Torreciudad: el Papa da por extinto al Opus Dei

Torreciudad: el Papa da por extinto al Opus Dei El papa Francisco envía una señal, con la expropiación de Torreciudad, de que quiere dar al Opus Dei un estatuto asociativo, no jerárquico


Les saluda Santiago Mata para intentar explicar por qué me parece que la expropiación, por así llamarla, del Santuario de Torreciudad, en Huesca, España, muestra que para el papa Francisco el Opus Dei ha dejado de tener personalidad jurídica propia, al menos la que tenía como prelatura personal y, en la práctica, pasa a ser un organismo en cuyas actividades deben imponer su autoridad los obispos diocesanos.


Este acto tan significativo de arrebatar, por así decirlo, una de las labores apostólicas más significativas del Opus Dei, me parece un aviso a navegantes, un pistoletazo de salida, una llamada para que los obispos comprendan que el Papa quiere que ellos extiendan su autoridad sobre las actividades del Opus Dei, arrinconando a la que hasta ahora ha existido, es decir, al prelado y a las demás autoridades de la Prelatura, incluso aunque parezca que de esa forma los obispos están violando el derecho canónico.

Según esta actuación práctica, que no va avalada por ninguna norma jurídica, el Opus Dei queda, insisto, de momento solo de hecho, reducido a ser una asociación cuyas actividades quedan sometidas a los obispos diocesanos.

¿Por qué hace esto el papa Francisco? Pienso que se puede encontrar una explicación práctica y una fundamentación ideológica. La explicación práctica es relativamente sencilla: sabemos que el papa Francisco compara la situación actual de la Iglesia a la de un hospital de campaña. ¿Y qué es un hospital de campaña? Un lugar donde no rigen las normas habituales, sino las normas de urgencia y de excepción en tiempos de guerra. Para empezar, un hospital de campaña no es un lugar que ha sido construido con esa finalidad, sino un lugar que se ha expropiado y adaptado para una función que no era la suya. ¿Quiénes trabajan en un hospital de campaña? No las personas que han ganado ese puesto en una oposición, sino las personas que han sido forzosamente destinadas allí por la autoridad militar.

Apliquemos ahora este ejemplo a la Iglesia y en concreto al Opus Dei. El Opus Dei tiene sus normas, sus actividades, sus autoridades, y las personas que forman parte de él lo hacen porque lo han elegido libremente. Pero el papa Francisco, con la autoridad suprema de que está investido, puede expropiar, cambiar las autoridades, y los encargos y misiones de las personas que integran esta institución, aunque, como digo, eso suponga violar, transgredir o cambiar -elijan la opción que más les guste-, las normas y leyes que ellos se había impuesto, y que la Iglesia había aprobado: la urgencia pastoral es la ley suprema de la Iglesia, y en definitiva, el Papa puede hacer lo que quiera con quien quiera, hasta cierto punto, claro, mientras no mande pecar, es decir, mientras no pretenda obligar a las personas a actuar contra su conciencia.

Vamos ahora con el fundamento ideológico. ¿Por qué precisamente elige el papa Francisco para esta labor de expropiación o recolocación del personal al Opus Dei? ¿Por qué no expropia los monasterios benedictinos? Es más fácil intervenir el Opus Dei que otras instituciones por dos motivos: primero, porque no es una institución religiosa y segundo porque en su situación jurídica hay una grieta, un hueco o una excusa que facilita esta intervención.

Empecemos por lo primero: no pretendo explicar aquí en qué consisten exactamente las instituciones que llamamos órdenes religiosas. Solo resalto el hecho de que, para proteger su peculiaridad, es decir, para que nadie les impida hacer eso que ellos creen que Dios les manda, muchas de estas instituciones tienen un estatuto jurídico que se denomina “extradiocesano”. Esto significa que no están sometidas, al menos en algunos aspectos, a la autoridad de los obispos, sino que tienen sus propias autoridades cuya independencia los obispos deben respetar.

Por supuesto, por muy independientes que sean las órdenes religiosas, sus reglas deben ser aprobadas por la Iglesia, pero en general suelen tener, por así decirlo, una protección adicional frente a posibles abusos o simples influencias, superior a la que tienen las instituciones laicales o diocesanas.

Qué sucede con el Opus Dei. Que no es una institución religiosa, y por tanto sus miembros no tienen un estatuto extradiocesano. Están sometidos a las competencias de los obispos exactamente igual que los demás católicos. Al mismo tiempo, forman una institución que está regida por una autoridad que, precisamente para no ser religiosa, dice tener una relación de cooperación orgánica con sus miembros que es del mismo tipo que la relación que existe entre los obispos y los fieles, solo que en ámbitos de la vida diferentes. Y este es el punto que señalaba como grieta, hueco, o punto de fricción que algunos no entienden y que permite que el papa Francisco haya decidido suprimir esa autoridad peculiar que existía en el Opus Dei, es decir, esa relación de cooperación orgánica jerárquica entre la autoridad de la prelatura y sus miembros.

¿Por qué no se quiere admitir que exista esta autoridad? Porque se entiende la autoridad jerárquica como algo unívoco, que no admite pluralismo. El Opus Dei afirma que su prelado es como un obispo, en cuanto a su autoridad, pero que tiene un ámbito de actuación que no tiene punto de intersección con el de los obispos. Por ejemplo, un obispo puede decir que los viernes de cuaresma no se debe comer carne, o que un día determinado es festivo y es obligatorio ir a misa. Naturalmente, un obispo puede aconsejar a un laico de su diócesis que vaya todos los días a misa, rece el rosario y ayune los sábados por la tarde… Pero no puede reprenderle si no sigue ese consejo. En cambio, en el Opus Dei las personas que lo integran han entrado libremente aceptando algunos compromisos, como el de intentar ir a misa todos los días, etc, etc. De manera que las autoridades de la Prelatura pueden exigirles que se esfuercen por cumplir ese compromiso, naturalmente sin someterles a una presión que suponga una falta de respeto a su libertad, como tampoco un obispo puede presionar a quien no quiera ir a misa los domingos, violentando sus conciencias.

Pues bien, esto es lo que muchos no admiten. En parte esto es lo que se llama clericalismo: muchos suponen que si alguien quiere imponerse obligaciones religiosas más allá de las que tienen los laicos por el hecho de serlo, deben precisamente dejar de ser laicos normales y convertirse en personas consagradas, religiosos o sacerdotes. Y someterse a reglas especiales, incluso, como he dicho, extradiocesanas. Por eso se entendería menos que el Papa interviniera los bienes o las actividades de instituciones religiosas.
Según esta concepción, si uno es laico, no debe tener una segunda autoridad más allá de la del obispo. Desde este punto de vista, dado que las personas del Opus Dei siguen siendo laicos, si organizan actividades de formación religiosa, estas no deberían regirse por normas peculiares en las que no pueda intervenir el obispo. Eso significaría que el Opus Dei no sería diferente a una asociación de fieles supervisada por los obispos, o una asociación de clérigos en el caso de que sean sacerdotes. Por tanto, el único derecho que estaría aquí en juego es el de asociación.

Pero el Opus Dei dice que no es una asociación, sino una institución jerárquica, como ya he mencionado. Este es el punto clave. Y, como he explicado en otra parte, y les remito al artículo sobre un posible desmembramiento de la Prelatura y el vídeo explicativo acerca de para qué sirve el Opus Dei, quienes no admiten que pueda haber en la Iglesia instituciones de carácter jerárquico distintas a las diócesis, han tomado, a pesar de los 40 años que lleva el Opus Dei viviendo como Prelatura personal, la decisión de suprimir esa diversidad hasta ahora admitida.

Qué puede pasar con el Opus Dei una vez que, de hecho, se niegue la peculiar relación jerárquica entre su autoridad, el prelado, y sus miembros. Como ya he dicho, en la práctica queda reducido a ser una asociación. Todavía no ha habido ningún cambio legal que permita amparar la acción realizada en Torreciudad y las posibles acciones que otros obispos emprendan si es que deciden seguir el ejemplo de Barbastro o, mejor, si el Papa, como parece haber pasado en Barbastro, les obliga a hacerlo.

¿Se ha precipitado el Papa? El Papa Francisco pidió, en el motu proprio Ad charisma tuendum, que el Opus Dei presentara una reforma de sus estatutos conforme a la nueva situación, que pretendía crear dicho documento, que establecía que el prelado nunca será obispo y por tanto se da a entender que se acepta como buena esa ideología que he mencionado que no admite diversidad en el modo de entender el poder jerárquico en la Iglesia católica.

El Opus Dei ya envió su propuesta de reforma de sus estatutos. Puesto que el Papa pasa a la acción antes de haber hecho pública su opinión acerca de la reforma que le ha enviado el Opus Dei, mi opinión es que esta actuación viene a ser un rechazo de la reforma que el Opus Dei plantea: entiendo que el Opus Dei no ha admitido que la prelatura quede reducida a una asociación, sobre la cual el prelado no tenga auténtico poder. Entiendo, pero insisto en que es mera elucubración, que esto es una forma de anunciar que el Papa desea una reforma diferente a la que le han planteado.

Esta reforma sigue, por tanto, pendiente, y el hecho de que se haya transgredido el derecho de la Iglesia al expropiar Torreciudad y que de esa forma se invite a más intervenciones, no significa que estos hechos modifiquen el derecho. Incluso aunque sea aceptable, bajo el argumento de que la Iglesia es un hospital de campaña y estemos en una situación de excepción que justifique cualquier tipo de intervenciones, eso, insisto, no crea derecho ni suprime los derechos de las autoridades de la Prelatura. Incluso aunque estas actuaciones fueran inapelables, porque a fin de cuentas toda actuación del Papa lo es, si su única justificación es el estado de emergencia, siempre cabrá esperar a que con el tiempo el derecho canónico vuelva a estar en vigor. Desde ese punto de vista, nada ha cambiado y el Opus Dei, obviamente, no se ha extinguido como prelatura personal. Por eso digo, en el título del vídeo, que el Papa lo da por extinto.

¿Por qué el prelado no responde? En mi opinión, el prelado del Opus Dei y la institución como tal no se van a defender frente a este allanamiento de sus derechos. En primer lugar, porque, contra el argumento de que estamos en una situación de emergencia, no caben alegaciones: el Papa es soberano absoluto y tiene derecho a actuar, si así lo quieren llamar, como un dictador. Un católico jamás se puede rebelar contra su autoridad, salvo que sea un abuso escandaloso, que intente obligar a pecar, lo cual no es el caso. Y, en segundo lugar, me parece que hay otro motivo para que el prelado y las autoridades del Opus Dei ni siquiera manifiesten quejas que sean razonables: y es que, en esta situación de emergencia, hacerlo implicaría casi de forma necesaria debilitar el prestigio del Papa y la unión de muchos cristianos, en este caso los miembros del Opus Dei, con él y su deber de rezar por él. Pueden ver mi reflexión a este respecto en el vídeo que titulo “La Iglesia va a desaparecer”, en el apartado que llamo “el silencio de los corderos”.

¿El Opus Dei dejará de ser lo que es? Al margen de la cuestión jurídica sobre si la prelatura será desmembrada, los laicos expulsados, los sacerdotes dispersados y puestos a disposición de los obispos diocesanos, ¿qué pasará realmente con el Opus Dei? Ciertamente, si triunfa la tesis de los que piensan que no hay más jerarquía que los obispos y que por tanto estos deben repartirse y dar encargos a los sacerdotes del Opus Dei, y dejar a los laicos sin una jerarquía propia, parece que objetivamente se dificultará el cumplimiento de la tarea de la búsqueda de la santidad en el mundo para la que se juntaron en el Opus Dei estas personas y para la que se ordenaron sacerdotes los que llamamos sacerdotes numerarios. Pero eso es como decir que se dificultará la educación si se cierran los colegios por una pandemia o por una guerra. Es obvio, pero no hay más remedio que hacerlo. Cuando termine la pandemia o la guerra, las cosas volverán a su cauce. Las cosas que son realmente necesarias.

Si, como creen los que piensan que lo único aprovechable del Opus Dei son sus sacerdotes para repartírselos y darles encargos, efectivamente la prelatura se extinguirá. Si, en cambio, permanece la necesidad de destinar sacerdotes para atender pastoralmente a las personas que los requieren para dedicarse con especial empeño a mostrar cómo se hace eso de ser santo en la vida ordinaria, al final habrá que volver a dedicar esos sacerdotes a esas tareas pastorales.
Si eso realmente forma parte del designio de Dios para su Iglesia, y por tanto es una misión peculiar de su estructura jerárquica, no podrá ser erradicada, y la prelatura sobrevivirá, o, en caso de haber sido disuelta, reaparecerá. Como decía Gamaliel al sanedrín, según relata el libro de los Hechos en el capítulo 5, “si esta obra es de hombres, se destruirá, pero si es de Dios, no conseguiréis destruirlos”. O, como de una forma no tan dramática, pero quizá más profética, dijo alguien en la curia romana a san Josemaría Escrivá hacia 1946, “ustedes han llegado con un siglo de anticipación”. Así que, quien sabe, quizá tengamos que esperar a 2046 para que en Roma comprendan qué es el Opus Dei. Yo, si vivo hasta entonces, debería tener 81 años, así que ahí lo dejo, deseándoles que vean el feliz desenlace de este asunto. Se despide de ustedes Santiago Mata.

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