Hace poco vi en twitter cómo alguien se lamentaba de que el gobierno español obligue a vigilar con cámaras de vídeo los mataderos, pero no las llamadas clínicas de abortos. Por otra parte, supe que Florida será el tercer estado de Norteamérica que prohíba el aborto desde el momento en que se escucha el latido del bebé, que es la sexta semana de embarazo. Y mientras comparaba ambas situaciones, es decir, cómo en Estados Unidos se legisla valientemente a favor de la vida humana y en España no se hace nada, me surgía esta duda que les transmito: ¿por qué es tan cobarde la derecha española? Si lo saben, díganmelo, y si como yo tienen dudas, ayúdenme también escuchando mis reflexiones y diciéndome si les parecen más o menos acertadas.
Antes de entrar en estas reflexiones, permítanme que haga un poco de propaganda de este libro titulado De Isadora a Bibiana, el nuevo aborto y el Holocausto, que publiqué en 2009, cuando, por cierto, me dieron un premio en el III Congreso Internacional pro Vida de Zaragoza por la labor de defensa de la vida en los medios de comunicación. Les dejo en la descripción un link para adquirir el libro.
Traigo a colación este libro porque lo esencial que trato de mostrar en él es mi convencimiento de que la única manera de poner fin al aborto como sistema industrial de asesinato de seres humanos es exponiéndolo a la luz pública. En el libro contaba cómo el Holocausto en Auschwitz no se interrumpió por el mero hecho de que alguien protestara contra él, sino desde el momento en que existieron evidencias sobre cómo funcionaba y estas se publicaron en la prensa. Por eso proponía yo como medio para terminar con el aborto simplemente el divulgar lo que en él sucede, grabándolo. Hoy sigo estando seguro de que la mera insinuación de que una autoridad, para comprobar que se cumple la ley, vaya a ordenar que se graben los abortos, haría desaparecer instantáneamente esta industria.
Que esta pretensión no es descabellada se ve claramente cuando en España, mediante el real decreto 695/2022 de 23 de agosto, el gobierno ha establecido, como he dicho, la instalación de sistemas de videovigilancia en los mataderos, especificando en su artículo 3.1 que estos deben cubrir las zonas donde se mata a los animales y en el artículo 4.1 que el sistema debe proporcionar una imagen completa y clara de todas las áreas donde se encuentren animales vivos sin permitir la existencia de puntos ciegos.
En España, por tanto, hay personas y gobiernos que se atreven, invocando la defensa del bienestar animal, a ordenar, y además por decreto, es decir, sin permitir que se discuta, medidas audiovisuales que hasta ahora nadie se ha atrevido a tomar en defensa de la vida humana. En España, digo, porque, como se ve por el caso de Florida, donde está en proceso de aprobación la ley 300 del Senado que prohíbe el aborto desde que hay latido fetal, y la similar vigente en Texas desde septiembre de 2021, sí hay en otros países quien se atreve a obtener evidencias de la vida del feto humano y utilizarlas para proteger legalmente esa vida.
La pregunta es, ¿por qué quienes supuestamente defienden la vida humana en España no tienen valor para constatar esas evidencias e imponer algunas reglas al respecto? Como digo, yo no tengo la respuesta, y por eso les planteo la pregunta, pero tengo algunas intuiciones que me gustaría exponerles.
Antes que nada, quizá podrían alegar que es mucho suponer que sea la derecha política la que tiene que cumplir el encargo de defender la vida y que sea cobarde porque no lo hace. En efecto, nada impediría que también un partido o un político que se considere a sí mismo de izquierdas defienda la vida, y desde luego, nada impide que un partido o político que se considere de derechas sea partidario del aborto. Lo mismo daría si sustituyéramos izquierda y derecha por progresistas y conservadores: hay muchos conservadores abortistas y puede haber progresistas que defiendan la vida. De modo que lo primero será delimitar qué entiendo yo aquí por derecha e izquierda políticas.
Aunque necesariamente sea una simplificación, entiendo que son de derecha -asimilables a conservadores- aquellos políticos que entienden que existe una realidad que debe ser respetada, es decir, que la libertad debe ejercerse dentro de un marco que denominamos bien común y que a su vez depende del ser, de lo que realmente es la sociedad humana. Por el contrario, un político de izquierda o progresista entiende que lo único esencial en el ser humano es su libertad, y que por tanto podemos hacer todo lo que nos propongamos, con tal de que nos pongamos de acuerdo para evitar imposiciones y violencias indiscriminadas.
Me dirán que esto tiene sus limitaciones, y yo mismo entiendo que hay aspectos de la vida y de la política en que alguien que admite la existencia de la realidad se considere progresista, es decir, que hay mucho margen para la libertad y el progreso incluso respetando ciertos límites, pero pienso que en líneas generales podemos aplicar este criterio diciendo que a quien considera que toda vida humana merece respeto, podemos llamarle conservador o “de derechas”.
Por fin puedo plantear la cuestión de por qué los políticos que dicen defender la vida en España son tan cobardes, e incluso de si, más allá del campo de la defensa de la vida, puede decirse que esos políticos a los que considero de derechas, son cobardes en general.
Que los políticos que dicen defender la vida son cobardes, es una evidencia en España: El Partido Popular ha sido incapaz, desde que en 1983 se introdujo la Ley del Aborto, de modificarla siquiera en aspectos mínimos para mejorar la defensa del feto humano. Todos recordarán como, en tiempos en que el PP tenía mayoría absoluta, el ministro Alberto Ruiz Gallardón fue forzado a dimitir, en 2014, porque no consiguió que su propio gobierno presentara ante el parlamento un tímido proyecto de reforma del aborto.
Esta cobardía no se limita a los diputados, sino que también los jueces del Tribunal Constitucional, de mayoría conservadora, fueron incapaces durante 13 años, de proponer y emitir una sentencia sobre la misma ley del aborto de 2010 que Gallardón no pudo reformar. En cambio, pasó exactamente un mes, día por día, desde que el 9 de enero de 2023 el Tribunal Constitucional de España tuvo una nueva mayoría llamada progresista, para que sus jueces dictaran, el 9 de febrero de 2023, una sentencia según la cual la ley del aborto de 2010 es completamente constitucional.
Del mismo modo, a esa nueva mayoría llamada progresista del Tribunal Constitucional no le ha temblado la mano para aprobar como constitucionales las leyes de la Eutanasia y de Educación (LOMLOE) en un tiempo que, si no es absolutamente récord o fulgurante en términos absolutos, sí lo es comparado con el tiempo que se habría tomado para decidir al respecto un grupo de jueces con mayoría llamada “conservadora”.
Como historiador, me van a permitir que cite otros momentos trascendentales de la vida política española en los que la derecha ha mostrado su cobardía. El primero es el de la República, cuando tras la victoria electoral de noviembre de 1933, la derecha, entonces llamada CEDA y dirigida por José María Gil Robles, renunció no ya a ocupar la presidencia del gobierno, sino siquiera a entrar en el consejo de ministros, a la vista de que la izquierda amenazaba con desencadenar en protesta una revolución violenta. No estoy diciendo que la amenaza fuera falsa, pues como sabrán, en octubre de 1934, aquellas izquierdas que creían tener la exclusiva del poder en la República, votara lo que votara la gente, cumplieron su amenaza de llevar a cabo la revolución.
El segundo momento es del 16 de febrero de 1936, cuando los partidos del llamado Frente Popular proclamaron su victoria electoral, sin que se hubiera llevado a cabo el recuento de votos y procediendo a cambiar inmediatamente los gobernadores civiles y manipular los resultados electorales. ¿Creen que la derecha española se opuso a esa manipulación? No, supuestamente en bien de la paz, aceptó su derrota sin exigir el recuento de votos.
Me dirán algunos que la derecha mostraría con la sublevación de julio de 1936 su capacidad de respuesta frente a la revolución. Pero ahí tengo que decirles que no, que esa no fue la respuesta de la derecha política española, porque aquella respuesta frente a la revolución, no fue de políticos, sino de militares. Y puesto que aquí trato de examinar a los políticos, no haré un juicio sobre aquel levantamiento y sus consecuencias.
Me dirán quizá que es posible que exista lo que algunos llaman una “derechita cobarde”, pero que existe otra valiente y que defiende ¡por fin! los valores tradicionales y entre ellos la vida. Y les pondré, entonces, ante el caso más flagrante y llamativo de cobardía de estos que se dan aires de patriotas y llaman al PP “derechita cobarde”, y es que, como recordarán, el 12 de enero de 2023, su representante y vicepresidente de la Junta de Castilla y León anunció un protocolo que ofrecería a las mujeres embarazadas oír el latido del corazón del feto y ver a este en una ecografía. Como saben, ese gesto en defensa de la vida fue retirado, en una reacción de cobardía en cadena, comenzada, desde luego, por el presidente de aquella comunidad, que es del PP, pero aceptada y asumida también por esos que se dan el título de valientes defensores de la vida.
Supongamos que han llegado a la conclusión de que, en España, los políticos de derechas son cobardes, en general, ante todo aquello que suponga un esfuerzo. ¿Seguro que ante todo? No estoy seguro, porque entonces serían unos auténticos inútiles y nadie los elegiría. Y, sin embargo, a veces la derecha logra gobernar con eficacia en España.
¿En qué aspectos se muestra la derecha eficaz? Me parece que estarán de acuerdo en que son estupendos gestores económicos y capaces de generar prosperidad. Entonces, ¿por qué son incapaces de defender aspectos ideológicamente complejos, como el de la defensa de la vida? ¿Es que son asuntos no son rentables, en los que ellos no admiten desgastarse?
Mi opinión es que lo que les pasa a los políticos de derecha no les diferencia mucho del resto de los españoles, y que en realidad son los políticos que llamamos de izquierda los que son diferentes. Me explico: los políticos de derecha están afectados no tanto de cobardía, sino de la indiferencia hacia lo público que caracteriza a los españoles en general. No les va nada en el bien común, y son tan individualistas como el resto de los españoles. Por lo tanto, mientras no les toquen su honor o su bolsillo, no van a reaccionar y no darán la cara con valentía, como en general no lo hace ningún español, o muy pocos.
En cambio, los políticos de izquierda parece que están en continua tensión, como si les fuera la vida en todo lo que proponen. Están atiborrados de una droga que se llama ideología y que les lleva a estar dispuestos a arruinar el país entero con tal de sacar adelante sus leyes, y desde luego dispuestos a aplastar a sus adversarios, antes que renunciar a sus objetivos. ¿Son por ello envidiables? Desafío a cualquiera que haya oído hablar a Irene Montero o a Ione Belarra en una entrevista o en un mitin, a que me digan si les parecen envidiables. Yo, como se suele decir, no les arriendo la ganancia, pues por una parte dan una fuerte sensación de creer en lo que están diciendo, pero, cualquiera que mantenga una pequeña conexión con la realidad, en mi modesta opinión, se da cuenta de que está ante personajes fanatizados. Por supuesto, ese fanatismo no es exclusiva de un partido, ni estoy negando que existan fanáticos en la derecha, pero en estos personajes es patente.
En definitiva, el problema de España, en mi modesta opinión, es que solo parecen auténticos políticos, dispuestos a morir por sus ideas, los de izquierda. Pero tampoco estos son auténticos políticos, ya que en general están fanatizados por una ideología y persiguen sus ideales como los zombis de una película apocalíptica persiguen a sus víctimas. Este problema se agrava porque en el otro lado no hay fanáticos, lo cual es de agradecer, pero tampoco hay personas dispuestas a poner en riesgo los suyo, es decir, su honor y su hacienda, con tal de defender el bien público, el bien de todos, el bien común. Un bien común que incluya también a esos de la izquierda, a sus enemigos sociales o políticos.
En resumen, en general los políticos de izquierda tienen más energía porque nunca llegarán hasta esa utopía que quieren alcanzar; mientras que los de derecha tienen menos ganas de moverse, porque suponen que ya han alcanzado en lo esencial la posición en la que quieren vivir. Auténticos políticos, que busquen el bien de todos, en mi modesta opinión, en España, no los hay. Y así nos va. Pero, por supuesto, si les parece que me equivoco, díganme por favor en qué.