La presidenta está triste. ¿Qué tendrá la presidenta?
También ella, como la princesa de Rubén Darío,
Ha perdido la risa y ha perdido el color.
De entre todos los políticos, parece ser la única
Que no ha perdido la facultad de llorar.
Y en virtud de esas lágrimas, quizá,
Es posible que sus ojos no mientan,
Y que incluso al acusar a otros la desmientan,
Desvelando que sabe que no puede creer
Lo que tantos otros fingen: que sabe lo que hay que hacer.
En medio de una jauría de soberbios patanes
Que se acusan unos a otros de pecados mortales,
Parece como si fuera consciente
De que miente más el que más puede
Y el que más pecado oculta.
Quizá su tristeza aumente
Al sentir ladrar de envidia
A quienes en altas torres
Se quisieran enrocar
Y desde ellas mirar con desprecio
El dolor ajeno.
Y aun sintiéndose ofendidos,
Persisten en su ladrar
Pidiendo ejemplar castigo
Y encierro sin piedad
Para aquellos que cometieron
El error de estar
En el centro de la tormenta.
Reflejo de humanidad
Son esas lágrimas estrelladas,
Bondad o ingenuidad, quién sabe si impotencia,
En todo caso, parécenme, conciencia,
De que miente el que a triunfar
Llama desde la ignorancia
Y el abuso de poder.
Santiago Mata, 19 de septiembre de 2020.