en cierta ocasión, dio orden de detención contra un individuo de la C.N.T., que cree se llamaba Andrus, y que había cometido robos y atropellos, chocando enseguida sus propósitos, con la resistencia obstinada de la C.N.T.

Resultaba imposible cerrar -ni directamente ni valiéndose del Comité de Investigación Pública, que tenía más autoridad política- los numerosos antros o checas, que las organizaciones del Frente Popular, habían establecido en Madrid, y ni siquiera resultaba viable proponerlo al Ministro, ya que éste, que se entrevistaba diariamente con el que declara, estaba enterado igualmente de la situación, y compartía la preocupación del dicente y el deseo de evitar tanto desmán, pero, en concepto del que declara faltaba la fuera suficiente para haber impuesto la autoridad en el caso de que las organizaciones hubiesen hecho resistencia al Gobierno, enfrentándose con él. Desconoce si dentro del Consejo de Ministros, se planteó este problema o hubo algún acuerdo acerca del mismo.

Niega el declarante haber recibido informe de los Agentes de Policía, que pudieran estar destacados en el Comité Provincial de Investigación Pública, por los que hubiera podido darse cuenta de que aquel centro, tenía carácter de Checa y se dedicaba a cometer asesinatos en gran escala; niega igualmente haber recibido reclamaciones o quejas de particulares, sobre asesinatos en aquel organismo; ni siquiera después de cesar el dicente en su cargo de Director General de Seguridad, llegó a tener conocimiento de tales hechos. Enterado en este acto, por el Instructor, del gran número de asesinatos cometidos por la Checa de Fomento, y al serle exhibidas actuaciones y denuncias que con este motivo obran en la Causa General, responde el declarante que ante tal demostración, no tiene más remedio que reconocer la existencia de tales hechos que para él, constituyen una dolorosa sorpresa y que su ignorancia acerca de los mismos durante la época de su mando, sería debida a incapacidad por su parte o más bien a falta de información, por deslealtad de sus colaboradores. Que si en la Checa de Fomento, prestaban servicios de guardia, fuerzas de Asalto, enviadas por la Dirección de Seguridad, la orden no fue dada personalmente por el declarante, ni estaba enterado de ello. Que alguna vez habló por teléfono con el Comité de Investigación Pública, pero que generalmente, no era el declarante quien comunicaba personalmente. Reconoce que fueron dadas órdenes al Comité de que tanto los Diputados a Cortes, como los militares que fuesen detenidos por el mismo, dado su fuero especial, fuesen puestos a disposición de la Dirección General de Seguridad.

Después de haber manifestado el declarante conocer al Ingeniero Julio Diamante, perteneciente a Izquierda Republicana y tener del mismo, concepto de hombre serio, le es leída la declaración prestada por Diamante, ante la Causa General, en la que relata la reunión constitutiva del Comité de Investigación Pública, y atribuye al declarante su asentimiento tácito para que dicho Comité, ejecutase por su cuenta a los detenidos, el declarante niega la certeza de tal versión, y dice que puede obedecer a una mala interpretación por parte de Diamante.

Mantiene el que declara, que en ninguna ocasión le fueron formuladas quejas ni peticiones de ayuda por parte de las familias de las víctimas, no obstante tener dadas órdenes para que su despacho estuviese abierto a todo el mundo, y que desde luego no inspiró la represión que hubiera llevado a cabo, la Checa de Bellas Artes, ignorando incluso en aquella época, que el Comité de Investigación Pública, se hubiese trasladado desde el Edificio de Bellas Artes, a la calle de Fomento, ya que el dicente estaba convencido de que dicho Comité había estado siempre, en el Círculo (297) de Bellas Artes. Hace presente que se sentía tan abrumado por su responsabilidad, dado el cargo que desempeñaba, y se sucedían los acontecimientos con una rapidez tan vertiginosa, que no se daba exacta cuenta de lo que ocurría, y conserva de todos aquellos sucesos, el recuerdo de una pesadilla.

Con referencia a intervenciones del Cuerpo Diplomático en evitación de asesinatos y otros desmanes, solo recuerda el declarante que en cierta ocasión el Presidente Giral, le habló de una gestión Diplomática con motivo de la desaparición del descendiente de Cristóbal Colón, Duque de Veragua; se hicieron gestiones para su busca, pero no dieron resultado, y no sabe si la indicación Diplomática, partió del representante de Inglaterra o de Norteamérica. Según creyó entonces el dicente, el Duque de Veragua, había sido asesinado en un pueblo cercado a Madrid, sin que hasta este momento se haya enterado el declarante de que, dicho señor había estado secuestrado en una Checa Socialista de la Capital, ni de que hubiese sido obligado a firmar unos cheques en favor de los que más tarde, habían de asesinarle.

El declarante no tenía conocimiento de que, en la Dirección General de Seguridad, se hubiese organizado durante su mando, un fichero político ya que no dio orden alguna en este sentido y cree que dicho fichero estaría ya formado en la Dirección; si la Secretaría Técnica, organizó dicho fichero durante el mando del declarante, lo harían por considerar que era necesario, pero sin que el dicente diese ninguna orden en tal sentido. También ignora que en la Secretaría Técnica de la Dirección de Seguridad, hubiese radicado la Brigada del Amanecer, ya que siempre había creído que esta Brigada del Amanecer, era una de tantas Brigadas como entonces se formaban por los Partidos, dando a esto idea de la falta de control que había entonces. Al serle leído por el Instructor, el oficio original obrante a los folios 3 a 5 del ramo separado correspondiente a la Brigada del Amanecer, en que se hace referencia a unos asesinatos cometidos en Albacete donde se presentaron Eloy de la Figuera y otros miembros de dicha Brigada, dice: que ignora todo lo referente a tales hechos, que pudieron realizarse por la falta de organización a que se ha referido con anterioridad.

La Secretaría Técnica, de la Dirección General de Seguridad dependía de José Raúl Bellido, que le fue propuesto al declarante para éste cargo, por el Comité de la Dirección, según el declarante tiene entendido, sin que pueda afirmarlo con seguridad, José Raul Bellido, pertenecía al Partido de Izquierda Republicana, y en épocas anteriores, era hombre de confianza del que fue Director General de Seguridad Manuel Andrés Casaus, por cuyo motivo el dicente creyó sería hombre apto para el puesto de Secretario Técnico.

Enterado en este momento el dicente de las manifestaciones hechas ante la Causa General, en el ramo correspondiente a la Checa de Fomento, por el miembro de aquella Checa Manuel Rascón Ramírez, que afirma que ni por parte de Galarza ni por parte de Muñoz, se trató de impedir las ejecuciones de detenidos realizadas por el Comité de Investigación Pública, no obstante el perfecto conocimiento que ambos tenían de estos hechos, que existía intercambio de detenidos entre la Dirección de Seguridad y el Comité de Fomento, y que la Secretaría Técnica de la Dirección de Seguridad, en que la escuadrilla del Amanecer radicaba, tramitaba las falsas órdenes de libertad, para que los presos fuesen entregados a los Agentes de la Checa de Fomento, y asesinados, responde negando terminantemente haber tenido conocimiento de tales hechos, que de ningún modo hubiese aprobado, y que si ocurrieron sería porque el Secretario Técnico, habría abusado de su confianza (298) sometiendo a su firma tales resoluciones, entre el sin número de documentos que diariamente se firmaba. La misma respuesta hace constar al serle exhibidas las siguientes órdenes que llevan la firma de Manuel Muñoz: una de fecha 1º de noviembre de 1.936, dirigida al Director de la Prisión de Ventas, ordenando la entrega a los miembros del Comité de Investigación, para traslado a Chinchilla, de una relación de 37 presos, entre los que figuran Ramiro de Maeztu y Ramiro Ledesma Ramos, y que obra incorporada al folio 238, del ramo separado núm 1, de la Pieza de Cárceles y Sacas, y otro de fecha 7 de noviembre de 1.936, dirigida a la Prisión de San Antón, ordenando la entrega de una relación de presos, entre los que figuran Emilio Araujo Vergara y Manuel Astillero García, para su traslado a la Prisión de Alcalá de Henares. Enterado el declarante por el Instructor, del asesinato de los presos incluidos en dichas relaciones, asegura, que efectivamente no puede desconocer su firma, pero que de ningún modo podía suponer, cuando la Secretaría Técnica me presentaba a la firma tales documentos, el uso que iba a hacerse de los mismos. Y que esto prueba que José Raul Bellido había traicionado la confianza ciega que el declarante había puesto en él.

Que los objetos de valor procedentes de las requisas realizadas por el Comité Provincial de Investigación Pública, que eran llevados a la Dirección General de Seguridad, no eran entregados al declarante, sino que probablemente se haría cargo de ellos, su Secretario particular, Manuel Agudo, que los entregaría al Negociado de Valores de la Dirección, siendo posible que fuese Vigilio Escámez Mancebo, quien en representación del Comité, acudiera a la Dirección General de Seguridad para realizar tales entregas.

En cuanto al auxilio mutuo que sobre entrega de detenidos se prestaban la Dirección de Seguridad y el Comité de Investigación Pública, cree recordar el declarante que alguna vez fue trasladado algún detenido, desde la Dirección al Comité, para alguna información, pero siempre para regresar a la Dirección de Seguridad, creyendo el declarante que sus órdenes en ese sentido se cumplían.

Leída la declaración prestada por el agente de la Checa de Fomento, Ramón Arizpe Azpitarte, en el Consejo de Guerra, de cuya acta existe testimonio incorporado al ramo de la Checa de Fomento, de esta Causa General, sobre la orden dada por Manuel Muñoz, para la extracción de la Cárcel Modelo, del Inspector de Policía, D. Emiliano García, que resultó asesinado, el dicente afirma no conocer al referido Ramón Arizpe, ni tampoco a Benigno Mancebo, que al parecer tuvo intervención en este hecho, y que si acaso firmó alguna orden relativa a dicho Inspector de Policía, cosa que no recuerda, fue indudablemente sin conocimiento de las consecuencias que pudiera tener.

Nunca supo el declarante, que fuese el fichero de la Secretaría Técnica de la Dirección de Seguridad, el que proporcionara al Comité de Investigación, información para las actividades de éste, sino que por el contrario, creía que sería el Comité el que tuviese más elementos de información, ya que los partidos en él representados, había asaltado desde un principio los centros políticos enemigos y se habían apoderado de los ficheros.

Cree recordar, que efectivamente actuaba en la Dirección de Seguridad, un técnico encargado de separar las alhajas buenas de las malas.

Con relación al destino que al liquidarse aquella etapa se dio a los valores y alhajas depositados en la Dirección de Seguridad, expresa el declarante que el entonces Ministro Galarza, le manifestó que el Gobierno había tomado la determinación de trasladarse a Barcelona, y que ya se habían tomado diversas medidas, entre ellas, el traslado de valores del Banco de España; que era también necesario trasladar los valores de la Dirección. Un día, el Ministro, que acudía con frecuencia a la Dirección de Seguridad, en la Calle de Víctor Hugo, estuvo en dicho centro y dijo que aquella misma tarde, saldrían los objetos de valor depositados en la Dirección, que serían trasladados a Barcelona, bajo la custodia de una sección de milicias, que prestaba servicios fijos en el Ministerio, por lo que era conocida por milicia de Gobernación.(299)

En efecto, aquel mismo día, al atardecer, se presentaron dos tenientes con unos coches y unos milicianos, y se hicieron cargo de los objetos de valor que habían de ser trasladados a Barcelona; un oficial de las referidas milicias, apellidado Calderón, era uno de los encargados de hacer el traslado. Estando ya el dicente con el Gobierno en Valencia, se recibieron noticias de que los milicianos que habían efectuado el traslado referido, se encontraban detenidos en Barcelona por lo que, obedeciendo órdenes del Ministro, el declarante se trasladó a dicha capital, donde se enteró de que efectivamente los milicianos de Gobernación, habían sido detenidos por una patrulla de ocntrol, cree que de la F.A.I. que era el organismo que dominaba en dichas patrullas de control de Barcelona. Se presentó en la Jefatura Superior de Policía, y el Jefe Superior quedó de acuerdo en que lo primero era poner en libertad a los detenidos y luego recuperar si era posible, los valores intervenidos, volviendo a Valencia, el declarante, después de dejar estas instrucciones y de hablar con Company[s], quien dijo que tratarían de remitir los valores a Valencia, pero que dada la situación en que se encontraba, no pod´pia prometer nada; desde Valencia, mantuvo dos conferencias telefónicas sobre este mismo asunto, con el Consejero de Gobernación Ayguadé, y que tiene la sospecha de que el asesinato del Jefe de Policía de Barcelona, que cree se llamaba Reverter, tuvo alguna relación con este asunto; el hecho es que los fondos no fueron encontrados, ni restituidos.

Acerca de los sucesos desarrollados el 22 de agosto de 1.936 en la Cárcel Modelo de Madrid, en la que resultaron asesinados varios presos politicos, recuerda el declarante que a primera hora de la tarde, y encontrándose en su despacho, recibió un aviso telefónico de que se había declarado un incendio en la Cárcel Modelo, acompañado del Teniente Coronel de Asalto, se dirigió a la Cárcel, siéndoles difícil llegar ante el edificio, porque una inmensa muchedumbre interceptaba el paso. Por fin, llegaron a la puerta de la Cárcel, que estaba entreabierta para permitir la entrada de las mangas de riego, que servían para la extinción del incendio. En l puerta del Rastrillo, unos milicianos, obligaron a detenerse al declarante y al Teniente Coronel de Asalto, y por fin apareció el Jefe que mandaba aquella milicia- y del que luego ha sabido se apellidaba Puente, y pertenecía a la Brigada Motorizada, quien en tono muy destemplado les mandó que se marcharan, porque allí no había más autoridad que la suya, como jefe de las milicias socialistas que allí se encontraban. Logró convencer a dicho sujeto -que había llegado a ponerle la pistola al pecho- y pasó al interior de la prisión, donde la situación era impresionante, ya que, por la confusión producida por el incendio y por la actitud de las turbas, que desde la calle reclamaban la libertad de los presos no fascistas, no existía autoridad alguna en la prisión y los presos corrían de un lado para otro. Como la invasión de la Cárcel por la muchedumbre, parecía inminente, el declarante se dirigió a algunos de los representantes de los partidos, que se encontraban presentes, y los invitó para que se dirigiesen a la multitud, a fin de calmar los ánimos, consiguiéndose en efecto una relativa calma. A todo esto, ya habían sonado algunos disparos, que según parece partieron de la azotea de una casa que dominaba la Cárcel. El declarante, aprovechó un momento de menor tumulto para trasladarse inmediatamente al Ministerio de la Guerra, donde se entrevistó con el Presidente del Gobierno, que era entonces Giral, habiendo dicho por su parte al Teniente Coronel, que procurase reunir las fuerzas que pudiera ya que en la Cárcel Modelo, solo vio a un Teniente de Asalto

(300) y catorce guardias. Giral se mostraba muy impresionado; el declarante le expuso la situación y le dijo que hasta el momento se había podido evitar el asalto a la Cárcel, pero que el pueblo insistía pidiendo la libertad de los presos, no pudiendo precisar si se referían a los presos comunes o solamente a los presos políticos no fascistas, si bien es verdad que dada la amnistía que siguió al triunfo electoral del Frente Popular, era difícil que existiesen presos políticos de esta clase, pero el hecho es, que ni el Ministro ni el declarante, cayeron entonces en esto. Giral encargó al dicente, que volviese a la Cárcel y que para calmar los ánimos se estudiaría los casos que se iría poniendo en libertad a los presos no fascistas. Al volver a la Cárcel, el aspecto continuaba tan amenazador como antes, y podía decirse que era aún más elevado el tono de exigencias por parte de las turbas; el Teniente Coronel llegó con una Sección de fuerzas de Asalto, que estaba inmediata a la Cárcel, y que era la única fuerza que había podido encontrar. El dicente habló entonces, con algunos dirigentes políticos que habían acudido a la Cárcel Modelo, sobre la entrevista que había tenido con el Presidente, y sobre la promesa de éste, pero cuando los reunidos pasaron al despacho del Director, ya empezaban a pasar el tumulto los presos comunes hacia la calle, sin que hubiese modo de contener esta salida desenfrenada. Se enteró en aquel momento el declarante, que habían resultado algunas víctimas, entre los detenidos fascistas, por lo que, ordenó el que declara, con toda la energía que podía poner en sus palabras y dirigiéndose al ya mencionado Puente, que se había hecho responsable del orden, que se atajasen aquellos desmanes, cosa que Puente ofreció. Las turbas al oír los disparos, se excitaron más creyéndose que se trataba de la evasión de los detenidos fascistas. El declarante permaneció en el dintel, resistiendo como pudo la avalancha, y sin explicarse todavía, como fue posible que no se desbordase la entrada a la Prisión, ya que, las masas querían que se les entregaran los detenidos fascistas, causando esta situación tal impresión en el declarante, que se sentía realmente enfermo. Informó de nuevo al Presidente, y al Ministro de la Gobernación, quien dijo que iba a acudir a la Cárcel, como así lo hizo, en compañía del declarante. Tal vez la Presencia del General Pozas, calmó un poco los ánimos, pudiéndose entonces entrar en el despacho del Director de la Prisión, donde el Ministro dirigió la palabra a los allí reunidos, afirmando que el Gobierno no solo se preocupaba de la situación, sino que encontraría la fórmula para satisfacer las demandas de justicia que se le hacían. A partir de este momento, el declarante ya no sabe lo que ocurrió, porque le faltaron las fuerzas y cayó sin sentido, no recobrando el conocimiento hasta la mañana siguiente en la Dirección de Seguridad. Según más tarde le dijeron, le condujeron a la Dirección de Seguridad, donde quedó acostado, sustituyéndole mientras tanto el Subdirector Carlos de Juan, que le informó de que el Gobierno había acordado la formación de un Tribunal presidido por Mariano Gómez, Presidente del Supremo y con una especie de jurado, que iría juzgando a los detenidos y que a partir de ese momento todo entraba en calma. Al declarante le dijeron que había habido durante los sucesos de la cárcel unas trece o catorce víctimas entre ellas, Melquiades Álvarez, y Rica Abello; por cierto, que alguna de estas víctimas, había ingresado en la cárcel a petición propia, para eludir el riesgo de inseguridad que entonces se corría en la calle.

En cuanto a otros aspectos de las actividades represivas desarrolladas en Madrid, y de la relación entre tales actividades y la Dirección General de Seguridad, el declarante tenía noticia de la existencia de algunos grupos o Brigadas como la de Atadell, que(301) dependían exclusivamente de sus partidos respectivos, sin obedecer otras órdenes; de la Brigada Atadell, creía que estaba exclusivamente al servicio del Partido Socialista, y recuerda haberse quejado en alguna ocasión de las actividades de dicha Brigada, ante el Diputado socialista Enrique de Francisco, que le dijo que Atadell obraba de acuerdo con el criterio del Partido. Es posible que la gente de Atadell tuviese nombramientos de agentes de policía, ya que como ha dejado expuesto, los nombramientos se hacían a propuesta de los partidos. No sabe si esta Brigada se titulaba dependencia de la Dirección de Seguridad y solo habló con Atadell una vez que dicho individuo fue a pedirle gasolina, que le fue negada por el declarante. Con Ángel Pedrero, de quien ignoraba que fuese paisano del Ministro de la Gobernación Ángel Galarza, habló en alguna ocasión. Enterado el declarante de que Atadell tenía en su poder a la hermana del General Queipo de Llano, le obligó a que dicha señora fuera trasladada a la Dirección General de Seguridad, donde la hizo saber que no tenía que temer nada como represalia por la conducta que su hermano hubiese seguido con la familia del declarante, que el que declara creía erróneamente había sido asesinada en Andalucía. Retuvo a la señora Queipo de Llano en la Dirección General de Seguridad porque le parecía natural conservarla como rehén, en previsión de la suerte que en zona nacional pudiera alcanzar a su familia.

Una joven francesa, que parece ser era periodista y se llamaba Carmen DE BATI, habló dos o tres veces con el declarante, a quien expresó su deseo de colaborar con la Dirección y suministrar informes, que no acaban de concretarse y resultaban algo fantásticos, siendo uno de ellos la localización de un depósito de armas para cuya averiguación era preciso trasladarse a Valencia; una mañana, el Jefe del Servicio de Identificación, le dio conocimiento de que había aparecido el cadáver de esta muchacha. Después, supo el dicente, cree que por Ángel Pedrero, que había sido asesinada por la Brigada de Atadell, ignorando el motivo, produciendo este asesinato una gran sorpresa al declarante, ya que consideraba a dicha muchacha afecta al régimen popular; lo cierto es que Pedrero le dijo que había sido mandada ejecutar por Atadell, sin que, dado el ambiente de la época y las preocupaciones que pesaban sobre el declarante, se le ocurriese reaccionar enérgicamente contra este asesinato al tener conocimiento del mismo. No sabe tampoco, que la orden de asesinato de CARMEN DE BATI fuese dada por Galarza; insiste en que le extrañó el asesinato, que sospecha pudiese ser debido a que la víctima hubiese brindado algún servicio que no hubiese dado resultado.

No está enterado de que a las órdenes del Subdirector Carlos de Juan existiese una checa, que según se entera en este momento, funcionaba en la calle del Marqués de Cubas nº 19, pero sí sabe que Carlos de Juan tenía un hombre de confianza, a modo de secretario que era Agente de Policía y se llamaba Elviro Ferret; el dicente recibió quejas contra el mencionado Ferret formuladas por otros agentes, pero siempre encontró una calurosa defensa por parte de Carlos de Juan.

La Brigada Terry, se dedicaba a localizar emisoras clandestinas; Terry había sido oficial de complemento de Artillería, y al principio de la revolución tenía en Madrid según manifestaba, establecidos puestos de observación para advertir la proximidad de los aviones.

Manifiesta el declarante, que Galarza no le encargó nunca ningún servicio directo o de interés preferente, y que ignora todo lo relativo al asesinato del periodista de Zamora, Sr. CALAMITA, a quien no conoce, ignorando también si fue ingresado en la Cárcel Modelo por la Brigada Atadell a disposición directa del Ministro de la Gobernación, y si más adelante fue sacado de la Cárcel y asesinado por unos milicianos de Zamora, provistos de una orden de la Dirección General de Seguridad, hecho del que se entera en este momento. No se cree capacitado el declarante para emitir su opinión sobre

(302) si Galarza era capaz de satisfacer una venganza persona, ya que sus reacciones eran tan diversas, que no había posibilidad de apreciar su verdadero carácter. No recuerda si durante el mandato de Galarza, fueron dadas órdenes para que la Policía practicase con carácter sistemático, registros nocturnos en Madrid.

Galarza dijo al declarante, que los militares no se presentaban al Ministerio de la Guerra y que iba a dar una orden para que fuesen a la Casa de la Moneda para cobrar; pero el declarante no puede asegurar si la iniciativa de esta redada de que fueron víctimas los militares retirados en la Casa de la Moneda, fue iniciativa personal de Galarza o respondió a un criterio del Gobierno.

Recuerda, aunque no en sus detalles, los asesinatos del Tren de Jaén. Su primera noticia fue una llamada telefónica del Comisario de la Estación de Atocha, que le participó que la vía estaba tomada por una muchedumbre emplazada en los alrededores con motivo de la llegada de un tren de detenidos, que según parece iba con dirección a Alcalá y que no se dejaba salir el tren de la Estación de Atocha, por temerse graves disturbios y consecuencias luctuosas; preguntó entonces el declarante, qué escolta llevaba el tren, y se le dijo que un Oficial de la Guardia Civil y varias parejas; reclamó la presencia del Oficial en la Dirección General, donde en efecto se presentó con el Comisario, y le hicieron saber que el tren estaba bloqueado y que había ametralladoras emplazadas en las alturas que dominaban la vía; que las fuerzas de que se disponía eran insuficientes y que se había desenganchado la máquina y que no se dejaba salir el tren. El declarante dijo al Comisario, que tratase con medios persuasivos de aplacar a los dirigentes de la algarada, para que pudiese salir el tren, contestando que así lo haría el Comisario, que marchó inmediatamente a la Estación. No recuerda el declarante si fue en el mismo momento de su conversación con el Comisario y con el Teniente o si fue en el mismo momento de su conversación con el Comisario y con el Teniente o si fue algo después cuando informó de lo ocurrido al Presidente del Consejo, Giral. A poco se le comunicó al declarante que el tren había conseguido salir de la estación y que marchaba a su destino, y después tuvo conocimiento de que al llegar el tren a una estación próxima a Madrid, cree que era Villaverde, había encontrado la vía interceptada y que habían sido asesinados todos los que iban en el Tren. El declarante se lamentó ante el Presidente del Consejo, de que se hubiese hecho una expedición de detenidos, sin que la Dirección lo hubiese sabido previamente para tomar medidas y evitar tales hechos. Desde luego, el criterio del Ministro de la Gobernación, era evitar en todo caso que la fuerza pública se enfrentase con el pueblo armado, ya que si el Gobierno se sostenía de una manera artificial, sin tener donde cimentarse y viviendo sobre una especie de plataforma ficticia, trataba de evitar que esa plataforma fallase si la fuerza pública, siempre insuficiente era desbordada en un choque con las masas.

Advertido el declarante de su posible confusión acerca de estos sucesos y de la versión que da, pueda referirse al primer tren de presos, del que resultaron asesinados algunos viajeros, ya que la expedición que pereció en masa fue asesinada no en Villaverde sino en Vallecas, sin que el tren hubiera llegado a entrar en Madrid, responde que es posible que su recuerdo sea efectivamente confuso. El hecho es, que ante la extrañeza del declarante, que no se explicaba como la Dirección de Seguridad no hubiese tenido previo conocimiento del viaje del tren de presos y en cambio las masas hubiesen estado advertidas, se le explicó que los Comités ferroviarios telefonearon de estación en estación la marcha del tren, y así llegó la noticia a Madrid, dando lugar a que las masas, prevenidas de esta manera, se concentraran y asaltaran el convoy.

Cree el dicente, que si el General Miaja llegó a contener la (303) anarquía, al poco tiempo de abandonar Madrid el Gobierno, fue, no por que el Gobierno tuviese menos interés que Miaja en imponer el orden, sino porque Miaja contaba con mayor poder efectivo y más fuerzas militares a su disposición, y que también influiría en ello, el momento psicológico de la presencia ante Madrid del Ejército Liberador.

Por lo que respecta a la creación de las Milicias de Vigilancia de Retaguardia, cree que las organizó en un principio el Comandante Barceló, y que dependían del Ministerio de la Guerra, no recordando que después pasaran a depender del Ministerio de la Gobernación; de este último Ministerio, dependía directamente una Sección de milicias, conocidas por Milicias de Gobernación, no pudiendo responder el declarante a la pregunta que se le hace, acerca de si estas milicias eran las del Puesto de la calle de Marqués del Riscal. De los elementos organizadores de las Milicias de Retaguardia, conoce en primer lugar a Barceló, y además a Justiniano García y a un oficial de artillería, cojo, apellidado Galán. En una ocasión, asistió en el palacio de la calle de Ríos Rosas, donde estaba instalada la Inspección General de Milicias, a una reunión presidida por Barceló, en que se trató del régimen que estas milicias habían de observar; de la referida reunión, a la que asistieron representantes de los diversos partidos políticos y organizaciones, no sabe el declarante que saliese acuerdo concreto alguno.

No recuerda el dicente otros organismos que tuviesen carácter represivo y dependieran de otros Ministerios. Conocía, como correligionario del Partido, a Prudencio Sayagues, de quien sabía estaba en el Ministerio de la Guerra, en el Servicio de Información y agregado a la Subsecretaría, pero desconoce el carácter que tuviese dicho servicio, ni la evolución que experimentara.

Conoció a un individuo apellidado Bonilla Echevarría -a quien ya había visto en la Cárcel Modelo el día de los sucesos, en que Bonilla se atribuía autoridad y aseguraba que gracias a él se restablecía el orden-, habiendo sido visitado alguna vez en la Dirección de Seguridad por dicho individuo, que alardeaba de gran amistad con el Subsecretario de Guerra, General Asensio, y presumía de prestar importantes servicios de información en los frentes de combate, no negando el declarante la posibilidad de que agregase a sus órdenes algún agente de Policía, ya que dicho individuo siempre hablaba en nombre del General Asensio. Una vez, el General Asensio telefoneó al declarante invitándole a cenar, y al acudir el que declara, encontró a Asensio, a un Teniente de Seguridad, a Bonilla Echevarría y a una mujer; Asensio dijo que la fiesta privada era para dar, con carácter no oficial naturalmente, el nombramiento de cabo honorario a aquella mujer, que parece ser era la esposa o la amiga de Bonilla, idea que el declarante tomó a broma. Residiendo ya el declarante en Valencia, fue citado por exhorto para declarar en un sumario referente a Bonilla Echevarría; desconocía que este individuo hubiese sido ejecutado, a causa de sus desmanes, por sentencia de los propios Tribunales populares.

Por lo que afecta a la política seguida dentro de la Dirección de Seguridad, y a las detenciones de los funcionarios profesionales de policía, manifiesta el declarante, que estas detenciones eran acordadas por el Comité de Personal, del que solo conoce a tres o cuatro miembros del mismo, que eran los que más bullían, como Torrijos Pineda, la Lama Noriega, Carreras y Aguirre, no pudiendo asegurar el dicente si había un Comité del Personal de Investigación y otro del de Asalto, aunque le parece que sí, y que además debía de existir otro Comité del Parque Móvil, o bien que algún miembro del Parque, formara parte del Comité. En el Comité del Cuerpo de Investigación y Vigilancia, eran Torrijos Pineda y La Lama Noriega, los que mostraban mayor actividad.

No recuerda haber recibido una visita de Manuel Rascón, que le llevara una relación del personal de policía sospechosos de (304) desafección, denunciado al Comité de Investigación Pública; recuerda en cambio, que el Comisario Aparicio, había expresado al declarante, temores de tipo personal.

Desconoce el número de funcionarios que mientras el declarante fue Director General de Seguridad, fueron declarados cesantes, detenidos o asesinados, ya que, las relaciones que se le pasaban, eran según se le decía, de funcionarios huidos o pasados al otro campo. El Sr. Mora, Jefe del Gabinete de Identificación, no le mostró nunca ningún caso de identificación de víctimas, que correspondieran a funcionarios de la policía.

No sabe que la Masonería, hiciera ninguna gestión cerca del Gobierno, para atajar los crímenes que se cometían en Madrid, ni tampoco recuerda que, por el contrario, hubiese hecho declaración de estar al lado del Gobierno del Frente Popular, y a que la preocupación del declarante en aquellos momentos, no le permitía fijar su atención en aquellos asuntos. Conoce, incluso, el caso de algunos francmasones, que fueron asesinados en Madrid.

A la llegada de las fuerzas nacionales a Madrid, el Gobierno, creyó plenamente en la pérdida de la Capital y de la guerra, e incluso, llegó a creerse que el Gobierno no podría salir de Madrid, ya que salió hacia Valencia a la desesperada, y sin hacer el viaje por la carretera general, sino dando un rodeo; oyó decir que había sido detenido en un control, un Ministro, por milicianos de la Columna Anarquista del Rosal.

Recibió orden el declarante de marchar a Valencia con el Gobierno, y como las noticias que recibió el día 6 de noviembre durante todo el día en la Dirección, eran que las fuerzas nacionales habían pasado el Puente de Toledo y se aproximaban por otra parte a los Bulevares, creyó encontrarse con ellas al anochecer de dicho día, cuando salía de la Dirección General de Seguridad, en compañía del Ministro de la Gobernación, Galarza, para marchar a Valencia; el declarante se llevó consigo a Dª. Rosario Queipo de Llano.

Tiene entendido que las Brigadas Internacionales no llegaron a Madrid, hasta la noche del siguiente día, 7 de noviembre, y no sabe si lo hicieron por carretera o por ferrocarril; desde hacía algún tiempo, se esperaba la llegada de fuerzas internacionales, y de aviación, y se tenían noticias de que Martínez Barrio, estaba organizando unas milicias, cree que en Albacete, pero el declarante era excéptico en esta cuestión, ya que no creía en la capacidad organizadora de Martínez Barrio. Por ello, el 6 de noviembre creyó en la imposibilidad de la defensa de Madrid, ya que, los Agentes de Policía que le informaron, le mostraron sus pistolas, con las que habían disparado contra patrullas nacionales y se enteró también el dicente, de que, un grupo de choque integrado por guardias de Asalto, y mandado por un Teniente, encargado de contener en un Sector el avance nacional, había sido aniquilado; los agentes, le señalaron la presencia de fuerzas marroquíes en la Cuesta de Toledo, y de carros de Asalto, en Carabanchel, junto al río Manzanares, agregándole que un compañero de dichos policías había caído herido no pudiendo ser retirado. Por todo ello, el declarante decidió a escribir aquella misma tarde una carta a sus hijos en la que se despedía de ellos, ya que no esperaba salir vivo de Madrid.

No cree que el Gobierno recibiese ayuda económica de Rusia, ya que, contaba con los fondos del Banco de España. Más adelante comenzaron a cotizar los comunistas, para su política interior en España, los envíos de material de guerra que hacía Rusia. Aunque en un principio, el comunismo mostraba mucho menos auge, recuerda el dicente que se hacía gran propaganda, a propósito de la Columna fantasma de Galán, que actuaba en el frente de Somosierra. El declarante, no creía en la eficacia de las fuerzas internacionales, ya que por su experiencia militar en África, donde al principio de su carrera actuó y estuvo herido, tenía el criterio de que tales clases de fuerzas, necesitan en sus Jefes una capacitación, un don de mando y una energía, que tan solo los profesionales podían tener, y no los que como entonces, eran Jefes elegidos entre los de su misma clase. No obstante, cree que en aquellos momentos, las Brigadas Internacionales, impidieron la entrada en (305) Madrid; ya antes de la llegada del refuerzo de los internacionales, los guardias de Asalto tenían que encargarse de contener, en lo axcesos a Madrid, a los milicianos que amedrantados, tiraban las armas y abandonaban la línea de fuego, y en algún caso los jefes militares que trataban de contener la desbandada de las milicias, eran víctimas de estas, habiendo llegado al dicente la versión de que [el] Coronel Puigdendolas, había sido asesinado de este modo, por milicianos a sus órdenes en Olías o en Bargas.

Al abandonar Madrid, el declarante dejó el mando de la Dirección, al entonces Subdirector Girauta. De momento, no supo el declarante que iba a formarse una Junta de Defensa en Madrid, y lo único que sabía era que se hacía cargo del mando en Madrid, el General Miaja.

Poco antes de marchar de Madrid, el declarante, se presento a visitarle Margarita Nelken, acompañada de un Comité, cree que de guardias de Asalto, que siempre ella capitaneaba, y dijo al deponente: “El Gobierno ha abandonado Madrid y aquí no hay más autoridad que la de Vd.; Vd, es quien debe regir los destinos de todos”. El declarante contestó que el Gobierno no había salido, insistiendo ella en que ya no existía Gobierno. Margarita Nelken, proponía al declarante que se hiciese cargo del mando, brindándole de este modo, la dictadura no solo en Madrid, sino también en toda España, lo que el declarante rechazó diciendo que él estaba a las órdenes del Gobierno. Entre la gente que frecuentemente acompañaba a Margarita Nelken, [había un guardia] alto moreno y mal encarado, de quien se decía que era su amante, si bien este sujeto no acompañaba a la Nelken en la última visita que deja relatada; en otra ocasión, el referido guardia, que era un tipo achulado, visitó con otros individuos, en su despacho al dicente, y llegó a amenazarle con una pistola, en vista de que el declarante no accedía a las pretensiones de sus visitantes; el dicente logró imponerse al comprender el guardia que sus amenazas no habían causado mucha impresión. No se da bien cuenta el dicente de los verdaderos planes [que] llevaba margarita Nelken al hacer su proposición, ni si esta se debería a una presión del Partido Socialista, o bien lo que quería era hacer méritos dentro del partido -en el que era relativamente nueva- y establecer una dictadura que encarnase al principio del declarante, para eliminarle al día siguiente y continuar ella, ya que se trataba de una mujer una exaltada. Aquellos guardias de Asalto, le dijeron también que en el Ministerio de la Guerra había solo una caja de municiones, y que cada guardia disponía escasamente de 25 cartuchos y entonces el dicente dio un volante para que les diesen cartuchos, y con esto quedaron satisfechos, aprovechando el declarante el momento para poder salir.

En Valencia supo el declarante, que se había constituido en Madrid, una Junta de Defensa y que al frente del orden público, se había puesto un hijo de Wenceslao Carrillo. Le suena el nombre de Serrano Poncela, de quien supo en Valencia que se había encargado del mando de la Dirección de Seguridad en Madrid.

El declarante se encontraba preocupado por la influencia del Partido Comunista, que especulaba con una extraordinaria propaganda y que, debía su pujanza, a parte de la ayuda rusa que se manifestó más tarde- al empuje de combatibidad de todo partido nuevo.

No cree haber tenido que atajar ninguna tentativa de ingerencia rusa en el orden público; solamente recibió un día en Valencia, la visita de un Secretario de la Embajada Rusa que quería conocer si era posible algunos documentos que decía (306) existían en la Dirección, guardados en una maleta que había pertenecido, según se decía, al Cónsul Alemán en Cartagena; como al mismo tiempo hubiesen llegado con idéntica pretensión unos individuos de Barcelona que se decían agentes de Policía, a unos por otros, les dio una excusa diciéndoles que los documentos se encontraban en sitio distinto. El referido Secretario de la Embajada Rusa, iba acompañado por un agente, cuyo nombre no recuerda y que, vivía y era de Valencia, y se dedicaba según dijo, a representaciones de películas.

Durante su mando en Madrid, el Ministro de la Gobernación Galarza, le dio orden de poner un Grupo de Policía, al servicio de protección de la Embajada Rusa, que, se encontraba primero en el Hotel Alfonso y después en el Hotel Palace, y de poner un coche a disposición del Embajador; como el parque, disponía entonces de pocos automóviles, mandar un coche que no correspondía a la categoría de un embajador, fue cambiado por otro que se dedicaba al servicio de un Jefe de Asalto. Recuerda que el designado par el mando de aquel Grupo de policía, era un funcionario joven, moreno, que tenía la mujer empleada en la Dirección de Seguridad.

No recuerda el dicente otros grupos o destacamentos de policía, que con mayor o menor autonomía estuviesen repartidos por Madrid, en estrecho contacto con partidos políticos.

A preguntas del Instructor, sobre su intervención en las “Sacas de Presos”, durante su actuación al frente de la Dirección General de Seguridad, manifiesta: que no tiene noticias de tales sacas y únicamente conoce libertades cuya concesión le era propuesta. Sigue respondiendo que no sabía que la Secretaría Técnica de la Dirección de Seguridad, se hubiese encargado de suministrar antecedentes acerca de los presos de Madrid, ni que mantuviese relación con grupos de la Checa de Fomento, dedicados a interrogar a los presos y a formar relaciones que sirvieran después a sacarlos de la cárcel y asesinarlos. Que esto constituye para él una dolorosa sorpresa, esta falta de lealtad de la Secretaría Técnica, ya que él creía que las propuestas de libertad que la Secretaría Técnica le ponía a la firma, era ciertas. Se atiene a lo manifestado anteriormente en esta misma declaración, en cuanto al reconocimiento de las órdenes de traslado de presos que le han sido exhibidas, reconociendo como auténtica su firma, pero insistiendo en que no sabía el verdadero destino que iba a darse a los presos, ya que en aquellos momentos, no le extrañaron tales órdenes y que nunca podía creer en tal deslealtad en parte de José Raul Bellido, Jefe de la Secretaría Técnica. Cree que este individuo era de Izquierda Republicana, pero no está seguro. Ahora se da cuenta el dicente que tenían razón los que en cierta ocasión le dijeron de que era víctima de las personas que estaban a su alrededor, que actuaban sin conocimiento del declarante.

Una vez rechazó violentísimamente una insinuación que le hizo en su despacho un visitante, cuyo nombre no recuerda, pero que había visto en Izquierda Republicana, y que sabe era pariente del Ministro de Hacienda, Enrique Ramos. A dicho individuo a quien expulsó de su despacho, bajo la amenaza de hacerle detener, le había insinuado que entregase unos detenidos.

Ni siquiera en Valencia, cuando ya residía en dicha población, tuvo conocimiento de lo que había ocurrido en las Cárceles de Madrid.

Por lo que afecta, al asesinato de los Diputados Rey Mora y Abad Conde en la Cárcel de Porlier, le dijeron que habían sido muertos por un centinela de la cárcel, al que habían hecho resistencia, no habiéndose enterado el dicente, de que dichos señores hubiesen sido asesinados en los sótanos de la prisión.

No tiene noticias de ninguna queja, que hubiese recibido durante su mando, por el asesinato de unos ingenieros de caminos, que luego resultaron ser hermanos del Sr. Serrano Súñer, ni Julio Diamante le habló de tal asunto; que la primera noticia sobre esta cuestión, la ha recibido al serle tomada declaración recientemente en la Dirección de Seguridad.

Hace constar que el Ministro de Comunicaciones Giner de los (307) Ríos, se interesó en diversas ocasiones por personas detenidsa, y cree salvó la vida a bastantes personas.

La situación militar del declarante, al estallar el Movimiento, era la de Comandante retirado extraordinario; luego al ofrecerse al Gobierno del Frente Popular fue considerado en activo y le fue concedido el grado de Teniente Coronel, si bien no ejerció mandos militares y solo cargos burocráticos. Como Diputado formó parte de la Comisión Permanente de las Cortes y así continuo hasta el final de la guerra, como en Representación de Izquierda Republicana, que tenían la Comisión Permanente, cree que siete Diputados.

Al trasladarse el Gobierno a Barcelona, fue a dicha capital, siendo allí miembro del Comité de Educación Premilitar, y destinado después para el Consejo de Administración del Banco de Bilbao, habiéndole llamado el Ministro de Hacienda para advertirle de que había ciertas negociaciones de empréstito, por parte de dicho Banco en favor del Gobierno vasco, que por entonces -era el año 1.938,- se encontraba disgregado, residiendo algunos de sus miembros en Barcelona y otros en Francia. El declarante se opuso a este propósito de concesión del empréstito, que según cree había de axcender a unos siete millones de pesetas; no recuerda los nombres de los que entonces eran consejeros del Banco de Bilbao.

Al ser ocupada Cataluña por las fuerzas nacionales, marchó a Francia y solicitó autorización para residir en París, siéndole concedido este permiso y quedando su familia en Elne, con el padre del declarante que se encontraba muy enfermo, hasta que fallecido éste, su familia volvió a España.

El declarante recibía un subsidio de la Organización inspirada por Prieto y presidida por Nicolau D’Olwer, consistiendo este subsidio primeramente en mil francos mensuales, aumentada después por el número de familiares. Más tarde se acordó dar una gratificación a los miembros de la Comisión Permanente de las Cortes, llegando a percibir el declarante unos tres mil francos mensuales.

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