En este primer vídeo después de comenzado el Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad, quiero referirme a las preguntas enviadas por cinco cardenales al Papa y cuya respuesta se publicó el 2 de octubre.
El Papa reafirmó la doctrina católica tradicional en los cinco puntos consultados, que eran: 1) la inmutabilidad de la revelación divina, 2) que no se pueden celebrar ceremonias semejantes a bodas para las parejas gays, 3) que la sinodalidad consiste en escuchar y no en ceder el poder; 4) que no se puede ordenar sacerdotisas a las mujeres y 5) que no se puede absolver en confesión a una persona que no se arrepienta de sus pecados.
Lo sorprendente es que, quienes hacían esas preguntas esperando que el Papa defendiera la doctrina tradicional, no se han alegrado de que lo haya hecho, y, por el contrario, quienes hubieran preferido que el Papa diera respuestas contrarias a la doctrina tradicional de la Iglesia, se han alegrado como si el Papa les hubiera dado la razón a ellos. ¿Cómo explicarse esto?
Pues yo me lo explico precisamente por esto que llamo las dos mentiras sobre el Papa Francisco. Y es que lo que diga el Papa parece que para muchos no importa, porque lo importante es si eso encaja en nuestros prejuicios, en la imagen que previamente nos hemos hecho. Y hasta ahora el Papa ha tenido el don o la desgracia de sorprender a todos, porque nunca se adapta a los prejuicios que existen sobre él y que, por tanto, son mentiras sobre el papa Francisco. ¿Cuáles son?
La primera de ellas consiste en confundir el papel del Papa con el de un policía de la religión. Quizá no un policía que está siempre corrigiendo y poniendo multas, que es la sensación que puede reflejar esta imagen que me ha generado la inteligencia artificial. Pero sí alguien que, como el capitán de un gran barco, sepa señalar la dirección correcta hacia la que debe dirigirse la Iglesia.
Frente a la idea del capitán celoso del cumplimiento de los deberes de cada cual y dispuesto a corregir cualquier desviación, parece que para otros el Papa debería ser el chef de un restaurante, como en este caso el del Café Parisien del Titanic, dispuesto a ofrecer un sitio cómodo a cualquiera que quiera sentarse, y ofrecerle un menú que satisfaga lo mejor que pueda sus necesidades y deseos. ¿Es la Iglesia un restaurante que adapta su carta y menú a los cambiantes apetitos de los pasajeros de turno?
A estas alturas, seguro que han reflexionado por su cuenta y concluido que estas imágenes que les he presentado no se corresponden con la realidad. Y sin embargo, aunque sabemos distinguir de la realidad estas imágenes fabricadas por inteligencia artificial, parece que respecto al Papa y el Sínodo de los Obispos que él ha organizado, aceptamos que se imponga alguna de esas caricaturas.
Veamos el caso de los cinco cardenales que plantearon las cinco preguntas a las que me he referido al comienzo. En realidad, ninguno de ellos tenía ninguna duda acerca de las respuestas, y por eso no se alegraron de que se les dijera lo que ya sabían. Lo que ellos querían, según parece, era que el Papa adoptara una actitud de policía y corrigiera a quienes parecen no querer ir por el rumbo que marca la doctrina tradicional de la Iglesia. El Papa ha reafirmado esa doctrina, tal como ellos pedían. Pero ellos, por lo que parece, querían algo más, como digo, una actitud más autoritaria, y al no verla, se sienten defraudados.
Esta actitud de quienes añoran una actitud autoritaria está presente en el libro que ya mencioné el 2 de octubre, en el que se afirma que el Sínodo abrirá la caja de Pandora y debilitará la estructura jerárquica de la Iglesia. Entre quienes han elogiado en estos días ese libro puedo señalar al canal de Youtube Tekton y al canal La Sacristía de la Vendée, donde la visión caricaturísica del sínodo llega al extremo de juzgarlo, por la forma como se disponen sus participantes, semejante a un circo o a un bingo donde juegan personas ancianas.
Probablemente, la consecuencia más grave de estos ejemplos es que parten de la suposición de que la misión del Papa es proteger las normas, y tras decidir por los indicios que han elegido que no lo están haciendo suficientemente bien, concluyen que su intención es convertir la Iglesia católica en una secta protestante, como el canal Tekton reconoce que afirma el libro que elogia, o que el Sínodo es un circo porque no todos sus miembros son obispos, como si el Papa estuviera atado sin matices por lo que prevé el Código de Derecho Canónico para esas asambleas, como señalan en el canal La Sacristía de la Vendée.
Al comentar las cinco preguntas de los cinco cardenales, afirmé que la última de ellas, sobre un supuesto derecho a recibir el perdón sacramental de los pecados, podía aplicarse a la duda sobre si los divorciados vueltos a casar pueden comulgar. También el 2 de octubre, respondió la Congregación para la Doctrina de la Fe a varias preguntas al respecto de la conferencia episcopal checa. La respuesta fue que es cada persona quien, asesorada por algún sacerdote, debe decidir en su conciencia si reúne las condiciones para recibir los sacramentos (se entiende que de la comunión y confesión).
Entre los comentarios a esta respuesta del nuevo cardenal al frente de Doctrina de la Fe, el argentino Víctor Manuel Fernández, apodado Tucho, voy a referirme al vídeo publicado el 6 de octubre por el sacerdote Santiago Martín, titulado “Mis dubia”. Pregunta el padre Martín si, lo mismo que un divorciado puede decidir en conciencia comulgar, puede un sacerdote en conciencia negar la comunión a una persona a la que no considera con derecho a hacerlo.
Traigo con todo respeto el caso del padre Santiago Martín porque me parece otro ejemplo de duda mal planteada: el padre Martín no tiene, según imagino, ninguna duda de que también el sacerdote tiene derecho a obrar en conciencia. Por tanto, mi impresión es que lo que está pidiendo no es que se le aclare una duda, sino que el Papa corrija, actúe con eficacia, frente a quienes quieren torcer el rumbo de la nave de la Iglesia.
¿Es malo, según lo hasta aquí visto, que haya personas que pidan al Papa que se ponga la gorra de capitán y corrija el rumbo? No, no es malo, pero no es lo que el Papa quiere hacer, no desde luego en el caso del Sínodo. Por cierto que, para el caso de padre Martín, en realidad la quinta pregunta de los cinco cardenales, a la que el Papa contestó que no existe derecho a recibir un sacramento para aquel que no cumple con los requisitos, debería servir para ilustrar lo que no estuviera claro en la respuesta del cardenal Tucho.
Pero dejemos ahora a los que ven al Papa como policía o capitán del barco, y fijémonos en quienes lo ven como el chef de un restaurante, siempre dispuesto a recibir a los clientes con los brazos abiertos y prepararles los platos que les satisfagan. ¿Caben en la Iglesia todos, todos, todos, sin que tengan que adaptarse para nada a las normas de la casa?
Como dije al principio, estos que no parecen querer oír de normas para nada, encuentran siempre cobijo en las deliberadas ambigüedades del papa Francisco para alegar que les está dando la razón. Este ha sido el caso, por ejemplo, cuando el papa ha negado que se puedan bendecir las parejas homosexuales en forma que pueda confundirse con las bendiciones matrimoniales.
Inmediatamente, los que parecen tener prisa en acomodar el menú de la Iglesia a sus gustos, se alegran de que en su opinión el Papa haya dejado una puerta abierta a algún tipo de bendición para parejas homosexuales, aunque claramente son ellos quienes empujan la puerta, ya que no fue el Papa, sino los cardenales que preguntaban, quienes daban por supuesta tal posibilidad, y preguntaban solo si se podía dar una aprobación general a tales actos, cosa que el Papa negó en su respuesta, dejando claro, al menos para quien quiera leerlo, que las bendiciones se dan a una o varias personas, pero no a parejas homosexuales, y que se decide al respecto en función de las circunstancias singulares de cada caso, y de nuevo no por el hecho de ser las personas que lo piden homosexuales o no.
En el caso de quienes ven en los actos de la Iglesia, incluidos sacramentos y sacramentales, una carta que pueden modificar a su gusto, vemos que tampoco les interesa lo que diga el Papa, sino solo aquello que puedan aprovechar en beneficio propio. Ya indiqué al comentar el 2 de octubre las respuestas del Papa que, el hecho de que las publicara en vísperas del Sínodo y sin dar opción a respuestas, era una señal clara de que al Papa tampoco le gusta que le comparen con el chef de un restaurante, y que quiso dejar claro que aquí no hay una carta en la que elegir o modificar platos.
Para estas personas, me parece que está dirigida en particular la reflexión que hizo Francisco en su intervención inicial del Sínodo, al afirmar que el Sínodo no es un parlamento ni una reunión de amigos para resolver cosas o dar opiniones, sino que su protagonista es el Espíritu Santo. ¿Y cuál es la obra del Espíritu Santo en la Iglesia? La armonía, dice el Papa, una armonía compuesta de múltiples voces, que no hay que confundir con una simple unidad o unanimidad.
Quizá el mejor consejo para este comienzo del Sínodo, puesto que es inevitable que cada uno tenga preferencia por ver al Papa ya sea como policía o como cocinero, sea el de aceptar si no la orden, al menos la sugerencia de reflexionar sobre el papel del Espíritu Santo, y la de estar dispuestos a que sea Él quien redacte el menú, en vez de empeñarse por embutir la propia agenda en la de los demás.
Los partidarios del rumbo firme temen que se apropien del timón los que quieren imponer aires de democracia en la Iglesia. El Papa no lo teme, pero el que no corrija a los díscolos, entiendo que no ha de interpretarse como adoptar el papel de un cocinero: por el momento, Francisco ha dejado claro que hay normas inmutables, y que el Sínodo solo es consultivo.
Si no se pone la gorra de capitán, entiendo que no es por una mera conveniencia de evitar que se bajen del barco los que apuntan a otro rumbo. Entiendo que mantenerles a bordo y tratar de que gusten de los manjares que ofrece el Espíritu Santo no es un engaño; pienso que es auténtica fe en que sea el Amor de la Trinidad, y no las normas que los más díscolos ven como meras imposiciones, lo que les lleve a vivir en armonía, aunque no canten todos a una voz.
Hasta aquí mi reflexión sinodal, a la que añado una curiosidad, y es que el Papa reconoció en su discurso del 4 de octubre que, para los obispos reunidos en el anterior sínodo, el de la Amazonia, el tema prioritario para el siguiente sínodo debería haber sido el del sacerdocio.
¿Por qué decidió Francisco que este Sínodo tratara sobre la sinodalidad y no sobre el sacerdocio? Si les interesa, díganmelo y quizá pueda investigar el asunto. En todo caso, como quizá sepan por vídeos anteriores, que la cuestión del sacerdocio, en mi opinión, requiere de algo más que un sínodo, requiere un Concilio. Recuerden que pueden suscribirse al canal si quieren recibir aviso cuando emita un nuevo vídeo, e inscribirse si quieren colaborar económicamente. Hasta pronto, les saluda afectuosamente, Santiago Mata.
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