Dado que vemos en la Iglesia un cierto enfrentamiento entre dos partes -una considerada progresista y otra conservadora-, toca hoy preguntarnos si pueden ser herejes también los que se presentan como defensores de la fe frente a las novedades, y a los que en términos generales se suele llamar tradicionalistas. Soy Santiago Mata y les doy la bienvenida al canal Centroeuropa.
Aunque habrá que matizar qué entendemos por tradicionalismo, parece claro que si se puede exagerar por el lado del permisivismo moral, también por el extremo del rigorismo moral se puede caer en exageraciones. ¿Pero podemos llamar herejías a estas exageraciones? Sí, porque atacan una parte esencial de la doctrina cristiana, que es el amor al prójimo, ya que tratan de imponer la verdad, pero a costa de maltratar a las personas, de no respetar su libertad, de no tratarlas, en definitiva, con caridad.
Esto no deja de ser una teoría, así que preguntémonos, ¿de hecho ha sucedido en la historia que alguien haya sido condenado como hereje por ser demasiado riguroso moralmente? ¿Y en qué se parecen estos modernos rigoristas a esos herejes antiguos?
Respecto a la primera pregunta, mencionaré tres herejías que se basan precisamente en el rigorismo moral: la de los donatistas de los siglos IV y V; la de los cátaros en el siglo XII y la de los jansenistas en los siglos XVII y XVIII.
Me voy a permitir la licencia de compararlas con los tres personajes que representan a los fariseos que querían apedrear a la mujer adúltera en el grupo escultórico que hizo un artista para la iglesia llamada chrystal cathedral o Christ cathedral, que hoy es la catedral católica de la diócesis de Orange en Estados Unidos, pero que originariamente fue construida como una iglesia protestante.
La imagen de este grupo escultórico la tomo de un vídeo del misionero católico Christian Huerta, al que les remito en la descripción de este vídeo. El primer fariseo parece rechazar al pecador, en este caso la mujer adúltera, desde una posición de superioridad, y por eso he querido compararlo con el caso de los donatistas, que tras la gran persecución de Diocleciano a principios del siglo IV consideraban que los obispos y sacerdotes que habían renegado de la fe no solamente habían pecado, sino que habían perdido la capacidad de celebrar válidamente los sacramentos.
Podríamos decir, por tanto, que la herejía en este caso sería considerar que hay pecados o bien imperdonables, o bien irreparables. Dicho de otro modo, que habría personas a las que ya en vida podemos considerar condenadas al infierno sin remedio, poniendo así límites a la misericordia divina.
El segundo caso sería el del fariseo que muestra odio y tiene ya dispuesta la piedra para arrojarla contra la pecadora. Lo he querido comparar con los herejes llamados cátaros, que significa puros, o albigenses por la ciudad francesa de Albi, donde tuvieron más éxito a principios del siglo XIII. Esta herejía es importante porque dio lugar a la creación de la inquisición y también porque contra ella proclamó el papa Inocencio III una cruzada, es decir, una guerra.
La figura escultórica y la herejía cátara las relaciono porque simbolizan el odio, el enfrentamiento hasta el desprecio del otro, en el caso de los cátaros porque se llamaban a sí mismos puros y consideraban que la Iglesia católica estaba completamente corrompida, que había sido creada por un dios malo y representaba el mal, mientras que ellos representaban el bien. Desde estas posturas no hay más solución que la aniquilación, la desaparición del contrario: la violencia, obviamente, tiene el indudable peligro de que puede arrastrar a ambas partes a una espiral, como fue el caso de la herejía albigense, ya que, después de que los cátaros mataran en 1208 al legado del Papa, llamado Pierre de Castelnau, como he dicho, Inocencio III optó por invocar la cruzada, es decir la guerra, como forma de lucha contra la herejía.
El tercer personaje del grupo escultórico es el fariseo que no muestra odio e incluso parece mostrarse a digusto, a diferencia del primero, que se mostraba muy seguro de su superioridad, pero que argumentando con la letra de la ley no puede alejarse del grupo de quienes quieren ejecutar a la mujer adúltera.
Estos herejes que rechazan perdonar invocando a la Sagrada Escritura serían, de algún modo, comparables a la tercera herejía a la que quería mencionar por su rigorismo moral, que son los jansenistas, condenados en 1713 por la bula Unigenitus del papa Clemente XI. Ciertamente, el jansenismo incluía otros elementos heréticos, como rechazar la autoridad del Papa y rechazar los sacramentos -considerando que solo algunos pocos eran dignos de recibirlos-, pero el centro de su error era considerar que solo algunos individuos recibían la gracia de la salvación.
¿En qué se parecen los rigoristas actuales, y en qué medida pueden identificarse con los que se suele llamar tradicionalistas? Pienso que lo más útil para el espectador que vea a gente haciendo juicios sobre quién es y deja de ser hereje por motivos morales, incluyéndome a mí mismo, es observar y, en la medida de lo posible, alejarse de los consejeros que manifiesten una de esas tres actitudes que acabamos de ver: la anulación del contrario, en el sentido de considerar que ha quedado invalidado para ejercer sus cargos; el odio, el ataque a la persona, el insulto o en general el encasillamiento en un grupo de malos; y en tercer lugar, la invocación a citas de la Sagrada Escritura o del Magisterio, que son por supuesto fuentes de la verdad, pero usándolas como arma para defender una postura inexplicable: la del que no sabe explicarse y por tanto pretende imponerse sin diálogo ni argumentos razonados.
Quizá les parezca que con esta reflexión evito entrar en materia, pero me parece más útil invocar la responsabilidad de cada cual para valorar las actitudes extremas que no podemos aceptar.
Si al hablar del sínodo mencioné la propuesta de John Allen de evitar la palabra cisma, ahora acepto su nueva propuesta de evitar también la palabra herejía. En todo caso, si es necesario, háblese de herejía, pero no de hereje, para evitar la espiral de las acusaciones, no tanto infundadas, como sobre todo inútiles, ya que solo sirven para aumentar la crispación.
Mi propuesta es que, si hay que referirse a las herejías, mejor es advertir a los que pueden caer en ellas de que se están adoptando posturas parecidas al donatismo, al catarismo o al jansenismo, por un lado, el de los llamados conservadores, o bien que sus posturas son próximas al probabilismo, para el caso de los llamados progresistas.
Y ahora sí, vamos a tipificar cómo se identifica el llamado tradicionalismo: tiene tres ideas centrales, expresadas a veces en contraste con ideas manifestadas por el Concilio Vaticano II. La primera nota es defender la unidad y verdad de la Iglesia frente al ecumenismo, la segunda defender el reinado social de Cristo, frente a la tolerancia religiosa y la tercera defender el sacerdocio, y sobre todo su desempeño en la liturgia de la Misa, y la defensa de esta como sacrificio, frente a una concepción pastoral en la que el sacerdote podría parecer el simple presidente de la asamblea de cristianos.
Puede que estas ideas se defienda en el marco de la verdad católica, pero también se puede caer en la herejía al defenderlas, como los tres fariseos del grupo escultórico, si al defenderlas se falta a la caridad.
Entrando ya en casos concretos y, una vez que he aclarado que no pretendo acusar de herejía a personas y grupos, voy a tratar de señalar a aquellos que pueden haber excedido ciertos límites que no se deben traspasar, y distinguirlos de aquellos que, incluso pudiendo ser calificados de tradicionalistas, no han traspasado los límites.
Comencemos con monseñor Carlo Maria Viganò. Despues de haber ocupado nada menos que el cargo de embajador del papa Francisco en Estados Unidos, este monseñor ha traspasado todos los límites, hasta el extremo de hablar siempre de Francisco como si no fuera Papa, llamándole simplemente Bergoglio, o de afirmar en una entrevista del 23 de julio de 2023 que el colegio de cardenales es una “pandilla de herejes” y un “sanedrín modernista”.
Además de negar la pandemia de covid-19, Viganò apoya no solo al expresidente norteamericano Trump, sino también al dictador ruso Putin. Así que por mi parte, pienso que se parece un montón al primero de los fariseos, el que descalifica y considera nulos en sus cargos a aquellos a quienes critica, y que por tanto es mejor no prestar atención a nadie que lo cite, si lo hace a sabiendas de quién es y qué hace Viganò. Entre las webs de habla hispana que dan crédito a Viganò se cuenta adelantelafe.com
En segundo lugar, como pueden ver en la cabecera de este vídeo, está la Fraternidad sacerdotal de san Pío X, representada en la foto por su superior, Davide Pagliarani. Esta Fraternidad fue fundada por el arzobispo Marcel Lefebvre, que en 1988 incurrió en cisma y excomunión por consagrar obispos sin permiso del papa Juan Pablo II. Aunque la excomunión fue levantada por el papa Benedicto XVI en 2009, la Fraternidad no ha regularizado completamente su situación, es decir, no ha aceptado plenamente la doctrina del Vaticano II, aunque tampoco se ha rebelado abiertamente contra el Papa.
Como vimos en otro vídeo, el papa Francisco no los considera cismáticos, pero desde la web de la Fraternidad, su superior Pagliarani manifestaba el 5 de mayo de 2023, una vez más, su ambigüedad. Decía que la sinodalidad es la prioridad del pontificado de Francisco -por tanto lo reconoce como Papa- y que al mismo tiempo es la consecuencia práctica del Vaticano II.
En resumen, puede decirse que la herida entre la Iglesia católica y los herederos de Lefebvre no se ha cerrado, pero tampoco ha terminado de momento en ruptura: de hecho, vimos en la entrevista de Viganò que acusa al papa Francisco de pretender que todos los católicos tradicionalistas se concentren en torno a esta fraternidad, para luego forzar su marcha de la Iglesia.
Entre las escisiones de esta fraternidad que se han alejado de la Iglesia hasta considerar que Francisco no es el Papa están muchos que se llaman sedevacantistas, entre los que destacan algunos en Estados Unidos y Argentina. Pero también los hay que han buscado, por el contrario, mayor unión con el Papa, como es la Fraternidad de San Pedro, que ha creado las peregrinaciones llamadas de Nuestra Señora de la Cristiandad en Francia, Argentina o España: entre los objetivos de estas peregrinaciones vemos netamente expresadas las notas antes señaladas como claves del tradicionalismo, sin deseo de ruptura ni críticas al Papa.
El tercer personaje retratado en la cabecera del vídeo es monseñor Athanasius Schneider, admirable por proceder de un entorno martirial de la antigua Unión Soviética, y que se ha destacado sobre todo por defender el derecho a utilizar la liturgia antigua. Schneider también ha hablado abiertamente, al menos desde 2016, de que hay ya de hecho un cisma en la Iglesia, indicando que los cismáticos permanecen unidos al Papa, pero sin precisar si opina que el Papa es en sí mismo quien alienta la herejía.
Muy recientemente, Schneider ha elogiado al siguiente personaje de la carátula de este vídeo: el obispo norteamericano Joseph Strickland, lamentando que el Vaticano esté tratando de intimidarle, pero asegurándole que los Papas del futuro le agradecerán su defensa de la fe.
Las cartas que escribe monseñor Strickland son fáciles de encontrar en internet, y en ellas ciertamente no hay más que sana doctrina católica. Lo que, en mi opinión, no es tan sano, es que monseñor Strickland difunda sus mensajes por medio de un grupo llamado Catholics for Catholics, en el que aparece retratado el obispo como patrono junto con Steve Bannon, un personaje relevante de la administración del expresidente Trump, que se ha destacado por su apoyo a todos los movimientos de extrema derecha, incluido el dictador ruso Putin.
Para algunos, este dejarse aupar del obispo Strickland por la extrema derecha es un simple descuido, para otros como Christian Huerta, cuyo vídeo al respecto cito de nuevo en la descripción, no es comprensible ni menos laudable que un obispo actúe de la mano de quienes atacan a otros obispos, en concreto al de Los Ángeles, a quien este grupo llamado Católicos por Católicos, ha insultado abiertamente.
Por tanto no está claro si quienes apoyan a Strickland lo hacen solo por su innegable buena doctrina, o porque perciben que no es capaz de someterse o de convivir con otras autoridades y se deja fácilmente persuadir de que debe destacar como si nadie aparte de él fuera ortodoxo.
La última persona, y quizá la más importante para comprender lo sucedido, es el cardenal Raymond Leo Burke, uno de los cuatro que el 19 de septiembre de 2016 escribieron una carta con sus dudas -llamadas en latín Dubia– acerca de la carta Amoris laetitia, a cuya doctrina de laxitud moral, conocida como probabilismo, ya me referí en otro vídeo que, de nuevo, les indico en la descripción de este. Burke es el único de los cuatro que sigue en la brecha -dos de ellos murieron- entendiendo por brecha la denuncia, ahora del sínodo sobre la sinodalidad.
En verano de 2023, Burke firmó el prólogo a un libro que acusa al Sínodo de ser una caja de pandora, pero lo hizo antes de que se publicara el instrumento de trabajo que contenía los temas que se iban a tratar en el sínodo. Por tanto, también de Burke puede decirse que se opondrá por sistema a todo diálogo con aquellos que defienden posturas doctrinalmente peligrosas, incluso aunque sea, como en el caso del sínodo, a puerta cerrada, y en una reunión, como es el sínodo, que solo tiene carácter consultivo.
Desde luego, predicar la doctrina cierta siempre será lo más seguro, por eso insisto en que, salvo en casos extremos de tradicionalismo que nieguen validez al Concilio Vaticano II o le quiten a Francisco el título de Papa, entre quienes critican al Papa y a los que difunden doctrinas moralmente dudosas, rara vez se encontrarán argumentos para acusarles de herejía.
Mi opinión es que la dureza de las formas es lo que puede hacer caer a estos que se hacen llamar tradicionalistas, o a los simples defensores de la tradición cristiana que no adoptan esa etiqueta, en excesos que pueden ser tan perjudiciales para la Iglesia como las herejías.
Así que, al mismo tiempo que repito el consejo de evitar hablar de cismas y herejías, y aún más de cismáticos y herejes, para no dificultar aún más el diálogo y hasta la conversión de cada cual, les aconsejo de nuevo que examinen lo que ven y cada uno a sí mismo, para no caer en rigorismos del estilo del donatismo, que negaba la validez de los sacramentos impartidos por pecadores, del catarismo, que consideraba corruptos sin remedio a todos los que no les siguieran, o del jansenismo, que veía los sacramentos y la salvación como propiedad de unos cuantos elegidos.
Esperando haberles sido útil, les recuerdo que pueden suscribirse al canal Centroeuropa y clicar en la campana si quieren recibir aviso cuando suba un nuevo vídeo o unirse al canal si quieren colaborar económicamente. Hasta la próxima, se despide, Santiago Mata.