JAÉN, DURANTE EL PERIODO ROJO
18 de Julio de 1936-28 de Marzo de 1939
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Soy un hombre que ha sufrido en Jaén los treinta y dos meses del mando rojo y ha logrado sobrevivir a los horrores en que aquel ha sido tan pródigo. No un milagro, una serie de milagros han sido precisos para que yo pueda llegar a esta hora dichosa de reivindicaciones españolas, sin que se me cuente como una víctima más, sacrificada a las iras de la barbarie soviética.
Esto que digo, lo saben todos los que me conocen y, mejor que todos, lo se yo mismo que, con los ojos abiertos, he asistido a esta tremenda pesadilla, esperando de hora en hora, de minuto en minuto, la cuadrilla de facinerosos que habría de elegirme como víctima y darme pasaporte para la cárcel o para ser asesinado al borde de una carretera.
El hecho es que vivo por milagro, por verdadero milagro de Dios y que por milagro escribo también estas cuartillas, sin que, al hacer esta ojeada retrospectiva, hayan logrado aún posarse serenamente en la memoria los sangrantes recuerdos de la tragedia. Las escribo, por encargo del Capitán del Cuerpo Jurídico, señor Palacios, digno Juez instructor de la Causa General sobre la actuación marxista en esta capital, que me ha requerido para que informe acerca de una serie de temas que, articulados en sus fases, variantes y matices, pueden servir para dar una visión de conjunto de la trama y desenvolvimientos de la revolución en Jaén.
Jamás intenté meterme en andanzas de historiador ni con estas cuartillas pretendo quitar baza y adelantarme a los que, con mejores títulos, preparación mayor y más abundante acopio de datos hagan la crónica de lo que ha sido el dominio rojo en esta capital. Con empeño bastante más modesto, me he limitado a reflejar a grandes rasgos lo que he visto y he vivido en los trágicos días pretéritos, vaciando en estos renglones el calor, la subjetividad, el aliento emotivo que llevan consigo los recuerdos imperecederos y todo ello con sobrio aderezo de palabras para que los excesos retóricos no hagan palidecer la verdad que es la esencia de la historia y debe ser también la piedra angular de este relato.
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LA REVOLUCIÓN EN LOS PRIMEROS MOMENTOS
Las primeras noticias del movimiento nacional, comenzaron a circular por Jaén, de un modo vago e impreciso, durante la mañana del día 19 de Julio de 1936. Se hablaba de la sublevación del Ejército de África y del levantamiento de algunas capitales. Desde el asesinato de Calvo Sotelo, el acontecimiento era esperado y parece que se habían dado fechas y consignas, para que el movimiento fuese secundado por todos los afines y simpatizantes; pero, esa consigna no llegó a darse y esto contribuyó a aumentar la ansiedad y la desorientación entre las clases burguesas en los primeros instantes. Mientras tanto, el populacho, se había echado ya a la calle, haciéndose dueño enteramente de ella e inaugurando el periodo de violencias que ha durado treinta y dos meses y que había de culminar más tarde en una espantosa serie de crímenes, de la que no hay precedente en la historia.
La radio oficial, acaparada por el Gobernador y las organizaciones obreras llamaba a rebato a sus afiliados en forma apremiante y desaforada; las autoridades reclamaban la entrega de coches, armas y municiones, en tanto que patrullas de milicianos recorrían las calles haciendo detenciones y practicando registros domiciliarios para apoderarse de escopetas, pistolas, puñales, cuchillos y de cuantos elementos de lucha encontraban a mano.
Comenzaron a flamear profusamente los primeros trapos rojos en colgaduras y banderines, en el brazal de los milicianos y en la sucia pelambre de las mujerzuelas, que bullían y alborotaban en un desenfreno de aquelarre; la Plaza de San Francisco, la Carrera y calles afluentes no podían contener el hervor de la muchedumbre; pasaban autos y camiones en carrera vertiginosa, con grupos armados de milicianos, entonando himnos internacionales; todo era ruido, estridencia, estrépito resonante, con el que se mezclaba la voz enardecida de oradores improvisados que arengaban a las masas encaramados en la verja de la Diputación provincial y en la escalinata del Palacio de Comunicaciones.
Fueron horas horribles de agitación, de angustia, de nerviosismo; era
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un constante moverse de gentes enfebrecidas, delirantes, frenéticas; dijerase que en las calles había surgido una humanidad desconocida, una nueva fauna social, una extraña y deforme clase de seres, abortada de un antro infernal en una monstruosa hora de demencia. Unos pobres frailes de la Merced, que acertaron a pasar por entre la enloquecida muchedumbre, cayeron bárbaramente apuñalados por la espalda, como si con este crimen cobarde quisiera hacer su bautizo de sangre la revolución, que ya se abrió paso, triunfante y rugidora, rompiendo todos los diques morales, para ir derrumbando, más tarde, desenfrenada y trágica, todas las instituciones seculares, todas las cosas amadas, todo lo que una sociedad consciente había levantado en veinte siglos de obra civilizadora.
El día 20 de Julio los rumores fueron más concretos y llevaron un poco de aliento al espíritu de los jaeneros simpatizantes con el Glorioso movimiento. Se sabía que la sublevación había triunfado en Sevilla y en Córdoba y se esperaba que el chispazo corriese a Jaén; decíase que las fuerzas de Córdoba y los elementos militares de Jaén estaban ya en contacto, que de un momento a otro, nuestra capital, ganando el tiempo perdido, se uniría también al movimiento. Se oía decir: “Ya están en el Carpio” “Ya están en Villa del Río” “Ya vienen” “Ya se acercan”.
Pero no vinieron. No vinieron, no sé si porque Córdoba no pudo acercarse a Jaén o porque Jaén no pudo adelantarse a Córdoba. El hecho fatal, inexorablemente fatal, es ese y así hay que consignarlo. Todo fue cuestión de horas, de minutos, de segundos, tal vez. En Jaén, por desgracia, no había guarnición, pero existían fuerzas de seguridad y Asalto y algunas de Carabineros; se había concentrado toda o casi toda la Guardia Civil de la provincia; había ya dos o tres mil presos en la Catedral y en la cárcel y muchos centenares de ciudadanos en sus casas esperando el aviso, la consigna, la orden de echarse a la calle…
En esa indecisión, los rojos se adelantaron, ganaron la vez y eso fue todo. Hubiérase lanzado resueltamente un grupo de derechas armado, una patrulla de la Guardia Civil, unos cuantos Carabineros o Guardias de Seguridad y se habrían hecho dueños por entero de la situación.
El marxismo, cobarde y vil por naturaleza, no sale de sus cubiles sino cuando puede herir a mansalva y sobre seguro; busca por instinto de fiera
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el aliente, el calor de la manada y solo entonces reacciona y roba y asesina. Así, de haber tenido que enfrentarse con un adversario dispuesto a la lucha, la horda salvaje hubiera permanecido agazapada, con ahorro de los millones y millones de riqueza que la revolución ha devorado en la provincia y los miles y miles de vidas humanas, bárbaramente inmoladas en el ara sacrílega de la crueldad marxista.
LAS CHEKAS
CÓMO SE ORGANIZÓ EL FRENTE POPULAR EN JAÉN. QUIÉN LO PRESIDÍA
INFLUENCIA DEL PRESIDENTE
Las primeras checas fueron bandas sueltas, probablemente incontroladas, de maleantes extremistas que se dedicaron por su cuenta al pillaje y al crimen, sacando por la noche de sus casas a ciudadanos indefensos para darles el paseo. Algún tiempo después, al establecerse en Jaén la policía de retaguardia, creación funesta del insensato Galarza, surgió la checa oficial, la más terrible de todas, bajo la dirección de Aroca y Valenzuela. Estuvo instalada, primero en el Ayuntamiento, luego, en la calle del Obispo en la casa que expoliaron a Don Balbino Medina. Debieron ser muchos los asesinatos que en ella se fraguaron, albergado a los detenidos en los sótanos por más o menos tiempo hasta que les daban el consabido paseo. Una de sus víctimas, fue un joven casi un niño, Don Francisco Gómez Molleda, Abogado del Estado, gloria del Cuerpo, por su entendimiento preclaro, por su capacidad profesional, por su limpia y exaltada ciudadanía.
Las detenciones se realizaban al anochecer y cuando en días inmediatos los familiares acudían con el desayuno para el deudo querido se les decía secamente: “Ya no se encuentra aquí: ha sido puesto en libertad”. Lo que quería decir; “tu marido, tu padre, tu hermano, ha sido asesinado.”
Ignoro si las Chekas y el Frente Popular tuvieron entre sí alguna relación directa y si este último llegó a inspirar la acción de aquellas, aunque lo cierto es que, en todo momento, de haber querido, pudo contener sus excesos, por ser este el organismo en que radicaba la suprema autoridad revolucionaria. El Frente Popular lo presidía el Gobernador Civil de la Provincia y estaba integrado por una representación de los partidos
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políticos y las agrupaciones sindicales que formaron dicho Frente en las elecciones de Febrero de 1936.
La C.N.T., hay que decirlo en honor a la verdad, no entró a formar parte del Frente Popular ni de las corporaciones públicas. Sus dirigentes, sean los que fueren sus pecados pretéritos, llegaron a Jaén, como pregoneros de la revolución, ciertamente, pero de una revolución sin exceso, sin violencias estériles y se convirtieron en defensores espontáneos de todos los elementos de orden y de la clase media burguesa, salvando no pocas vidas, conteniendo la racha de crímenes alevosos, dando en fin, una noche el ejemplo aleccionador de ejecutar dentro del coche que utilizaban para sus correrías a unos cuantos afiliados que se dedicaban abiertamente al saqueo, quebrantando la consigna de la organización.
El Gobernador Civil, en su propia función y en la de presidente del Frente Popular, no era nada; a lo sumo, un distinguido camarada, a quien no se le tomaba opinión ni consejo y cuya autoridad se veía constantemente desobedecida o rebasada.
Sobre esto, un hecho concreto, muy elocuente. Era en los primeros días de Agosto de 1936 y desempeñaba el cargo de Gobernador el señor [Luis Ríos] Zuñón, de abolengo republicano, hombre de espíritu apocado que no tardó en darse cuenta de la pugna en que se encontraba con el Frente Popular y sus procedimientos. La Catedral y la Cárcel estaban abarrotadas de presos y me consta que el Gobernador temiendo por ellos, exteriorizó su alarma oficialmente rogando en telegrama cifrado al Director General de Prisiones, Don Pedro Villar, hijo de la Provincia, que dispusiese el traslado de los detenidos a lugar más seguro. El Director, con innegable buen deseo, atendió la indicación y ordenó la salida de dos expediciones para el penal de Alcalá. La primera, la efectuó el día diez o once de Agosto de 1936 y al llegar a Madrid, fueron seleccionados y fusilados seguidamente diez u once expedicionarios, entre los que figuraban los exdiputados agrarios Don José Cos Serrano y Don Carlos Álvarez Lara, los exgobernadores Don Juan Antonio Torres Romero y Don Fernando López Obregón y algunos señores más de significación notoriamente derechista.
Al día siguiente salió una nueva expedición mucho más numerosa, de la que formaban parte el Obispo de Jaén con sus familiares y el Deán de la
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Catedral. La expedición, como es sabido, no pudo pasar de la estación de Villaverde, donde los marxistas la esperaban para fusilar en masa a los pobres presos.
¿Quién dio el aviso de la marcha de estas expediciones? ¿Cómo se estableció el contacto de Jaén con Madrid para salir al paso de esas caravanas de detenidos y malograr el intento previsor del Gobernador Civil y del Director de Prisiones?
En la respuesta a estas preguntas va envuelta implícitamente la presunción de que el Frente Popular de Jaén suplicó en este caso, quién sabe si en algunos más, la acción criminal de las Chekas, ya que solo el Frente Popular o algunos de sus más destacados dirigentes es quien únicamente pudo establecer la comunicación con las hordas congéneres de Madrid para prevenirles de la marcha de los trenes y llevar a cabo la bárbara matanza.
¿PREPONDERARON EN JAÉN LOS PARTIDOS POLÍTICOS O EL EJÉRCITO REPUBLICANO?
No hubo en los primeros momentos Ejércitos propiamente dichos, ya que Jaén solo contaba con algunas fuerzas de la Guardia Civil, de Seguridad y de Carabineros.
Más tarde, en los avances de la guerra, cuando verdaderamente hubo Ejército, este se limitó a actuar en los diversos frentes de la provincia, quedando la plana Mayor en la capital, concretada también su misión a su peculiar cometido, sin que en ningún momento se hayan notado pugnas entre el mando civil y el militar ni entre este elemento y los partidos políticos republicanos.
Unos y otros parecen haber coexistido en armónica relación dentro de sus respectivas funciones, sin disputarse hegemonías ni preponderancias.
Se ha visto, frecuentemente, a los jefes militares y Comisarios, asistir a actos políticos de propaganda y tomar parte activa en ellos alternando con los dirigentes marxistas y republicanos y hasta compitiendo en ocasiones con los mismos, especialmente durante el largo periodo del Coronel Menoyo y Cayetano Redondo en el mando respectivamente, del Noveno Cuerpo de Ejército y del Comisariado del mismo, pues tanto uno como otro, poseí-
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dos de la manía tan española de sentirse oradores, asistían complacidos a los mitines y soltaban también inflamadas peroratas.
LOS TRIBUNALES POPULARES
Comenzaron a funcionar en esta capital en el mes de Octubre de 1936 y han sido una Cheka más, disfrazada con el pomposo nombre de justicia republicana.
Magistrados, Fiscales, Letrados, todos, menos los jurados, eran figuras decorativas. ¡Y qué jurados! Eran, como una selección a la inversa, lo más bajo, lo más abyecto de las organizaciones políticas y sindicales, escogidos por sus instintos extremistas, por su paroxismo morboso, por su delirante pasión sanguinaria. Todas las causas iban ya de antemano prejuzgadas, sometidas fatalmente al fallo inexorable de unos hombres sañudos y rencorosos, que entraban “a hacer justicia” embriagados de ferocidad.
En los primeros meses de actuación el espectáculo del tribunal no podía ser más deprimente. No se usaba la toga, que tan sobria austeridad imprime a la función de la justicia y, desde el Presidente hasta el último Jurado, pasando por el fiscal, ¡llevaban la pistola al cinto! Allí no estaban desarmados más que el reo y el Abogado, semejando este último un reo más, que comparecía cohibido y medroso para desempeñar a la fuerza el triste papel de una defensa, ajustada a normas rígidas y frías para no herir la susceptibilidad revolucionaria de los energúmenos, una defensa convencional, ceremoniosa, saturada de inevitables adulaciones a un tribunal público, encarnación monstruosa de los más perversos desenfrenos.
El Tribunal Popular de Jaén registra en su haber una siniestra y larga lista de asesinatos legales. Fueron muchas las sentencias de muerte que la Cheka oficial dictó y que fueron ejecutadas sin compasión. Pero, lo más monstruoso, lo más espeluznante de este Tribunal asiático, saturado de la bárbara pasión del crimen, es esto que vamos a decir. Al juzgar los delitos de rebelión, el jurado apreciaba en todos ellos la agravante de premeditación, que llevaba consigo la imposición de la pena de muerte y que, por ser inherente, consustancial con el delito mismo, no podía considerarse como circunstancia modificativa de la responsabilidad penal. En todas
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las causas, los defensores plantearon esta tesis, de puro y elemental sentido jurídico, con la noble finalidad de librar a los acusados de la aplicación de una pena irreparable. Al cabo del tiempo, el Tribunal Supremo, de acuerdo con aquella doctrina, resolvió que la premeditación estaba implícitamente envuelta en el concepto de rebelión, como integrante del delito mismo y que no podía, por tanto, estimarse como circunstancia de agravación. Pero ya era tarde. La doctrina del Supremo llegó a conocimiento del Tribunal cuando ya se habían pronunciado más de ochenta sentencias de muerte y cuando los pobres acusados habían ya caído para siempre ante el piquete de ejecución…
A medida que el tiempo fue avanzando las condenas a muerte, en un principio fulminantes y terribles, fueron disminuyendo, la actuación del Tribunal se hizo más benigna, como si aquel se espantase ya de su propia obra y así se llegó a los últimos meses de la guerra en que presidido por Don Emilio Aguado, un Magistrado de corazón y de conciencia, logró imponer plenamente su autoridad encauzando la actuación del Tribunal por senderos de amplia, serena y tolerante ecuanimidad dentro de las duras realidades de la legalidad marxista.
Yo tendré siempre por un gran favor providencial el haber podido escapar de toda actuación ante el llamado Tribunal Popular. Era yo Letrado en ejercicio, cuando se implantó su funcionamiento y no sé por qué circunstancia venturosa, el Colegio de Abogados, emitió mi nombre al formar la lista de los que obligatoriamente estaban en el caso de turnar en las defensas de oficio. Sin miedo a las posibles represalias, me dí seguidamente de baja en la contribución y ello felizmente me ha librado de tener que ejercer la profesión en condiciones torturantes de indignidad, sin encontrar en el sagrado ministerio de la defensa horizontes de libertad ni de justicia, viendo encarnada esta augusta función en una plebe anónima e irresponsable, sin moral, sin noción del bien, con una invencible inclinación al mal, unos seres, en fin, de una siniestra levadura social desconocida, revelaciones abominables de hombres-fieras que creen que en la esfera de la justicia solo puede haber una cumbre, una categoría ¡la de verdugo!
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EL GOBIERNO REPUBLICANO ¿QUISO MANTENER Y MANTUVO UNA APARIENCIA DE LEGALIDAD O POR EL CONTRARIO SE VIO DESBORDADO POR LOS PARTIDOS DEL FRENTE POPULAR?
Tengo por indudable que, en los primeros momentos y aun algunos meses después, el Gobierno se vio en ocasiones rebasado por el Frente Popular y este y aquel, a su vez, por bandas de malhechores, controladas por partidos y organizaciones afectas al Gobierno, pero que obraban con exclusiva independencia sin otro móvil que el del saqueo, la expoliación y el crimen.
Creo sinceramente que a la autoridad gubernativa le fue imposible o muy difícil en esos instantes dominar de plano la situación, pero no es menos cierto que no se vio ni se supo que hiciera nada para contener o paliar siquiera el desenfreno. Fueron muchos los atropellos, los desmanes que en Julio y Agosto de 1936 llevaron a cabo individuos más o menos destacados del Socorro Rojo y de otras organizaciones marxistas sin que el Gobernador Civil ni el Frente Popular hiciesen otra cosa que permanecer impasibles, cruzados de brazos ante las más indignantes audacias.
Más tarde, cuando el clamoreo de la población civil, torturada, se hizo más denso y cuando repercutió con escándalo en la opinión extranjera el eco del terror con que el dominio rojo iba señalando su paso, el Gobierno, espantado de su propia obra y de la de sus colaboradores, reaccionó hipócritamente, lavándose las manos como Pilatos, protestando de lo que llamaba desbordamiento inconsciente de las masas y declarando con ridícula solemnidad que, dueño ya de la situación, efectuaría las depuraciones precisas para sancionar los desafueros pasados y contener y reprimir los que pudieran cometerse en lo sucesivo. ¡Palabras, palabras y nada más que palabras! Cierto que los actos vandálicos, los crímenes en general, fueron disminuyendo, pero, no como consecuencia de la reacción del Gobierno, sino porque realmente la mortandad y el robo habían dado ya a la revolución su máximo contingente y cada vez estaba más espigado el campo de experimentación de ladrones y asesinos.
Así pues, a un lado habilidades y fingidas condolencias, puede afirmarse que el Gobierno fue sordo a los más inexcusables clamores de justicia, aun en los momentos en que, dueño plenamente de los resortes de autoridad y de mando, pudo y debió actuar con ejemplar energía para refrenar un estado de
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anarquía y de oprobio que pugnaba con la dignidad del poder público.
Recuerdo a este propósito, aquellos falsos cantos a la democracia del Gobierno Negrín-Prieto y aquellas ridículas e inocentes declaraciones de Irujo, Ministro entonces de Justicia, que querían dar la sensación de que “la España leal” era el prototipo del orden y de legalidad ciudadana, una nación venturosa, salvaguardadora de los derechos y el respeto más absoluto [a] la Religión, la Propiedad, la Familia. ¡Cuánta farsa y cuánta mentira!
Quiero recordar también que, por aquellos días precisamente, un Presidente de esta Audiencia que había pecado lo suyo y que se decía amigo de Irujo, en un acto de contrición, fue a Valencia a informarle de las monstruosidades que en el orden extralegal se habían desarrollado en Jaén y como consecuencia de esta visita, el Ministro de Justicia nombró Juez especial encargado de practicar las depuraciones oportunas.
Este Juez especial, quedó designado, pero no llegó a actuar. No le dejaron ni el Gobernador ni el Frente Popular ni ninguno de los mandones, mandoncillos y mandoncetes que el régimen rojo ha venido produciendo para sonrojo e ignominia de Jaén.
LUGAR DE LOS ASESINATOS EN JAÉN O FUERA DE SU TÉRMINO
Las penas de muerte acordadas por el Tribunal popular, que eran a la postre una forma oficial de asesinato, muy numerosas en los primeros meses del dominio rojo, se ejecutaban en el Tiro Nacional, formando el piquete guardias de Asalto, no faltando tampoco la presencia de milicianos ni de curiosos encanallados, que saciaban su bestialidad en la contemplación del horrendo espectáculo.
Los crímenes de las Chekas se cometían generalmente fuera del término municipal, dando el trabajo de recoger y enterrar los cadáveres a los del término vecino. Los lugares, preferentemente elegidos para el trágico paseo eran las carreteras de Jaén a Mancha Real, la de Jaén a Albacete y la de Jaén a Madrid. Las ejecuciones se realizaban al borde mismo de las carreteras, donde a veces los cadáveres quedaban insepultos por algunos días. Los enterramientos se hacían tan a flor de tierra que algunos caminantes han visto con espanto asomar fuera de la improvisada sepultura el pie o el brazo de algún desgraciado que acaso fuera enterrado con vida por sus asesinos.
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REPRESALIAS POR LOS BOMBARDEOS DE LA AVIACIÓN NACIONALISTA
Fueron inmediatas y aterradoras. Los aviones nacionales bombardearon a Jaén el día 1º de Abril de 1937, en respuesta al bombardeo de que la aviación roja hizo víctima unos días antes a la población civil de Córdoba. En las noches del dos al seis de Abril se sacaron de la cárcel varias expediciones de presos que fueron fusilados despiadadamente. No puedo precisar el número. ¿Doscientos? ¿Trescientos? ¿Cuatrocientos? El dato podrán atestiguarlo con toda exactitud los libros de la cárcel o los guardianes de la prisión. Lo indudable es que la cifra de los fusilados fue verdaderamente extraordinaria, figurando entre los mártires personalidades muy prestigiosas, como el Abogado del Estado, Don Antonio Martín Acuña, el Teniente Coronel Don Felipe Serrano Tabares, Don Ángel Méndez, Ingeniero Industrial, Don Salvador Mifsut, Jefe del servicio forestal, Don Melchor Cobo Medina, ex-Alcalde de Jaén durante el Gobierno de Lerroux-Gil Robles.
RECOGIDA DE PLATA, ORO Y ALHAJAS
Fueron varias las órdenes ministeriales que se dieron sobre la materia. En los primeros meses de la guerra, la plata comenzó a escasear, a desaparecer y se declaró ilícita su tenencia, con apercibimiento de graves sanciones para los que no la entregasen. Allá por el mes de Octubre o Noviembre de 1936 se dictó otro decreto en el que se ordenaba la entrega del oro amonedado, fijándose el tipo de cambio para la operación.
Dentro del segundo año de guerra, otro decreto apremiante, de estilo draconiano, exigía que dentro de un plazo determinado se constituyesen en depósito en los Bancos las alhajas y el oro no amonedado que pasaría a poder del Estado, el cual abonaría su valor una vez practicada la oportuna tasación. Las gentes no picaron mucho en el anzuelo. El miedo a las denuncias, a los registros y a las duras sanciones con que se amenazaba, hizo que no pocos acudiesen a la ventanilla de los bancos para efectuar los consabidos depósitos. Transcurrió el tiempo sin que la valoración prometida se hiciese y por último, un día, creo que a mediados del año 1938, se presentaron en Jaén unos carabineros con órdenes urgentes de llevarse el oro y las alhajas, que cargaron en camiones traídos con ese objeto y desaparecieron con el botín para siempre. No sorprendió a nadie el despojo que desde un principio se tenía ya
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previsto. En la población, sin embargo, se levantó un sordo clamor de indignación ante la descarada conducta del Gobierno que pretendió legalizar la expoliación con un decreto del que luego hizo caso omiso, convirtiéndose al fin en un ladrón más, en cínico atracador de la fortuna de los ciudadanos, que en todo momento se jactaba de salvaguardar.
Mas, estoy seguro de que el tesoro así expoliado, no habrá lucido mucho a los detentadores. Salvo muy contados casos, influidos especialmente por el pánico, las entregas de oro no amonedado y alhajas que se hicieron en los Bancos, fueron en su mayor parte, un verdadero timo, un timo con el que la población, sabiamente aleccionada, correspondía a la conducta fraudulenta del Gobierno, o lo que es lo mismo, que las gentes no entregaron lo más valioso del oro y las alhajas sino simplemente la chatarra, la herrumbre, las baratijas. Lo más puro de uno y otras, supieron los más, esconderlo, enterrarlo, sustraerlo por todos los medios a la codicia insaciable de los rojos y esos son los torrentes de plata que hoy fluyen a las arcas del banco y que circulan en chorro abundante en el comercio; el oro y las joyas de ley que, en gran cantidad y en ofrenda generosa, los ciudadanos de la España redimida van entregando para fortalecimiento del Tesoro nacional.
Para perseguir las ocultaciones de oro, plata y alhajas, la República democrática, maestra siempre en concepciones geniales, había creado una escuela especial de policías, una escuela de rateros, que han dado no pocos golpes de suerte y de audacia, descubriendo y apoderándose de verdaderos tesoros que iban a la llamada Caja de Reparaciones y que luego han debido pasar, como botín de afrenta, a la bolsa de los altos dignatarios de la República para alivio de sus días en el extranjero.
No puede hablarse de rapacerías sin mencionar al Socorro Rojo Internacional, benemérita institución-pirata, que ha dejado de sus fechorías en la ciudad recuerdos inolvidables. El Socorro Rojo lo ha saqueado todo, la caja de los comercios y el bolsillo de los ciudadanos, el dinero, las alhajas, el aceite, las ropas, las aves, los jamones, cuanto podía ser materia codiciable de expoliación, todo ello, con el más impúdico descaro, descerrajando puertas, allanando moradas, asaltando bodegas y despensas; en muchos casos, fijando previamente la cantidad a las víctimas del despojo exigiendo la entrega inmediata con la pistola.
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¡Oh Jacinto Cruz Fernández y demás congéneres del benemérito Socorro Rojo, qué alto habéis puesto vuestro nombre en la piratería andante y cómo vuestras hazañas han eclipsado y dejado tamañitas las de los más insignes ladrones que en el mundo han sido!
CAUSAS QUE DETERMINARON LA DESVALORIZACIÓN DE LA MONEDA
Fueron varias, aunque en rigor, puede reducirse esas causas a dos grupos fundamentales; unas, de tipo moral, otras, de naturaleza puramente financiera.
Entre las primeras, hay que mencionar el descrédito en que constantemente ha vivido el Gobierno rojo, el ambiente de alarma y de terror en que ha tenido a la población civil durante treinta y dos meses, el saboteo de que ha sido objeto por los elementos de orden, que la han negado plata, oro, alhajas, cuanto podía ayudarle a hacer frente a los cuantiosos gastos de la guerra.
Entre las causas de tipo financiero hay que considerar la falta de numerario de billetes legítimos, inmovilizados en manos de sus poseedores; el gran número de emisiones de papel puesto en circulación y declarado de curso legal forzoso; la ruina de todas las fuentes de producción y de riqueza, faltas de brazos, de inteligencias directoras y de alientos estimuladores; el régimen de incautaciones y despojos en que cayó la propiedad privada, pasando las fincas a explotadores advenedizos, atentos solo a la codicia y al lucro.
Paralelamente a la inflación monetaria, fue elevándose el precio de los artículos de un modo descompasado. El valor de las cosas llegó a alcanzar en algún momento cifras verdaderamente fabulosas; un cincuenta, un ciento, un quinientos y a veces, un mil por ciento más. Pero, es que a esa hora, las cosas, los artículos tanto los de consumo, como las materias primas, los utensilios domésticos y de trabajo, habían ya desaparecido del mercado y era un problema encontrar un plato, un trozo de jabón, un quilo de arroz, de garbanzos, de azúcar, etc, etc.
Surgieron las cartillas de racionamiento y con las cartillas las colas. Colas para todo. Colas para el pan, para la leche, para las verduras. La visión siniestra del soviet ruso era ya completa.
Para las familias perseguidas y honestas, las colas eran algo terrible. Tenían puesto de honor en ellas los cuarenta o cincuenta mil evacuados que se habían refugiado en Jaén haciendo a los naturales una formidable competen-
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cia en el aprovisionamiento. En los contados días en que se daba carne o pescado las colas eran algo imponente. Se extendían en fila interminable, a lo largo de la calle, fuera del recinto, del mercado y eran pródigas en ruidosos incidentes, en bravas reyertas, en crueles mofas, en soeces denuestos de que mujerzuelas evacuadas hacían blanco a las pobres señoras tachadas de fascistas que iban a proveerse de la modesta ración con el dolor en el alma por contar preso, cuando no asesinado, a alguno de sus más queridos familiares.
RÉGIMEN DE VALES – PERMUTA E INTERCAMBIO DE MERCANCÍAS.
A medida que la güerra avanzaba, la carencia de toda clase de monedas se hizo casi absoluta, creando graves conflictos en el mercado. El Gobierno había lanzado ya copiosas emisiones de billetes, pero faltaban las monedas fraccionarias de plata de cinco, dos y una peseta; se había escondido también la calderilla, hasta el punto de ser raro encontrar piezas de cinco y diez céntimos. Así se llegó al régimen de vales y cartones, que utilizaban en comercio, bares y cafés, emitidos por los mismos establecimientos. En los pueblos de la provincia, los vales estaban emitidos por los propios Ayuntamientos. Las emisiones fueron crecidas y pronto se convirtieron en una masa volante de papel resobado, que pasaba de mano en mano, entre la mofa y el descrédito.
A los pocos meses de estar en circulación esta carroña fiduciaria, el Gobierno mandó recogerla, lucrándose bonitamente con la ganancia mezquina representada por los vales rotos o extraviados que no se habían presentado al canje. [La frase siguiente está escrita a mano.] El tahur más consumado, no lo hace mejor.
La desvalorización constante de la moneda fue causa de que esta casi desapareciese como elemento de transacción y ello, juntamente con la escasez y acaparamiento de artículos de comercio, llevó fatalmente al sistema de permuta e intercambio de mercancías, que se efectuó, desde un principio de modo abierto y descarado y más tarde, escondida y cautelosamente para burlar la acción del tribunal de guardia, ante el que se sancionaban las infracciones en esta materia con penas carcelarias y fuertes multas.
Aun así, el sistema de intercambio llegó a generalizarse como el único posible en todo género de transacciones. En los comercios no había de nada; estaban agotadas todas las existencias, pero comprador y vendedor se hablaban al oído y enseguida había zapatos y telas que se permutaban por huevos, queso,
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garbanzos, jabón, etc. etc, abonándose en metálico las diferencias.
Cuando intervenían como factores de cambio el borrego, el pavo, la gallina, la operación se revestía de la mayor solemnidad y misterio y las familias estaban pendientes de ella con la ansiedad y la emoción que podía esperarse el resultado de una gran jugada de Bolsa.
RÉGIMEN DE LAS INDUSTRIAS – EL COMERCIO – LA AGRICULTURA – HOTELES Y PENSIONES – PRODUCCIÓN ACEITERA.
En general, el régimen de explotación marxista en todos los órdenes de la actividad industrial ha sido el caos, un verdadero caos, en el que han venido sobrenadando como trofeos de ruinas, la incapacidad de las masas ciegas, la codicia, la ignorancia y la concupiscencia de los elementos dirigentes.
Si hubiera que dar una definición breve, comprensiva y exacta de los partidos marxistas, en su doble naturaleza de comunistas y socialistas, yo diría que “son los organizadores de la desorganización”. Yo creo que no pueden darse, en efecto, maestros más consumados, artífices más perfectos, en destruir lo que ya está construido, en desorganizar lo que ya estaba organizado. El tan pregonado Stajanow ruso, ejemplo de superación en el trabajo, no ha parecido por parte alguna.
Sometidas todas las industrias al régimen implacable del control; ejercido ese control, no por los más aptos y los más honestos, sino por los más audaces, poseídos de delirios innovadores, el comercio, la agricultura, allí donde existía una actividad industrial, sobrevino inevitablemente el colapso al pesar en ella el marxismo su planta perturbadora. El comercio, los hoteles, las fábricas, los campos, todo cayó bajo su garra maldita, llevando la asfixia a todos los centros de producción, el agotamiento a todos los manantiales de riqueza.
El dato más elocuente que otro alguno, sobre lo que ha sido la acción del marxismo en las industrias, puede aportarlo esta provincia, con solo mirar el ejemplo que ofrece en estos momentos la industria aceitera. Constituye el olivo, como es sabido, la riqueza más importante de la provincia y la producción de aceite ha alcanzado cifras enormes en las campañas de 1936-1937 y 1937-1938, por lo abundantísimo de las cosechas. ¡Años ubérrimos, años grandes para alimentar la vorágine de la revolución y de la guerra!
A pesar de ello, los predios olivares se han labrado poco y mal; este año,
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estamos ya a fines de Abril y aun no se les ha dado una vuelta de arado ni se ha realizado ninguna labor de invierno, quedando en muchos sitios en el suelo aceituna que todavía no ha podido recogerse. En cuanto a la fabricación, el problema es aun más pavoroso; algunos molinos no funcionan por tener averías que no han podido o no han querido repararse a tiempo, otros muchos, se encuentran paralizados por la falta de capachos, mientras el fruto, atrojado en cantidad extraordinaria, espera la hora de ser molturado.
Si esto ocurre con la industria del aceite, fuente principalísima de riqueza, ¿qué habrá ocurrido con las demás industrias que no han alcanzado como aquella tan alto grado de prosperidad y florecimiento? ¿No es este el mejor y más claro exponente de la ruina que el dominio rojo ha llevado a la producción y a la economía nacional? ¿Se quiere, en fin, una confirmación más elocuente de la frase escrita al comienzo de este apartado, cuando se dice que el marxismo es el más diestro “organizador de la desorganización”?
ESTÍMULO DEL HOMBRE PARA EL TRABAJO Y EL AHORRO
Gran parte de lo escrito a lo largo de este informe puede servir de respuesta al presente epígrafe, evitando nuevas consideraciones que conducen a la conclusión de que ese estímulo no ha existido, no ha podido existir durante la dominación marxista. El trabajo y el ahorro son virtudes que solo pueden subsistir en climas morales adecuados, en horas benditas de paz y serenidad de los pueblos, bajo horizontes diáfanos y puros, no contaminados de odios ni de sangre.
No puede haber hábitos de trabajo y de ahorro en una sociedad devorada por las mortales inquietudes del presente y del mañana, en constante zozobra a todas horas, en un ambiente angustioso de ansiedades e incertidumbres, como si la vida estuviese bajo la influencia de una negra pesadilla.
La vesanía revolucionaria ha traído en la llamada España leal, el rebajamiento de los valores espirituales, la relajación de la autoridad, el quebranto de la disciplina social; han sido frecuentes las claudicaciones y las cobardías; se ha vivido, mejor dicho, se ha vegetado, en una atmósfera de grosero materialismo, que asfixiaba todo sentimiento, todo estímulo ennoblecedor de la vida. Ni trabajo fecundo, ni ahorro previsor, ni respeto en los de abajo, ni austeridad en los de arriba, ni amor ni comprensión en parte al-
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guna, todo en fin, marchito, esterilizado por los odios que, en forma de gases venenosos, han ido infiltrando en las almas los execrables apóstoles del marxismo.
LA PROPIEDAD PRIVADA
Ha sido el azote, el blanco predilecto de la furia revolucionaria, en todas sus formas; en forma de saqueo, de atraco unas veces, otras en forma de expoliación oficial, mediante la incautación.
La primera, torpe medida, de la república contra la propiedad, fue el decreto de 2 de Agosto de 1936, por el que se redujo en un cincuenta por ciento el pago de los alquileres urbanos y con él se causó un daño gravísimo a muchos pequeños propietarios de casas en las que habían invertido todos sus ahorros.
Luego, se puso en práctica en gran escala el sistema de incautaciones, a virtud de una declaración de desafección al régimen contra la persona que era víctima de la expoliación. Así, se ha desposeído de sus fincas rústicas y urbanas a millares de ciudadanos, que han quedado en la mayor miseria, mientras aquellas pasaban a mano de las organizaciones políticas y sindicales, a las llamadas “colectividades” constituidas especialmente para la explotación de los predios rurales, que tan funestos resultados han traído a la economía de la provincia, según se ha expuesto al hablar de la agricultura e industrias en el apartado correspondiente.
En el aspecto que pudiera llamarse la propiedad doméstica, esta ha sufrido todo género de vejaciones y asaltos por los cabecillas del régimen. Los registros domiciliarios han sido infinitos, unas veces, sobre todo, en los comienzos de la revolución, realizados por iniciativa exclusiva de milicianos; otras ordenados por la autoridad, pero, todos, presididos por el mismo designio, el de desvalijar implacablemente todo lo que se encontraba a mano; dinero, alhajas, artículos de despensa, camas, colchones, muebles, máquinas de escribir y de coser, mantas, prendas de vestir, vajillas, cubiertos, etc. etc., haciendo, en suma, almoneda con todo, desmantelando hogares acomodados para adecentar los clubs y las casas de los rojos con el producto de los saqueos. Tales desmanes juntamente con la invasión de refugiados amontonados en las viviendas, ha causado a la propiedad urbana más daño que un terremoto. Todas han quedado infectas, sucias, maltrechas, necesitadas de obras y desinfección para una larga temporada.
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CONDUCTA DEL GOBIERNO REPUBLICANO CON RESPECTO A LA PROPAGANDA EN GENERAL – LA PRENSA EN EL DOMINIO ROJO
La propaganda ha sido una de las armas más poderosas del régimen caído y uno de los pocos servicios relativamente bien organizados. Conocían el Gobierno y las organizaciones lo que en aquella se jugaban y, desde un principio, pusieron el mayor empeño en perfeccionarla. No había, como es natural, otra propaganda que la que al régimen interesaba, la que se “fabricaba” aquí, en la ridículamente llamada España leal y la que se importaba de Rusia, en forma de libros, folletos, gacetillas y sobre todo, en películas de la más pura marca soviética, a la que se hacía un reclamo formidable. Los modos y las modas rusas tomaron carta de naturaleza y la U.R.S.S. ha sido durante mucho tiempo, hasta los días postreros del fatídico Negrín, el numen inspirador de las masas, el mito que alimentaba todas las esperanzas y todos los fanatismos.
Órganos principales de propaganda eran la radio y la prensa y actores, desde el primer ministro hasta el último ciudadano, todos los que podían vociferar, todos los que podían atizar con el pensamiento o la palabra, la gigante hoguera de la tragedia española.
La radio forzaba su potencia hasta la máxima sonoridad para difundir las soflamas revolucionarias. A veces, oyendo aquellas voces tremantes y desaforadas, pregoneras del odio y la destrucción, parecía que los que hablaban no eran hombres, sino energúmenos. Los mitines y las asambleas de partido eran muy frecuentes, con nutrida comparsa de oradores escogidos que se emulaban en dar las notas más agudas e impresionantes. El tema, por regla general, era cantar las excelencias de la democracia, la potencialidad y eficiencia del ejército republicano, la fe, indestructible en la victoria final. Son palabras de ellos que tenían como estereotipadas. ¡Oh, los días de Brunete, de Belchite, de Teruel, de la contra-ofensiva del Ebro! ¡Qué de cosas se hablaron y se dijeron y con qué cómico desenfado los oradores, los periódicos y la radio, en desvergonzada competencia, trataban de convertir en jornadas de gloria los enormes descalabros del Ejército republicano!
Llegó a crearse una literatura oficial, hábilmente especializada en fabricar partes de la guerra, revestidos de una aparatosa urdimbre retórica que hacía más insolente la mentira.
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En Jaén, se publicaban tres periódicos el 18 de Julio de 1936 “Eco de Jaén” que había sucedido al “Pueblo Católico”, “La Mañana” del partido agrario y “Democracia” órgano de los marxistas. Las organizaciones sindicales se apoderaron de los tres periódicos, sin variarles el título, convirtiéndolos en órgano de los nuevos ideales contra la Religión, contra la propiedad y contra la ciudadanía. Eran muchos periódicos para tan pocas plumas. “Eco de Jaén” desapareció pronto y “La Mañana” quedó reducida a un calco de “Democracia”, con una sola cosa original, la Nota del día de Argos, consagrada cotidianamente durante meses y meses a despotricar contra la quinta columna con una tenacidad perversa que empavorecía a los elementos derechistas, que veían en cada artículo la invitación a una nueva redada policíaca en la que caían siempre no pocos infelices que iban a dar con sus huesos en la cárcel.
El tema de la nota era siempre el mismo, pero no se le agotó en muchos meses, a fuerza de repetirlo. El artículo de un día, era casi la reproducción del anterior, con palabras distintas, aunque con la misma dañina intención. Para “Argos”, siempre quedaban “emboscados” en Jaén. Poseído de una insana ojeriza persecutoria, la pluma en sus manos no fue arma de lucha, ni cincel de la idea, sino instrumento de libertinaje, puñal alevoso que relució muchas veces en la esgrima innoble del periódico para clavarse en pobres gentes anónimas que no habían cometido otro delito que el de refugiarse en Jaén, huyendo de sus pueblos, donde se ejercía, como un deporte, el asesinato.
EJERCICIO DE LAS PROFESIONES LIBERALES
En este punto, la república ha dado una de las pocas pruebas de sensatez, facilitando relativamente el libre ejercicio de las profesiones. Los médicos sobre todo, han sido objeto de un respeto preferente durante el mando rojo. Los necesitaba y eso lo explica todo. Lo mismo los Farmacéuticos. Las detenciones de unos y de otros que se practicaban, quedaban pronto sin efecto, salvo contadas excepciones.
Otras profesiones liberales, como las de Abogados, Ingenieros, Catedráticos, etc. etc., también han gozado de consideración, porque no había otro remedio. Era preciso respetarlos o clausurar tribunales, Jefaturas de obras y servicios públicos y centros de enseñanzas. Nada de eso convenía a la república y menos a la república de Largo Caballero-Negrín-Prieto, que había hecho de sus ideales culturales un reclamo formidable, algo así como la hoja de parra que encubría el rastro de crímenes con que las hordas rojas iban señalando su dominio
De los fervores del marxismo por la cultura, pueden dar vivo testimonio las reliquias sustraidas de la Catedral de Jaén y del Salvador de Úbeda, los templos destrozados en la provincia, las bárbaras mutilaciones que han profanado esculturas y artesonados, obras y monumentos, todo, en fin, lo que evocaba el paso genial de civilizaciones pretéritas, glorificado por la pátina del tiempo y el soplo del arte.
No abundan en el paraíso soviético las capacidades profesionales y por eso Rusia, fértil proveedora de las drogas tóxicas que han venido envenenando al obrerismo español, desde que se implantó la república, no ha podido aportar a esta Sucursal predilecta, Ingenieros, Abogados, Médicos ni Farmacéuticos. Ha enviando únicamente lo que podía enviar, los gases deletéreos de sus propagandas revolucionarias y el lastre de indeseables e indocumentados que no podía soportar en su propio territorio y que ha venido con el resto de la canalla mundial, según frase estereotipada de la literatura roja, a defender la independencia de España y a salvaguardar la libertad y los derechos de todas las democracias del planeta.
EL GOBIERNO Y LOS FUNCIONARIOS PÚBLICOS
Mucho de lo escrito en el apartado anterior es de absoluta aplicación al presente epígrafe por haberse repetido en cuanto a los funcionarios públicos el fenómeno que ya se ha señalado respecto a las profesiones liberales. El Gobierno necesitaba a los funcionarios porque no podía sustituirlos con levas de su gente, poco preparada en general para los diversos engranajes de la complicada mecánica administrativa. Esto fue la causa de que el Gobierno se limitase a exigir a los funcionarios una declaración jurada que aquellos llenaron a su conveniencia, suscribiendo la obligada adhesión al régimen, a reserva de las depuraciones subsiguientes por el Frente Popular de cada organismo.
En Jaén, lo mismo en las oficinas del Estado que en las de la Diputación y el Ayuntamiento, la inmensa mayoría de los funcionarios eran de tendencia derechista y la exigua minoría izquierdizante hubo de reaccionar bien pronto en sentido contrario, salvo contadas excepciones, ante el desenfreno y las
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bestialidades de las masas proletarias y la criminal indiferencia con que sus caudillos las contemplaban.
En la Diputación y en el Ayuntamiento, las separaciones de empleados desafectos al régimen fueron muy numerosas. No así en los ramos de la administración pública, en que por tratarse de servicios especializados, las destituciones fueron bastante reducidas. En el curso de la guerra, se hicieron también no pocas detenciones y encarcelamiento de funcionarios, con el inevitable quebranto en la normalidad de los servicios.
Como resumen de lo expuesto sobre este particular puede decirse que en la mayor parte de los casos, la sumisión al régimen y la aceptación y continuidad en el desempeño de los cargos públicos, no fue por libre espontaneidad de los funcionarios sino por la coacción del ambiente social, cargado de amenazas y represalias, por lo crítico del momento que no permitía opciones ni tibiezas y también, por imperiosas necesidades de la vida, ya que para muchos, para muchísimos empleados, el destino era la despensa de la familia.
INCORPORACIÓN A FILAS
Las movilizaciones decretadas por el Gobierno rojo han sido numerosísimas, desde el reemplazo de 1915 hasta el de 1941, teniendo que incorporarse a filas, como consecuencia de aquellos, desde los muchachos de 18 años hasta los hombres de 45.
Algunas quintas, como la de 1940, sin instrucción apenas, pasaron desde la Caja de Reclutamiento a la línea de fuego, donde cayeron en masa para siempre.
A estos reclutas, casi adolescentes, bautizaron en Jaén con el remoquete de la quinta del “biberón” y a los pocos días de incorporarse comenzaron a recibirse noticias de las bajas que alcanzaban cifras espeluznantes. Los pobres muchachos, pertenecientes al fatídico reeemplazo, fueron encuadrados en las brigadas de Líster y el Campesino y con eso está dicho todo. Los que no cayeron en Teruel y en Levante, ante el fuego nacionalista, sucumbieron villanamente asesinados por aquella insigne pareja de bandidos, que fusilaban por la espalda a los que iban tachados de fascistas o vacilaban lo más mínimo en el combate.
Acabado el voluntariado espontáneo, que tan importante y costosa contribución de sangre dio a la República en los primeros momentos, las movilizaciones posteriores han ofrecido una intensa nota dramática que merece registrarse. Verdaderamente, ha sido algo horrendo y monstruoso lo que ha pasado con los reclutas de esos reemplazos, constituidos en gran mayoría por elementos franca-
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mente derechistas, simpatizantes con el movimiento salvador y condenados, sin embargo, a luchar por la causa que odiaban y maldecían; y aun el contraste se hacía más fuerte y doloroso al considerar que, muchos de los incorporados habían visto a sus padres, a sus hermanos, a otros seres también queridos, caer asesinados por la misma tiranía marxista que se veían obligados a defender.
¡Y no había que pensar en volverse atrás, en vacilar en la lucha o en pasarse al enemigo, porque la familia del recluta estaba fichada de antemano y la represalia era tan cruel como inmediata!
El contingente de soldados que a la república ha dado este considerable número de movilizaciones ha sido enorme y enorme también, espantosamente enorme, la cifra de bajas que ha costado la defensa del nefando régimen marxista. Un dato, para ilustrar algo más este punto. Por una orden ministerial de 18 de Febrero de 1936 se crearon las pensiones de guerra, con la totalidad del sueldo, a las viudas, hijos o padres de los muertos o desaparecidos en campaña, haciéndose extensivo el beneficio a los inválidos por otra orden de 28 de marzo del mismo año. Las pensiones reconocidas en la zona roja han debido alcanzar cifras astronómicas. En la Delegación de Jaén, los perceptores de pensiones de guerra han pasado de 8.300 y la nómina del mes de Febrero, última que se pagó, por ese concepto, excedía de 4.300.000 ptas. Y, lo más desconsolador, lo más cruel, volviendo al comentario de antes, es que, la mayor parte de los muertos que representan ese extraordinario número de pensiones fueron hombres llevados en rebaño a las filas del marxismo para sucumbir por una causa que no solo no sentían, sino que odiaban con todo el asco de su corazón.
LA “QUINTA COLUMNA”
No sería completo este informe si, como colofón del mismo, no se dedicasen algunas líneas a la población civil de Jaén en su fase de “quinta columna” que ha padecido durante treinta y dos meses el azote de la barbarie marxista. Son espantables las vejaciones, los sufrimientos, la tortura moral, en que la ciudad ha vivido durante tan funesto periodo. Puede decirse que no ha habido una sola casa, que por excepción, no haya pasado por el lacerante dolor de contar presos, cuando no asesinados, a algunos de sus familiares más queridos, el padre, el esposo, el hermano…
La población entera estuvo en largas épocas, sobrecogida por el terror. Una llamada a la puerta, a ciertas horas de la noche, hacía temblar a las familias
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temiendo el registro, la detención, a veces, la salida para el trágico “paseo”; era un aldabonazao que retumbaba en la casa y se clavaba, como un puñal en el corazón…
Y, sin embargo, en medio de ese ambiente de pánico, de suplicio moral, el espíritu de las gentes no ha decaído y ha vibrado a todas horas, tenso y fuerte, sostenido por esa cosa esporádica, casi fantasmal, que se llamaba “la quinta columna”, y que tenía, no obstante, una viva y tangente corporeidad. La quinta columna puede decirse que empezaba en la cárcel y en la Catedral, otra cárcel gigante y pasaba a la calle para articularse, volatilizarse y difundirse por el campo y la ciudad, llevando a los hogares alientos y consuelos y esperanzas; la alegría de un descalabro de los rojos, el júbilo por un nuevo avance de los nacionalistas, lo que ha oído este amigo, lo que ha contado este otro, una amalgama de noticias y rumores en que el pueblo oprimido encontraba válvulas de escape a su dolor, el sedante anhelado al inacabable martirio… ¡Y así, un día y otro día, y tantos y tantos días, de atormentado y doloroso vivir en las tinieblas, con la visión permanente de la tragedia, bajo una angustiosa sensación de asfixia espiritual por falta de horizontes luminosos en que espaciar la mirada!…
Flagelada, despiadada y persistentemente, por la pluma del desdichado “Argos”, que convirtió el periodismo en vertedero de soeces libertinajes, perseguida sin tregua por los implacables esbirros del régimen, “la quinta columna” no llegó nunca a decaer ni abatirse; ha sobrevivido a vejámenes, persecuciones y acechanzas; ha sido órgano difusor activo de las podredumbres y latrocinios del Gobierno, fina y sensible antena que, recogiendo las ansias de liberación y manteniendo al unísono los corazones, ha contribuido poderosamente a rebajar la moral de la retaguardia, a minar, a quebrantar, el muro de resistencia de la España bolchevique.
Esta ha sido en Jaén “la quinta columna”. Ella ha sido la que en las cárceles, en los hogares, en las calles, en los campos, en los frente del combate, iba tejiendo, como la araña su tela, la red impalpable y sutil que había de aprisionar al monstruo y reducirlo a la impotencia para siempre; ella, la que a diario “saboteaba” al régimen con la mofa, con el ludibrio, con todas las artes del descrédito; la que ha protegido “emboscados” y escondido riquezas y tesoros para hurtarlos a la infamante contribución a la guerra; la que ahora lleva al Gobierno nacional las medallas, los anillos nupciales, las más precia-
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das joyas del patrimonio familiar, extraídas del escondrijo donde fueron sepultadas para salvarlas de la furia de los expoliadores; la que en una superación de fe y patriotismo supo resistir, sin claudicar, el azote de la miseria y del hambre; la que en la noche venturosa del 28 de Marzo, reviviendo súbitamente, y como por milagro, cubrió sus casas de colgaduras y banderas y se lanzó a las calles en oleadas de muchedumbre, con el alma henchida de entusiasmo para saludar a la España inmortal que rencacía, con auroras de libertad y justicia, bajo el sol esplendente de la victoria.
Si algo, por tibieza o por desmayo, llegó a pecar Jaén en los comienzos del glorioso movimiento, bien lo ha pagado después, durante los treinta y dos meses nefandos que ha durado la pesadilla soviética. Caro lo ha pagado y harto ha padecido y ha luchado luego para que no deba registrarse en el haber de “la quinta columna” este renglón de sufrimiento y de heroísmo.
Y ahora,… nada; a seguir sufriendo, a seguir luchando después de la guerra, para ganar merecidamente la paz y servir a la patria con la ofrenda de nuevos amores y nuevos sacrificios. Así todos sabremos honrarlas más y aprenderemos a defenderla mejor.
LA SOBRA DE JESÚS
Jaén es una ciudad que, en medio del ambiente de frívola modernidad, propio de los días anteriores a la guerra, nunca fue indiferente al sentimiento religioso ni dejó de mantener lozana la fe y vivas sus devociones. Una de esas devociones, la más arraigada, la más fervorosa, ha sido la de nuestro Padre Jesús, que atraía la veneración de la muchedumbre, encendiendo en las almas una llama excelsa de espiritualidad.
La imagen de Jesús, de escultor desconocido, pero, de bella y severa traza, se custodiaba en el antiguo convento de la Merced por una comunidad de frailes, asistidos del pueblo entero de Jaén que, acogiéndose a Jesús, en sus aflicciones y desamparos, había convertido el convento en diaria y obligada ruta de sus peregrinaciones.
Claras mañanas de Abril, ungidas con aromas de sangrantes claveles y rosas tempranas; solemnes madrugadas del Viernes Santo, plasmadas con su mística suavidad en el cuadro de Noqué, sugeridoras de sacras milenarias evocaciones, ¡cómo se estremecía la muchedumbre, apiñada en plaza, henchida de fe y emoción, al asomar la imagen de Jesús en el cancel del templo, en la penumbra imprecisa del amanecer!…
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La sagrada efigie estaba allí, en el Convento, cuando se desencadenó sobre Jaén la galerna revolucionaria. En uno de aquellos primeros días, la plebe se aglomeraba a las puertas del convento, herméticamente cerradas, cuando a un malvado se le ocurrió hacer un disparo que se dijo había partido del interior del edificio y como si esta fuese la señal convenida, las masas se lanzaron al asalto e hicieron una brutal matanza de frailes, adueñándose desde aquel momento de la morada de Jesús. Algunos días después, por iniciativa de la Comisión provincial de Monumentos, por sugerencia de los cofrades o por común aspiración de aquellos y estos, la imagen de Nuestro Padre Jesús pasó del Convento de la Merced al de las Bernardas, donde ha permanecido hasta primeros de Abril de este año en que fue trasladada profesionalmente a la Catedral, en imponente manifestación de piedad y ante el júbilo y la sorpresa de muchos fieles que creyeron perdida para siempre la venerada reliquia.
La imagen, con la cruz enorme, sostenida por la noble figura de Cirineo, se ha conservado intacta, ilesa de sacrilegios y mutilaciones. Únicamente ha perdido las falanges de tres dedos de la mano derecha, leve deterioro causado en las andanzas que ha sufrido la escultura para sustraerla a la profanación de la bestia roja.
¿Sustraerla para qué? La figura de Jesús ha estado de hecho, a merced de la bestia, desde Julio de 1936 hasta la noche liberadora del 28 de Marzo de este año de la victoria. Entonces, ¿para qué esconderla, para que hurtarla al instinto salvaje? Las milicias rojas mandaban en la Merced cuando la imagen fue sacada del convento y las milicias rojas eran dueñas de las Bernardas cuando fue llevada a este convento para tenerla en lugar más seguro. Precaución inútil, porque en los conventos como en las iglesias, en las casas como en la calle, nada había seguro. Y sin embargo, la imagen de Jesús se ha salvado y ese es el hecho escueto, rayano en el prodigio. Se han perdido, quizás hechos astillas y girones, el magnífico carro procesional y la lujosa y aterciopelada túnica, recamada en oro, pero la hermosa escultura se ha salvado; y esto, ¿cómo se explica? ¿Cómo se explica que el populacho en su pasional exaltación, en su ceguera destructora contra los más puros valores espirituales no se haya ensañado ni hecho añicos una escultura que, aparte el mérito artístico, encarnaba la veneración fervorosa de un pueblo
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creyente?
No cabe más que una explicación y este es bien sencilla. La imagen de Jesús se ha salvado… ¡por Jesús mismo!; se ha salvado porque ante ella se paralizó el furor de la horda salvaje, que pudo pulverizarla y, sin embargo, no lo hizo, contenida por una extraña mezcla de muchas cosas, quizás por miedo supersticioso, acaso por una reacción de la conciencia hostigada, lo más seguro, por un resto de dormida religiosidad que siempre queda, y a ratos se aviva, en el alma relajada de los perversos.
Porque estos perversos, muchos de estos perversos eran ellos mismos, los rojos, los bárbaros sayones de la vesanía soviética, que siempre fueron devotos del Jesús de la Merced y, a su modo, lo amaban y lo reverenciaban también. ¿Quién sino ellos formaban en larga fila en las procesiones de Semana Santa con la túnica del Nazareno? ¿Quién, sino ellos, se disputaban el puesto en el gran carro procesional para conducir la imagen de Jesús por las calles de Jaén en las luminosas mañanas del Viernes Santo? ¿Quién, sino ellos, en las horas adversas de dolor y abatimiento, eran los que acudían en penitencia a la Merced para ofrendar a Jesús una súplica, una oración, una promesa?
Indudablemente, por muy cargado de impudores y materialismos que se encuentre el ambiente social, nunca falta una ráfaga bendita que penetre en las conciencias encenagadas y las encienda y purifique con vislumbres de espiritualidad. Y ese ha sido el prodigio de Jesús, la ráfaga de arriba que ha pasado sobre el lodo de la ciudad, despertando sus ansias de infinito y oreando la ciénaga marxista con el aleteo de algo sobrenatural; la sombra, en fin, del propio Jesús, que ha rozado las miserias terrenales, derramando sobre ellas el fragante perfume de la divinidad.
(Rúbrica: Luis F (ó R) Ramos)