Seewald sobre Benedicto XVI

Benedicto XVI quiso frenar al Anticristo (Peter Seewald) El biógrafo de Benedicto XVI recuerda que quiso ser un dique para contener al Anticristo y considera al papa Francisco un revientapresas


Hola, les saluda Santiago Mata, en el canal Centroeuropa, para presentarles, por primera vez en castellano, una traducción completa de la entrevista que publicó el portal kath.net, el pasado 25 de julio, con el principal biógrafo de Benedicto XVI, su compatriota alemán Peter Seewald. He querido destacar el aspecto escatológico del anterior Papa que, según su biógrafo se veía como un freno o una presa para contener la acción del Anticristo. Por su parte, como verán, Seewald afirma que, con su desprecio al legado de Benedicto, el papa Francisco es un revientapresas cuyo efecto puede ser que lo que del cristianismo queda en Occidente sea arrasado. Por ser ayer el día de la memoria de las víctimas del Gulag, pongo de fondo esta vista que grabé en 2019 en el Museo de los Mártires de la época soviética en Moscú.


Vamos pues, con el texto completo de la entrevista con Peter Seewald, que comienza con esta pregunta:

kath.net: Con motivo del anuncio del nombramiento de cardenales y del futuro prefecto del Dicasterio de la Fe, el semanario Der Spiegel tituló: “El Papa Francisco barre el legado de Benedicto”. La Frankfurter Rundschau escribió: » finalmente Francisco rompe con Benedicto». ¿Le sorprendieron los titulares?

Seewald: Realmente, no. Por un lado, se corresponden con los deseos de los medios dominantes, por otro lado, se observa que el rumbo del Papa Francisco se ha vuelto más radical con la edad, dicho de otro modo: se ha quitado la careta. Si a un empleado meritorio como el arzobispo Georg Gänswein lo expulsan del Vaticano y al mismo tiempo nombran a un protegido (del Papa) como guardián supremo de la fe, siendo dudosa su cualificación para el cargo más importante en la Iglesia Católica, eso ya anuncia algo.

Pregunta: El futuro jefe de la autoridad de la fe, el argentino Víctor Fernández, definió su tarea futura con las palabras, «un crecimiento armonioso preservará la enseñanza cristiana con mayor eficacia que cualquier mecanismo de control».

Seewald:  Eso no solo suena vago, sino también francamente grotesco a la vista de la dramática crisis de la iglesia en Occidente. Téngase en cuenta que el Papa Francisco al mismo tiempo declaró que en el pasado el dicasterio había «usado métodos inmorales». Es imposible no ver esto como una referencia al ex prefecto de la Fe, Joseph Ratzinger, así como un intento de legitimar el cambio de rumbo.

Pregunta: En su libro más reciente, El legado de Benedicto, cita las palabras de elogio que Francisco tuvo para su predecesor. Lo elogió como un «gran Papa: Grande por la fuerza de su inteligencia, por su aporte a la teología, grande por su amor a la Iglesia y a las personas, grande por sus virtudes y su fe».

Seewald:  Eso me conmovió mucho. Y es impresionante. Cualquier observador informado reconoce a Ratzinger como uno de los maestros más importantes en el trono de Pedro. Hoy, sin embargo, uno tiene que preguntarse si las confesiones de Bergoglio fueron solo palabrería o incluso cortinas de humo. Todos recordamos las cálidas palabras de Ratzinger en el funeral por Juan Pablo II, palabras que llegaban al corazón, que hablaban de amor cristiano, de respeto. Pero nadie recuerda las palabras de Bergoglio en el funeral por Benedicto XVI, tan frías como toda la ceremonia, que de haber sido un poco más breve, ya no habría honrado ni en un ápice al predecesor.

¿Qué quiere decir con eso?

Seewald: Sencillamente: que cuando se habla en serio de cultivar y utilizar el legado de un «gran papa», no se le daña. Benedicto XVI lo cumplió. Al tratar el legado de Juan Pablo II, subrayó la importancia de la continuidad y de las grandes tradiciones de la Iglesia católica, sin cerrarse al mismo tiempo a las innovaciones. Francisco, por el contrario, quiere romper con la continuidad. Y alejarse así de la tradición docente de la Iglesia.

Pregunta: ¿Pero no hacen falta siempre cambios, progreso?

Seewald:  La iglesia está en camino. Pero ella no vive sola. No es una masa para que la manipulen a su gusto los dirigentes de turno. Para Ratzinger, la renovación radica en el redescubrimiento de las competencias esenciales de la iglesia, para ser de esa forma la fuente que la sociedad necesita para no quedar desierta en lo que se refiere al espíritu, la moral y el alma. Reforma significa preservar en la renovación, renovar en la preservación, llevar el testimonio de la fe con nueva claridad a las tinieblas del mundo. La búsqueda de lo contemporáneo nunca debe conducir a una renuncia de lo verdadero y a un conformarse con las modas de la actualidad.

Pregunta: ¿Y eso se está haciendo ahora?

Seewald: Es la impresión que tengo. El nombramiento del futuro prefecto de la fe expresa significativamente lo que significan los titulares que ha citado al principio sobre la destrucción del legado de Benedicto. Si bien Francisco destituyó en la primera oportunidad que tuvo al cardenal Müller, que había sido designado por Benedicto XVI, al traer ahora a su más forofo seguidor argentino, está poniendo en el cargo a alguien que inmediatamente ha anunciado una especie de autodesmantelamiento. Quiere cambiar el catecismo, relativizar lo que dice la Biblia y poner el celibato en discusión.

Pregunta: Víctor Fernández es considerado el escritor fantasma del Papa (en castellano se usa a veces la expresión “negro”).

Seewald: Sí, le escribe discursos que a menudo carecen de sentido o la controvertida encíclica (en realidad Exhortación Apostólica) “Amoris Laetitia”. Emplea expresiones que los críticos describen como «entre ilegibles e insípidas» y que los expertos ven al borde de la herejía.

Pregunta: Pero a Francisco todavía se le considera un “Papa reformador”.

Seewald: Al principio daba que pensar. Me impresionó su compromiso con los pobres, los refugiados, con la protección inquebrantable de la vida. Al mismo tiempo, el público fue observando, asombrado, que Bergoglio no cumplía muchas de sus promesas, diciendo «huy», «vaya», contradiciéndose repetidamente y causando así una gran confusión. A esto se han sumado los muchos casos en los que ha gobernado con dureza, deponiendo a personas que no le gustaban y cerrando valiosas instituciones creadas por Juan Pablo II.

Pregunta: Bergoglio sin duda pensaba que su misión era diferente a la de Benedicto.

Seewald: No se le puede culpar por eso. Sin embargo, los últimos acontecimientos apuntan a una verdadera demolición de presas. Y en vista del dramático declive del cristianismo en Europa, esto podría resultar en una inundación que destruya lo que aún ha resistido.

Son palabras fuertes.

Seewald:  Las últimas noticias del Vaticano me recordaron a un ensayo de Giorgio Agamben que se ha hecho famoso. En su texto sobre el «misterio del mal», el filósofo más discutido de nuestro tiempo habla de Benedicto XVI. Como joven teólogo, Ratzinger una vez distinguió, interpretando a San Agustín, entre una Iglesia de los malvados y una Iglesia de los justos. Desde el principio la iglesia estuvo inextricablemente mezclada. Es tanto la Iglesia de Cristo como la Iglesia del Anticristo. Pero, según Agamben, está también la idea del katejon…

¿Perdón?

Seewald: Con respecto a la 2ª carta del Apóstol Pablo a los Tesalonicenses, esto significa el principio de la represa. Un término que también se interpreta como una «barrera» frente a algo o alguien, que frena el fin de los tiempos. Benedicto XVI era algo así como un «tapón», dice Agamben. En este contexto, su renuncia provocó inevitablemente una separación entre la iglesia «hermosa» y la «negra», ese momento en el que se separa el trigo de la paja. Es una tesis complicada la de Agamben. Pero el Papa emérito aparentemente lo vio de la misma manera. Cuando le pregunté a Benedicto por qué no podía morir, respondió que tenía que quedarse. Tenía que quedarse como memorial del auténtico mensaje de Jesús, como luz en el monte. «Al final, Cristo triunfará», agregó Benedicto.

Pregunta: ¿Le sorprende lo que está pasando ahora en el Vaticano?

Seewald: Desde el primer día de su pontificado, el Papa Francisco trató de distanciarse de su predecesor. No era ningún secreto que los dos no solo tenían temperamentos opuestos, sino también ideas opuestas sobre el futuro de la Iglesia. Bergoglio sabía que no podía compararse con Ratzinger en su brillantez y nobleza teológica. Se concentró en lo llamativo y fue apoyado por los medios de comunicación, que no quisieron mirar más de cerca para no tener que ver que detrás del Papa, al que retrataban como abierto y progresista, había una personalidad a veces muy autoritaria. El regente, como ya se conocía a Bergoglio en Argentina.

Ciertos periodistas convierten la puesta en escena de un “papa reformador” en un verdadero modelo de negocio para sus libros: el “luchador en el Vaticano”, que se defiende de los “lobos”, en particular del “papa en la sombra” Benedicto y de su camarilla reaccionaria. En verdad, nunca hubo un papa en la sombra. Como Papa emérito, Benedicto había evitado cualquier cosa que pudiera dar la más mínima impresión de que se inmiscuiría en el gobierno de su sucesor. Y si te pones a buscar a los «lobos», podrás ver que todos se quedaron en el camino.

Pregunta: Se dijo que, aunque eran dos, sería como si hubiera uno solo.

Seewald: Bueno, eso fue más una ilusión. Ahí estaba la foto del primer encuentro. Dos hombres de blanco. Dos papas, y ambos vivos. Fue un shock con el que había que lidiar. Bergoglio promovió la imagen de unidad haciendo ocasionalmente comentarios positivos sobre su predecesor. Benedicto confiaba en él. Por el contrario, Francisco no tuvo reparos en deshacerse de uno de los proyectos favoritos de su predecesor de un plumazo.

Pregunta: ¿Qué quiere decir con eso?

Seewald: Con la Exhortación Apostólica «Summorum Pontificum» se liberalizó el acceso a la liturgia clásica. Ratzinger quería pacificar a la Iglesia sin cuestionar la validez de la Misa según el Misal Romano de 1969. «Al tratar con la liturgia», explicó, «se decide el destino de la fe y de la Iglesia». Francisco, en cambio, describe las formas tradicionales como una «enfermedad nostálgica». Existe, según él, el «peligro» de retroceder como reacción a la modernidad. Como si pudieras controlar las tendencias, anhelos y necesidades a través de decretos prohibitivos. Los bolcheviques ya lo intentaron en vano.

Pregunta: Aparentemente hubo una encuesta según la cual la mayoría del episcopado mundial estaba a favor de retirar la liturgia clásica.

Seewald: Eso no es cierto. Por un lado, la encuesta solo fue respondida por unos pocos obispos, por otro lado, hasta donde yo sé, la mayoría de ellos de ninguna manera se pronunció en contra de la «Summorum Pontificum» de Benedicto XVI. Los resultados probablemente nunca se publiquen. Y qué poco elegante fue que el Papa Emérito tuviera que enterarse del cambio por “L’Osservatore Romano”. Para él fue como una puñalada en el corazón. Su salud nunca se recuperó de ello. Poco después de su muerte, todos pudieron ver cómo Bergoglio aceleraba el paso.

Pregunta: ¿Se refiere al caso Gänswein?

Seewald: Que con él Bergoglio se hizo una faena a sí mismo. Perdió su credibilidad. No se puede hablar continuamente, con la Biblia en la mano, de amor fraterno, respeto mutuo y misericordia, y luego pisotear esas virtudes. La brutalidad y la humillación pública con la que un hombre meritorio como Gänswein fue abandonado, no tiene precedentes. Ni siquiera se siguió la costumbre de decir unas palabras de agradecimiento a un empleado que se marcha, como es costumbre en cualquier pequeña empresa.

Pregunta: Los medios hablan de un «acto de venganza» contra Gänswein.

Seewald: ¿Pero venganza por qué? ¿Porque alguien, siendo leal, no mostró la mentalidad servil y el sometimiento que siempre exige Bergoglio? ¿Porque publicó un libro que es importante y necesario, dadas las continuas tergiversaciones de la obra y de la persona del Papa alemán? ¿Un libro en el que Francisco es cualquier cosa menos malo? El Papa degradó a Gänswein, pero a quien quería atacar era a lo que Gänswein representaba. Quería dejar de lado un legado, dejando de lado a quien había sido el colaborador más cercano (de Benedicto). Para traducir el libro de Gänswein al alemán, la editorial Herder, según me dijeron en círculos editoriales, no pudo recurrir a los traductores del Vaticano como de costumbre. El trabajo les había sido estrictamente prohibido.

Pregunta: Dicen de Fernández, el futuro prefecto de fe que se manifestaron reservas cuando lo iban a hacer rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina.

Seewald: La Congregación para la Doctrina de la Fe tenía preocupaciones doctrinales y la Congregación para la Educación lo consideró inadecuado para un puesto de liderazgo tan importante. Pero lo impuso el entonces Arzobispo de Buenos Aires: Jorge Mario Bergoglio. Como Papa, Bergoglio le abre el camino a Roma al redefinir los deberes del prefecto del Dicasterio de la Fe. No se trata tanto de preservar la doctrina como de una comprensión creciente de la verdad «sin comprometerse con una forma única de expresarla». En lenguaje sencillo: sin compromiso.

Lo que se pide no es vigilancia, escribió Francisco en la carta de nombramiento de Fernández, sino promover el carisma de los teólogos, cualquier carisma. La realidad es siempre más importante que la idea. Dicho claramente: que haga lo que la gente le pida. Sobre todo, Fernández debería “tener en cuenta el magisterio más joven”, el de Francisco. Bergoglio ya había suavizado previamente el artículo publicado por Juan Pablo II sobre la organización del Dicasterio, que se ocupaba de la protección de la «verdad de la fe y la integridad de las costumbres».

Pregunta: ¿Qué decir de los «métodos inmorales» que según Francisco empleó la antigua Congregación para la Doctrina de la Fe?

Seewald: Eso es infame. La declaración pretende desacreditar el alto nivel de la Congregación bajo el cardenal Müller y Ratzinger, para hacer que el relativismo sea esperanzador. Es lo mismo que los medios anti-Iglesia decían al hablar del «cardenal blindado (Panzerkardinal)» y del «intransigente» Joseph Ratzinger.

El «Spiegel» recogió la invitación de inmediato y volvió a hablar de Ratzinger como el ex «policía religioso» que fue responsable de la retirada de la licencia para enseñar a Hans Küng. Una completa tontería, como la mayoría de los clichés comunes sobre el ex cardenal. Como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger se veía a sí mismo como cualquier cosa menos como un perseguidor y ciertamente no como alguien que opera con “métodos inmorales”.

Inmediatamente después de asumir el cargo Ratzinger, los obispos, teólogos y sacerdotes contra los que había objeciones dejaron de ser reprendidos, como antes, y fueron invitados a Roma en los casos importantes para tratar personalmente las diferentes opiniones. Ratzinger reforzó los derechos de los autores y, por primera vez, otorgó el derecho de defensa a los teólogos acusados ​​de desviación dogmática. A pesar de lo que dice la leyenda negra, nunca se impuso un juramento de silencio a Leonardo Boff. La disputa no era sobre la teología de la liberación, sino sobre las cuestionables declaraciones cristológicas de Boff.

Pregunta: En lugar de una iglesia desde arriba o una iglesia desde abajo, Ratzinger recomendó una «iglesia desde adentro».

Seewald: Especialmente en tiempos inestables, explicó, la Iglesia debe pensar el doble en sí misma. Sólo con una ética firme puede convertirse en una verdadera asesora y colaboradora en las difíciles cuestiones de la civilización moderna. A diferencia de otros teólogos, que según el teólogo liberal muniqués Eugen Biser, “desechaban una a una las piedras del antiguo edificio porque no encajaba en su nuevo edificio”, Ratzinger siempre se mantuvo “fiel al origen”. Tomó en serio la eterna advertencia de Jesús a su Iglesia, que Cristo expresó con palabras dramáticas a Pedro, según el Evangelio de Marcos: “¡Fuera Satanás! quieres hacerme tropezar; porque no tienes en mente lo que Dios quiere, sino lo que quiere la gente.”

Pregunta: Se dice que Fernández inicialmente rechazó el nombramiento como prefecto de la fe.

Seewald: Solo cuando el Papa le aseguró que no tendría que lidiar con el abuso sexual en la Iglesia, dio su visto bueno. Aquí también hay una clara diferencia de orientación. Mientras Fernández se negó a responsabilizarse de los abusos, Ratzinger, como prefecto, los asumió en su área porque vio que se ocultaban los crímenes bajo la alfombra y las víctimas quedaban abandonadas. Sin embargo, Fernández no viene como una tabla rasa en este tema. El diario argentino «La Izquierda Diario» informó que el futuro Prefecto de Fe, como arzobispo de La Plata, había «encubierto de diversas formas» al menos once casos de abuso sexual por parte de sacerdotes. El caso más conocido fue el del ex capellán de la prisión Eduardo Lorenzo.

Pregunta: ¿Haber tolerado abusos es una desventaja en el pontificado de Bergoglio?  

Seewald: Para nada. Dos ejemplos: el cardenal belga Godfried Danneels apareció en los titulares en 2010 porque, como arzobispo, encubrió el abuso infantil por parte de sacerdotes y luego encubrió a un obispo que abusó de su propio sobrino. Esto no impidió que el Papa Francisco lo nombrara presidente de la asamblea del Sínodo de la Familia en Roma en otoño de 2014. Danneels fue uno de los impulsores de la llamada «Mafia de St. Gallen», un grupo de cardenales que ya quisieron elegir Papa a Bergoglio en el cónclave de 2005; donde casi lo consiguieron.

Francisco tampoco tuvo ningún problema en nombrar al conocido abusador Theodore McCarrick, ex arzobispo de Washington, para los organismos del Vaticano. Benedicto XVI había tomado medidas contra McCarrick, mientras que Francisco le encomendó las negociaciones con la República Popular China. Esto llevó a un acuerdo por el que la Iglesia católica clandestina, a la que Benedicto XVI todavía apoyó, quedó subordinada a las autoridades estatales. Desde entonces, se cuelgan en las iglesias de China pancartas con lemas como «Ama al Partido Comunista». A principios de abril de este año, los comunistas nombraron un nuevo obispo para Shanghái sin consultar al Vaticano. El cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, protestó, pero el papa Francisco decidió “subsanar la irregularidad del derecho canónico”, es decir, pasar página.

Pregunta: ¿Qué impacto tendrá la creación de nuevos cardenales en el consistorio en septiembre?

Seewald: Supondrá que alrededor del 70 por ciento de los futuros electores papales han sido nombrados por Francisco. Según analizó el vaticanista Ludwig Ring-Eifel de la agencia católica alemana KNA, «a diferencia de sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, Francisco ha llamado en gran medida al Colegio Cardenalicio a aquellos hombres que están en su línea teológica». El Colegio Cardenalicio se está convirtiendo “cada vez más en un reflejo de su pensamiento y de sus orígenes”.

Lo que llama la atención no es solo el fuerte aumento en la proporción de hispanos, sino también la edad de los nuevos purpurados. En su mayoría rondan los 60 años, por lo que no solo deberían influir en el próximo cónclave, sino probablemente también en el siguiente. Con todo, como es bien sabido, el Espíritu Santo siempre tendrá algo que decir en esto. Y muchos de los que hoy se regocijan de que Francisco elimine el legado de Benedicto, mañana podrían estar llorando amargamente.

Termina Kath.net recomendando el libro de Seewald sobre la vida de Benedicto XVI publicado en alemán en 2020, de 1.184 páginas, y por mi parte, solo me queda recordarles que el texto de esta entrevista lo tienen en el link que les dejo en la descripción de este vídeo. Si les ha gustado, no olviden suscribirse al canal Centroeuropa y si quieren recibir aviso cuando emita un nuevo vídeo, hagan click sobre la campana de las notificaciones. Por supuesto, son bienvenidos sus comentarios y sugerencias para ampliar este tema u otros de su interés. Hasta la próxima, les saluda Santiago Mata.

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