Sinfonía del alma es una serie de siete óleos de temática religiosa, en su mayoría de gran tamaño, entre los que destaca el mayor de ellos, que representa a Jesucristo tras ser bautizado por Juan Bautista.
El niño (50 x 50 cm)
Como toda historia comienza por la niñez, esta exposición empieza también por el cuadro de un niño, porque la Historia que cuenta vivió también oculta en la sencillez con que da comienzo cada ser humano. El mismo Dios ha querido presentarse desarmado y necesitado de los cuidados que cada persona encuentra en su familia.
Presentación por la periodista Begoña Marín
Mariam es la amiga, esposa y madre que todos desearíamos tener. Sus cuadros, esa sinfonía del alma que ella indica, son un reflejo tamizado de sí misma. En ella conviven la alegría desbordante de quien vive cada día como un regalo de Dios y la inocencia de un infante, a pesar de que ya tenga unos cuantos amaneceres y marcas de un sol de justicia en su espalda. Es un bullebulle de emociones capaz de hacer saltar la tapa de la risa y la del llanto en un abrir y cerrar de ojos. También es sensualidad ingenua, pura, no manufacturada. Su naturalidad y frescura son las de un gladiolo rojo aterido por las primeras gotas del rocío. Escucharla es imbuirse en una melodía de variaciones, con pequeños silencios muy expresivos, con la cadencia de unas notas blancas que acarician y otras negras que cosquillean el alma. Mariam se retrata en estos cuadros. No tiene secretos, no tiene nada que esconder, lo tiene todo.
El taller de José (145 x 110 cm)
La humanidad de Cristo sigue siendo el foco de atención en este cuadro en el que vemos a la Sagrada Familia en una escena de su vida cotidiana. Al misterio que ya vimos en la escena anterior de un Dios que quiere necesitar del amor de sus padres, se añade el sometimiento de Jesús no solo a la obediencia, sino a todas las leyes de la vida humana, incluida la necesidad de aprender, y en particular la del ejercicio de una profesión, aprendida de quien tenía la misión de educarle como padre. De esta forma da vida Mariam Gutiérrez a una escena plasmada por tantos otros artistas y en particular por el escultor Joan Mayné.
El Bautismo de Jesús (190 x 100 cm)
La vida pública de Cristo comienza al presentarse a orillas del río Jordán para ser bautizado por su primo Juan. Con su característico amor por la sencillez, Mariam Gutiérrez Jerez presenta la escena con los elementos imprescindibles: Jesús en actitud orante, correspondiente al momento posterior a su Bautismo; el Espíritu Santo que aparece en forma de paloma para dar testimonio de la divinidad de Cristo, y el propio San Juan Bautista con los elementos de su misión: la concha con la que ha vertido el agua sobre la cabeza de Jesús, la cruz y la vestidura característica de su austera vida penitente, como precursor que ha de invitar a los hombres a recibir con humildad el mensaje del Redentor y seguirle por la vía del sacrificio.
El regreso del hijo pródigo (145 x 110 cm)
La parábola del hijo pródigo es posiblemente, dentro de la predicación de Jesús, la que mejor muestra la misericordia de Dios, y resultaba totalmente novedosa incluso para los judíos, a pesar de que, más que otros pueblos, sabían que Dios es cercano a sus hijos. Mariam Gutiérrez Jerez ha querido mostrar en este cuadro las huellas del dolor del Padre, angustiado por la espera y la falta de noticias sobre su hijo, en vez de centrarse en el protagonista habitual de la escena, el hijo en cuyos vaivenes vitales está reflejada la vida de cada uno de nosotros.
El buen samaritano (145 x 110 cm)
La parábola del buen samaritano es la contrapartida humana a la misericordia del padre de la parábola anterior: Si Dios abraza al hijo que fue ingrato, del mismo modo hemos de ayudarnos y servirnos los hombres unos a otros, sin distinción de credo, raza, ideología o cualquier otro elemento de diversidad. Darse sin medida, a pesar de que las circunstancias no acompañen, como sucede en la escena lúgubre que retrata Mariam Gutiérrez Jerez, y sin esperar recompensa, ya que como muestra la parábola, el hombre que ha sido asaltado por malhechores nada tiene para devolver el favor, quizá ni siquiera una mirada consciente. En esa humanidad herida, necesitada de solidaridad, podemos vernos también retratados todos nosotros.
La Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias (145 x 110 cm)
El personaje principal del Evangelio, después de Jesús, es la Virgen, aunque pasa casi sin ser vista. Por eso Mariam Gutiérrez Jerez se centra en este cuadro en alguna de las manifestaciones del cuidado maternal de la Madre de Dios con los seres humanos, a los que en la vida ordinaria nos acompaña, y también nos deja signos de su presencia. Uno de ellos es la imagen de la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias, representada aquí en el momento de su supuesta aparición en 1831.
Este cuadro imagina la suerte de las almas conducidas hacia la vida eterna por un Ángel, que les señala el árbol de la vida por el que deben pasar; las almas que lo hacen parecen agrandarse en comparación con las que están esperando al fondo. Con esta obra quiere Mariam Gutiérrez Jerez agradecer la presencia y ayuda de los espíritus puros que acompañan la vida de los hombres, aunque habitualmente no seamos conscientes de ello.
La autora
Mariam Gutiérrez Jerez nació en San Martín de Pusa (Toledo) en 1957 y terminó sus estudios en Madrid. Está casada y tiene tres hijos. Empezó a pintar de pequeña, dibujando sin apenas medios. De esa improvisación infantil procede el recurso a la aplicación de materiales que dan relieve a sus cuadros. La pintura ha sido una válvula de expresión de sus sentimientos, y en particular en esta exposición de su religiosidad.
Centro Sociocultural Ágata
Calle del Dr. Martín Arévalo, 2, 28021 Madrid
Teléfono: 917 10 93 00. Horario: de 9 a 13:30 y de 16:30 a 19 horas.
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