Hola, les saluda Santiago Mata, desde el canal Centroeuropa hoy domingo 17 de diciembre de 2023, para comentar la decisión tomada por la Unión Europea el jueves 14 de diciembre de iniciar el proceso de adhesión de Ucrania, Moldavia y Georgia, tres repúblicas que a pesar de independizarse de Rusia tras desaparecer la Unión Soviética a fines de 1991, han vivido más de 30 años sin alcanzar el sueño de la adhesión a la Unión Europea.
La decisión unánime de 26 gobiernos de la Unión Europea con la abstención de Hungría, llega en un momento particularmente delicado para Ucrania, cuyo presidente, Volodimir Zelenski, se topó el martes 12 en Estados Unidos con la negativa del Partido Republicano a permitir que el Congreso norteamericano asignara una ayuda militar a Ucrania de 60.000 millones de dólares, para completar los 50.000 millones asignados el año pasado.
¿Perderá Ucrania a causa de la falta de apoyo norteamericano la guerra a gran escala con que la Rusia de Putin continuó el 24 de febrero de 2022 la agresión emprendida en 2014? El futuro es incierto, pero al menos tres realidades aparecen con claridad:
1º, que Europa pasa por delante de Estados Unidos como principal responsable de apoyar a Ucrania, constatado desde octubre de 2023 (EEUU había aportado 43.900 millones de dólares, Europa -incluyendo no miembros de la UE-, 44.000, según Phillips OBrien en su Weekend Update nº 59 del 16 de diciembre). La Hungría de Viktor Orbán como propagandista de Putin: en palabras de la primera ministra letona, Evika Siliņa, que decía el 14 de diciembre en Bruselas: «No podemos confiar en alguien que pone en peligro el futuro de Europa».
Más allá de las palabras hablan los datos sobre los efectos de las mentiras que el gobierno de Orbán divulga sobre la agresión rusa entre las minorías húngaras de sus países vecinos (Vsquare.org):
2º, que Ucrania tendrá que renunciar durante unos años a recuperar los territorios perdidos: en la opción más pesimista, si la guerra continuara así otros 10 años, Ucrania resultaría severamente cercenada como Estado, y en este sentido se comprenden las críticas de algunos, como Alexey Arestovich, que habla de “la bancarrota de occidente”.
El plan de Estonia puede ser visto como una cierta huída adelante de la primera ministra, Kaja Kallas, que se ve rechazada por el 71% de su población, en buena media por su resistencia frente a Rusia.
¿Por qué las Iglesias cristianas no han conseguido lograr la paz en Ucrania? En mi opinión, el fracaso de todas las Iglesias, empezando por las ortodoxas y hasta la católica, para impedir la extensión de la guerra en Ucrania se debe a que no han sabido denunciar a la máxima jerarquía de la Iglesia ortodoxa rusa, el patriarca Cirilo I de Moscú, como instigador de la agresión rusa a Ucrania.
Soy Santiago Mata, les doy la bienvenida al canal Centroeuropa, y antes de explicar en qué baso las anteriores afirmaciones, les comento que este es la primera emisión en directo en la que utilizo la opción de recaudar fondos, que pueden ver en el encabezamiento del chat de esta emisión, para destinarlos, en este caso para la ayuda de Cáritas a Ucrania. Me ha parecido que, dado lo triste y aparentemente negativo del tema que trato hoy, podía ser interesante estrenar esta invitación a ayudar por mediación de Youtube, dejando claro, por tanto, que el canal, en este caso Centroeuropa, no recibe nada de lo que se recaude, que no obstante les agradezco de antemano, ya que siempre será una cantidad simbólica, es decir, significativa, por pequeña que sea.
Volviendo a la atención a Ucrania, mi conclusión es que solo un jerarca eclesiástico relevante, el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, ha actuado correctamente, al garantizar la independencia de la Iglesia ortodoxa en Ucrania, y por lo que hace al papa Francisco, sin duda ha manifestado gran solidaridad con los que más sufren, hablando con frecuencia de la “martirizada Ucrania”, pero quizá en un intento de validarse como mediador y manifestar respeto por la cultura rusa, ha proporcionado, seguramente sin quererlo, munición ideológica al agresor. Para entender en qué consiste esta involuntaria validación del agresor, me parece pertinente conocer a un personaje llamado Cyril Hovorun.
Hovorun es un sacerdote ortodoxo ruso que en el año 2012 dejó su trabajo como secretario personal del patriarca de Moscú, en el que llevaba 10 años, para denunciar no simplemente que Cirilo I estuviera sometido a la política de Putin, cosa que de alguna manera también el papa Francisco ha denunciado al decir que no debería ser un “monaguillo de Putin”, sino algo mucho más grave.
En efecto, para Hovorun el problema no es que la Iglesia ortodoxa rusa esté dominada por el poder político, sino lo contrario, que el patriarca Cirilo I habría insuflado nuevas ideas para fomentar la agresividad del imperialismo ruso, haciéndose de esa forma no solo cómplice sino impulsor de la guerra de Putin contra Ucrania desde antes de su comienzo, al proporcionar a Putin una ideología religiosa que anteriormente estaba ausente en su discurso.
Hovorun ha sido noticia hace poco precisamente porque el patriarca de Moscú lo ha expulsado de su clero. Para conocer sus argumentos acerca de la responsabilidad de Cirilo I en esta guerra puede consultarse la entrevista que publicó con él La Vanguardia el 12 de junio de 2022: en ella afirma que Cirilo I “llenó el vacío ideológico postsoviético”, buscando recuperar el protagonismo público de la Iglesia ortodoxa rusa hasta el punto de “promover una ideología que sirviera de guía” a una sociedad fragmentada.
Según Hovorun, fue en 2012 cuando Cirilo I diseñó esa transformación de lo que otros pensadores llamaban “mundo ruso”, una ideología en la que la tradición rusa era una más de las del mundo civilizado, en un sentido exclusivista, donde ese imaginario “mundo ruso” es el único verdadero y debe imponerse a los demás. En febrero de 2012, a la vista de la radicalización en ese sentido totalitario del entorno de Cirilo I, y al ver que era impermeable a las críticas, Hovorun decidió cortar la colaboración con el patriarca. En la entrevista, concluye, refiriéndose a la invasión de Ucrania comenzada en 2014 y convertida en guerra a gran escala en 2022: “esta guerra es la continuación natural de lo que ocurría hace diez años”.
Según Hovorun, Putin estaba desilusionado con la Unión Soviética y pensaba que no podía revitalizarse, pues carecía de una ideología que lo sustituyera. Por eso aceptó como instrumento de cohesión la mezcla de ideologías que le presentó Cirilo I, cuyo verdadero nombre es Vladímir Gundiáyev, mezclando algunos elementos del imperialismo ruso tradicional, otros del cristianismo ortodoxo y otros del comunismo, pues a fin de cuentas, aunque el patriarca siempre fue antisoviético de pensamiento, colaboró con la URSS pasando datos al KGB en la época en que vivió en Ginebra representando a la ortodoxia rusa en el Consejo Mundial de las Iglesias.
En definitiva, para Hovorun, el impulso para la guerra procede de Cirilo I y no de Putin, a quien califica de “un hombre con una mente muy limitada” a quien Cirilo ha dado ideas grandes que le han permitido creer que tiene “una misión especial de Dios, que considera a Occidente como encarnación del mal”. (Más sobre la relación de Cirilo con Putin en esta otra entrevista de Hovorin en La Vanguardia, 21 de febrero de 2023.)
La guerra, por tanto, no tiene nada o poco que ver con la cultura rusa, menos aún con defender a minorías rusas en Ucrania, y va dirigida directamente a destruir por completo lo que se oponga a la superioridad de la nueva ideología: esa Europa que llamamos occidente y que según esta ideología está corrompida sin remedio. Una lucha del bien global contra un mal global en la que también las armas atómicas valen para eliminarlo: En opinión de Hovorun, los amagos de moderación de Putin en relación a las armas nucleares son un mero “chantaje” y para ver cómo Cirilo I le anima también en eso valga esta reciente noticia del 18 de octubre de 2023 en que el patriarca aparece premiando a uno de los creadores del arsenal nuclear soviético.
Recientemente, Hovorun explicó esta cuestión en una conferencia titulada “Un hijo del padre de las mentiras”, pronunciada el 26 de marzo de 2023 en la Iglesia Universitaria de Santa María Virgen en Oxford, y recientemente publicada. En ella, resume en tres la auténticas razones de la guerra en Ucrania: el revanchismo postsoviético, la idea megalómana de superioridad y la necesidad de preservar los privilegios de la autocracia y la cleptocracia rusas.
Al rebatir algunas de las excusas presentadas como motivos de la guerra, y en concreto la de la rusofobia, Hovorun presenta datos que deberían dar que pensar a quienes aún hoy siguen elogiando la supuesta grandeza pasada del imperio ruso. Así dice, por ejemplo, que “cuando uno pasea por las calles de San Petersburgo y disfruta de la grandeza de su arquitectura imperial, debería recordar que está construida literalmente sobre los huesos de los ucranianos esclavizados que murieron allí bajo terribles condiciones”.
Desgraciadamente, como muestra este gráfico, el resultado de la agresión con la que Putin supuestamente quería combatir la rusofobia es que la actitud positiva respecto a los rusos en Ucrania, que oscilaba entre el 90 y el 80% antes de la agresión, cayó por debajo del 50% con el comienzo de la agresión en 2014, para caer hasta el 2% con el comienzo de la agresión a gran escala.
En la conclusión de su conferencia, Hovorun compara a Putin con Stalin y el primero sale mal parado, ya que Stalin, a pesar de haber estudiado en un seminario, nunca se atrevió a expresar opiniones teológicas, mientras que Putin las ha empleado para convertir a la patria en un dios al que hay que adorar por delante del cristiano e incluso para afirmar que el cristianismo ortodoxo está más cerca del Islam que del catolicismo.
¿Dónde explica Hovorun las posturas de las Iglesias cristianas ante la guerra y por qué no han servido para frenarla? Para saberlo, puede ser interesante consultar este artículo suyo sobre la autocefalia publicado en 2020. En síntesis, como puede comprenderse, condena la actitud del Patriarcado de Moscú, liderado por Cirilo I. Por lo que hace a la Iglesia Ortodoxa Ucrania, dirigida por el metropolita Onofrio y sometida al patriarcado de Moscú, Hovorun le acusa de mantener silencio y no denunciar la agresión, disimulándola como si fuera una mera “lucha fratricida”, aunque reconoce que, una vez estallada la guerra a gran escala, el metropolita Onofrio sí ha sabido condenar la agresión y animar a los que luchan a las órdenes del gobierno ucraniano.
Como lógica consecuencia de la agresión rusa, Hovorun aplaude la decisión tomada en 2019 por el patriarca Bartolomé I de Constantinopla de reconocer la independencia que la Iglesia ortodoxa de Ucrania había proclamado en 1992, separándola de toda obediencia al patriarcado de Moscú. Este proceso, que se denomina autocefalia en el contexto de las Iglesias que sin estar sometidas a la obediencia del Papa de Roma sí reconocen una primacía de honor al patriarca de Constantinopla, no ha sido en general aceptada de momento en el mundo ortodoxo.
Además, si para alguien acostumbrado a la independencia entre Iglesia y Estado resulta chocante que fuera el presidente de Ucrania, y no los fieles de la Iglesia, quien pidiera el reconocimiento de la autocefalia de la hoy llamada Iglesia Ortodoxa de Ucrania (del Patriarcado de Kiev, cuya cabeza es el metropolita Epifanio), aún más difícil de entender es la prohibición por parte del Parlamento Ucraniano, el 19 de octubre de 2023, de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana sometida al Patriarcado de Moscú, a la que se acusa poco menos que de espionaje. Obviamente, si se llega a cerrar las iglesias que no se hayan puesto bajo la obediencia de la nueva Iglesia ortodoxa de Ucrania, del patriarcado de Kiev, el resultado será la negación del acceso a los sacramentos a muchas personas.
En cuanto a la postura de la Iglesia, católica, Horovun recuerda que el papa Francisco nunca ha condenado a Rusia, a Putin ni al patriarca de Moscú por la agresión a Ucrania. En ocasiones se ha referido al fratricidio para condenar la guerra, lo cual en opinión de Hovorun significa aceptar la retórica de la propaganda rusa o cuando menos cierta ambivalencia, ya que la responsabilidad parece repartirse entre ambas partes.
El 12 de febrero de 2016, por tanto dos años después de comenzar la agresión a Ucrania, el Papa se reunió en Cuba con Cirilo I y firmaron una declaración conjunta en la que se invocaba a las partes en conflicto a mantener un diálogo. En este caso, al menos, según dice Hovorun haber sabido por quienes prepararon el documento, el Vaticano hizo eliminar el calificativo de “civil” que la parte rusa pretendió que se diera a esta guerra, para intentar diluir así su responsabilidad como agresor. En todo caso, la declaración habría caído de lleno en el elogio a la nueva ideología diseñada por Cirilo I, no solo por no identificar a Rusia como una de las partes en conflicto en Ucrania, sino por referirse en términos elogiosos a lo que llama “renovación sin precedentes de la fe cristiana” en Rusia, mientras que por el contrario Ucrania, donde sí hay libertad y renovación religiosa y además una notable presencia católica (principalmente greco-católicos, o de rito bizantino), era pintada en el documento como un país sumido en una grave crisis económica y humanitaria.
En definitiva, aunque Hovorun reconoce el papel humanitario jugado por la Iglesia católica, afirma que la única Iglesia que ha actuado “adecuadamente” ante la cuestión ucraniana es el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. Por mi parte, añadiría que también lo ha hecho el primado de la Iglesia greco-católica ucraniana, Svjatoslav Shevchuk, cuyo título es arzobispo mayor de Kiev, de Galicia y de toda Rutenia. Este, en efecto, ha condenado al agresor ruso, y a Putin, en innumerables ocasiones. También ha criticado al patriarca de Moscú por su defensa de la guerra como una supuesta defensa de la Ortodoxia.
Con todo, ni siquiera Shevchuk ha sabido ver la primacía del Cirilo I en la construcción de la ideología que ha llevado a la guerra, ya que ve a la ortodoxia rusa como “atrapada en la doctrina del Estado de Putin”.
Como hemos visto, al menos según Hovorun, todavía no hay ninguna Iglesia cristiana que se haya atrevido a decir la verdad, reconociendo que la responsabilidad en esta guerra corresponde, en cuanto instigador, al patriarca Cirilo I de Moscú. Y sin decir la verdad, parece difícil que se pueda hacer una verdadera aportación a la paz. (En la imagen, palabras del papa Francisco el 29 de agosto de 2023 elogiando a la “Gran Rusia”.)
Hablando de aportaciones, les recuerdo que en el chat de esta emisión tienen la posibilidad de contribuir a la ayuda de Cáritas a Ucrania, les recuerdo que pueden suscribirse al canal Centroeuropa, incluso darle a me gusta a este vídeo o si quieren colaborar económicamente con el canal clicar en el botón de “unirme”. Sin otro particular, les saluda afectuosamente, Santiago Mata.
Como siempre tras viajar con ellos, escribo a Aeroflot una carta protestando por el uso de la hoz y el martillo; como siempre, responden que les enorgullece el recuerdo de la tiranía (versión rusa en «seguir leyendo»).
Al señor Vitaly Saveliev, Director general de Aeroflot.
Madrid, 26 de agosto de 2019.
Como cada año tras regresar de Rusia utilizando su aerolínea, me siento obligado a agradecer la calidad de sus servicios y a preguntar a sus responsables por qué siguen utilizando como emblema el símbolo del comunismo. Ya me dieron como respuesta que es el símbolo más conocido de su país, y más o menos esa misma respuesta me dio uno de sus empleados en la puerta del embarque cuando le pregunté, señalando la hoz y el martillo enormes que llenaban la manga de su uniforme, si era comunista. Contestó que no, y como explicación de por qué la llevaba respondió: es la historia. Como historiador, no puedo aceptar que se compare a la historia como una fuerza de inercia irresistible. Los hombres somos libres y, por mucho que podamos estar condicionados, e incluso tengamos que reparar los crímenes del pasado, no podemos asumirlos como culpa propia y menos imponerlos a otros, o tratar de camuflarlos como si nada hubiera habido de malo en una ideología que mató a millones de personas de su propio país. Eso no es un accidente de la historia. Comprendo que por la ignorancia de muchos, aún se pretendan resaltar los aspectos supuestamente positivos del comunismo, y que por tanto no sea prudente erradicar todos sus símbolos. Comprendo que se pretenda que puedan quedar, como si fueran los emblemas de la antigua Roma en Italia, en los monumentos, pero no en el emblema de una empresa que quiere apuntar hacia el futuro y el progreso. Si lo más conocido de un país fueron las actividades de un grupo criminal, habrá que emplear la imaginación y el esfuerzo de todos para lograr ser reconocidos por aspectos positivos. Si usted reconoce que eso es cierto, me gustaría al menos saberlo, y si no puede cambiar la situación, le agradecería si al menos lo reconoce, porque reconocerse incapaz es al menos un buen paso para que quienes lo sepan acudan en su auxilio y lo que para uno solo es una tarea imposible, quizá no lo sea cuando muchos sean conscientes de que entre todos se pueden sacudir las cadenas a las que algunos llaman historia. Con afecto, se despide:
Santiago Mata
Respuesta, 27 de agosto de 2019.
Estimado Santiago:
Como le informamos anteriormente, la hoz y el martillo alados han sido un símbolo integral de la aerolínea desde su inicio. La experiencia ha demostrado que este símbolo es el más reconocible, y Aeroflot no planea reemplazarlo.
Gracias de nuevo por sus comentarios. ¡Siempre nos complace darle la bienvenida a bordo de nuestro avión!