¡Perdonar nos manda Dios! (1895). Obra de Luis García Sampedro en el Museo del Prado: https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/perdonar-nos-manda-dios/9e9a29bb-754d-4bcb-b3d2-f444931d4512

Maternidad subrogada: ¿Habrá menos abortos con vientres de alquiler? Los vientres de alquiler o maternidad subrogada son una forma de venta de niños, un secuestro prepagado, pero ¿pueden reducir los abortos?


La actual discusión en España sobre la llamada maternidad subrogada nos muestra básicamente, según me parece, la tardía y defectuosa capacidad de decidir de los españoles. Pero no voy a reflexionar sobre nuestros defectos nacionales, pues entonces caería en otro, que es el de irme por las ramas. ¿Qué es lo que está en juego cuando hablamos de “maternidad subrogada” o de “vientres de alquiler”?


Este es el primer problema, que utilizamos una terminología difusa que parece elegida precisamente para evitar que vayamos al centro de la cuestión o, más exactamente para que nos fijemos en un aspecto de ella y no en otro que quizá pudiera ser más importante.

¿Qué es lo que está aquí en juego? Aparentemente, la maternidad, pues a ella hacen referencia las expresiones de maternidad subrogada y vientres de alquiler. Es mucho menos frecuente que oigamos decir que de lo que estamos hablando es de la venta de bebés o de las adopciones. ¿Por qué se habla solo desde el punto de vista de la mujer o de la madre?

Este es el primer punto irregular. Aquí estamos hablando de una mujer que quiere ser madre, o todo lo más de una pareja que no ha logrado tener niños, y de la persona a la que piden que les dé el hijo que va a tener: persona a la que nos referimos, mediante una metonimia, sustituyéndola por una parte de su cuerpo, de manera que la mujer que va a ser realmente madre de una persona es aquí denominada “vientre” de alquiler.

En cualquier caso, se produce aquí una grave manipulación, como he sugerido, que consiste en dejar de lado los derechos y la propia existencia de los niños, para centrarnos solo y exclusivamente en la persona que es madre. El dramático hecho de que una madre se vaya a desprender de su hijo no lo justificamos por el hecho de que el niño vaya a ser adoptado, sino que en realidad, como digo, olvidamos al niño, sus derechos y necesidades, y lo importante es que hay otra mujer o una pareja que ha “encargado” a esa mujer que le dé el producto de su útero, ese niño innombrado, ya que aquí solo se nombra el útero al que es reducida la madre que se convierte en un “vientre de alquiler”.

El rarísimo verbo subrogar significa sustituir: por lo tanto, cuando se habla de maternidad o gestación subrogada se está hablando de que la madre gestante, la mujer que realmente tiene un niño, está sustituyendo a aquella que va a hacerse cargo del niño, que va a ser en definitiva la tutora legal del niño.

Estamos por tanto hablando aquí de un tipo de adopción, pero esta palabra no aparece para nada. ¿Por qué? No puede ser casualidad: ya hemos visto que aquí es clave que solo se hable de la madre gestante y de quienes le han encargado la gestación. Pero ¿qué es la gestación? Si la gestación fuera un proceso por el que se fabrica algo, que es lo que parece, la relación sería meramente comercial: tú me fabricas algo y, o bien me lo regalas, o me lo vendes y yo te lo pago.

Pero todos sabemos que el producto de la gestación es una persona, y como las personas no se venden aparece el lógico rechazo a los vientres de alquiler porque implican el tráfico de personas, es decir, la venta de bebés. Sin embargo, observarán que en las noticias tampoco se usan estos dos términos: quienes lo critican solo denuncian que no se puede comerciar con el cuerpo de las personas. Una vez más, el producto de la gestación, el hijo, desaparece. ¿Por qué?

Desde el punto de vista de estas personas, quedarse embarazada para dar el propio hijo a otra persona sería vender el propio cuerpo, algo así como una especie de prostitución, o más bien algo así como esos embarazos que ellos consideran indeseables, porque no son producto de una decisión cuya única beneficiaria es la mujer como sujeto soberano de sus actos.

Con una filosofía muy arraigada en el orgullo hispánico, y a la que hoy se califica de feminismo, se podría resumir este modo de pensar en la frase “antes muerta que sencilla”, diciendo que estas personas, lo mismo que entienden que el aborto es un derecho de cualquier mujer porque para ellas solo es deseable y digno de continuarse un embarazo que la mujer ha elegido, tampoco serían de desear estos embarazos en los que la mujer no es la única beneficiaria, ya que hay otra madre u otra pareja a la que ella entrega el fruto de su vientre.

Esta crítica a los llamados vientres de alquiler no deja de mirar la cuestión desde el mismo lado que los partidarios de la maternidad por encargo o gestación por sustitución o “subrogada”: aquí solo importan los derechos de la persona que encarga o acepta el encargo de quedar embarazada. Los y las abortistas dicen nosotras parimos, nosotras decidimos, pero por lo que parece no pueden decidir quedarse embarazadas para vender o regalar a su hijo.

Parece que el tiempo hará caer esos reparos, ya que, si la mujer es el único factor que decide si estar o no embarazada, no se ve claro en base a qué se le podrá prohibir. Se puede, obviamente, prohibir la venta de personas, pero si este comercio se disimula con la condición de que no haya un pago explícito, es posible que se venzan incluso las resistencias de las feministas.

¿Quién quedará entonces para proteger los derechos del principal afectado, el niño que aquí no aparece mencionado? ¿Habrá algo de positivo en este tráfico de personas o venta encubierta de bebés? Paradójicamente, pienso que sí, y es que, al final, si no ha sido la racionalidad, la coherencia y hasta el espíritu cristiano, al final puede que sea el mercado el que reduzca al menos en parte la crueldad de una sociedad que arrastra a la muerte a buena parte de sus hijos: es decir, que al final puede que el dinero de quienes quieran ser padres salve de la muerte a algunos, y quizá muchos de los hijos de las mujeres que no quieren ser madres.

En definitiva, al final puede que lo que no se ha logrado mediante la adopción, se logre mediante el dinero. Una sociedad orgullosa, que bajo el lema de “antes muertos nuestros hijos que yo sencilla reconociendo que no puedo mantenerlos”, condena cada año a muerte a cien mil de sus hijos mediante el aborto, parece que ahora, bajo el lema del dinero, está dispuesta a perdonar la vida de esos niños condenados al aborto.

Claro está que no estoy de acuerdo con el tráfico de personas y la compraventa de bebés. Eso y no otra cosa es la maternidad que llaman subrogada o de sustitución. Dará lugar a innumerables abusos, pues siempre es un abuso que un hijo no sea fruto del amor de sus padres, y porque siempre estará mal que se dé prioridad a los deseos y al dinero de los poderosos frente a los derechos del niño… Pero, en medio de tanta injusticia, también es posible que algunos niños que iban a ser condenados a muerte se salven ahora porque alguien esté dispuesto a pagar por ellos. Es triste que se haya negado durante tantas décadas a las mujeres que quieren abortar la posibilidad de dar su hijo en adopción, y ahora se les ofrezca ponerlos en venta.

Es triste pero no es más que una consecuencia secundaria de la crueldad de nuestra sociedad. Es triste pero no habríamos tenido el Quijote si unos religiosos no hubieran pagado el rescate de Cervantes a los piratas berberiscos. ¿Eran los religiosos trinitarios que lo salvaron partidarios del tráfico de personas? No, pero participaban en él de forma desinteresada solo para salvar vidas. Claro que no es lo mismo redimir a un cautivo que, por así decirlo, ordenar un secuestro, que es lo que ordenan quienes pagana a una mujer que se queda embarazada.

Por eso a lo que me refiero diciendo que no hay mal que por bien no venga, no es a estos secuestros prepagados que son los vientres de alquiler, sino a que viendo que puede ser una forma de salir de un embarazo diferente al aborto, se admita que la adopción desinteresada es algo digno y elogiable, y así haya menos abortos, aunque sea como efecto secundario de algo indigno, como es el olvidar que todo embarazo debe ser llevado a término ante todo para proteger la vida y permitir que se protejan ante todo los derechos del niño.

Al final, sin embargo, el afán de éxito a toda costa, incluso en estos casos, probablemente multiplicará los abortos, al menos «espontáneos», por las imprudencias que acompañan a las técnicas de procreación habitual, multiplicando la «producción» de embriones que posteriormente son desechados o mueren «accidentalmente».

Con el deseo de que alguna vez en nuestro país se vuelva a utilizar la inteligencia y se elaboren leyes que protegen la vida desde la concepción hasta la muerte natural.

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