¿Son ustedes de los que piensan que la Iglesia católica podría dividirse a causa de un cisma por las discusiones en torno al próximo Sínodo de los Obispos, que se celebrará en Roma del 4 al 29 de octubre? Soy Santiago Mata, les doy la bienvenida al canal Centroeuropa, y en este vídeo les mostraré que no, que no es nada probable que suceda un cisma, al menos no un cisma al estilo clásico como el de los protestantes; y la razón es que el papa Francisco lo ha organizado todo precisamente para que algo así no pueda ocurrir, mientras él viva y mientras se mantenga el estilo de gobierno papal que él ha inaugurado.
Me propongo, por tanto, explicar lo que pienso que pretende el papa Francisco al organizar este Sínodo llamado de la Sinodalidad, pero veamos antes qué es un sínodo en general, qué bandos se han formado en torno a este sínodo, cómo gestiona el Papa esos bandos y, finalmente, qué pienso que puede salir de positivo de este Sínodo, aparte del hecho de que la Iglesia sobreviva a estas tensiones, que no es poco.
En primer lugar, qué es el sínodo: una reunión de obispos, prevista por el Concilio Vaticano II para asesorar al Papa en el gobierno de la Iglesia. Esto requiere una explicación más amplia, y, precisamente, remitirnos al gran cisma provocado en el siglo XVI por la reforma protestante. Aquella reforma pretendía ser, ante todo, una protesta contra la corrupción en la Iglesia. Lutero, y otros muchos, entendían que el ejercicio del poder había corrompido a los Papas y que solo era posible recuperar la santidad de la Iglesia separándose de ese poder corrupto.
La respuesta católica, expresada en el Concilio de Trento, consistió en cerrar filas, afirmar que por muy malos que hubieran sido los papas, habían recibido la autoridad de Jesucristo, Dios hecho Hombre, y que no la perderían jamás, así que, si había que reformar la Iglesia, había que hacerlo bajo el mando de los papas.
Así transcurrieron más de tres siglos, sin discutir, para no dañar la disciplina, sobre de qué forma puede y debe el Papa ejercer su poder. Por fin, el Concilio Vaticano I trató de definir los límites de la autoridad papal, en los años 1869 y 1870. Este concilio precisó que el Papa solo es infalible cuando afirma una verdad religiosa de forma solemne y definitiva: esa doctrina de la infalibilidad la vemos hoy expresada en el canon o artículo 749 del Código de Derecho Canónico.
El Concilio Vaticano I tuvo que suspenderse por el estallido de la Guerra Franco-Prusiana y la retirada de las tropas francesas que protegían la ciudad eterna, cercada por tropas italianas que a continuación la invadieron. Definió, por tanto, lo esencial del oficio supremo del Papa, cuándo es infalible, pero no se habló de la misión de los obispos y de su relación con el obispo de Roma.
A ella se dedicó, fundamentalmente, el Concilio Vaticano II, que tuvo lugar entre 1962 y 1965, y que dedicó a los obispos el decreto titulado Christus Dominus, fechado el 28 de octubre de 1965. El segundo párrafo del canon 749 antes citado, afirma que también los obispos son infalibles cuando se reúnen en un concilio ecuménico y declaran como definitiva una doctrina sobre fe y costumbres, contando con el consentimiento del Papa, según especifica el artículo 4 de Christus Dominus.
En su siguiente artículo, número 5, este decreto Christus Dominus define el sínodo de los obispos como “una ayuda” a la labor del Papa, pero sin precisar más. Desde los años 80, el papa Juan Pablo II convocó diversos sínodos para plantear cuestiones doctrinales, sobre las que los obispos se manifestaban, y sobre las que luego el Papa recogía diversas consideraciones en documentos en forma de Exhortaciones o cartas apostólicas.
El sínodo es, por tanto, un ente querido por el Concilio Vaticano II para ayudar, y que por tanto no debe ser despreciado, pero cuyo carácter es auxiliar o consultivo, y nunca normativo ni, por supuesto, dotado de particular autoridad en material doctrinal o disciplinar.
Dicho esto, para el Sínodo llamado de la Sinodalidad, que celebrará sus sesiones en Roma este año y el próximo, el Papa ha querido invitar, como miembros con derecho a voto, también a sacerdotes, religiosos y laicos, aunque se seguirá llamando Sínodo de los obispos (aquí la lista de asistentes publicada el 7 de julio de 2023).
Sinodalidad equivale a participación, según vemos en la página 50 del documento que servirá de base para los debates, llamado Instrumento de Trabajo (Instrumentum Laboris, en latín).
¿Por qué ha resultado tan polémico este sínodo y por qué se habla de que las discusiones que ha generado pueden provocar un cisma? Antes de proseguir, déjenme que les recuerde la definición de cisma según el Catecismo de la Iglesia Católica en su artículo 2089 y del Código de Derecho Canónico en su artículo 751. Consiste en negarse a obedecer al Papa o negarse a permanecer unido -romper la comunión por tanto- con las personas que obedecen al Papa.
El sínodo ha resultado polémico porque algunas personas -en particular quienes bajo el nombre de “Camino Sinodal” han preparado el Sínodo en Alemania- han querido convertirlo en algo que va mucho más allá de la finalidad consultiva que tiene y porque otros, a su vez, han acusado a los alemanes de cismáticos e incluso han denunciado al Papa porque supuestamente apoya posturas llamadas “cismáticas”.
Veamos qué es lo que piden los participantes en el “Camino Sinodal Alemán” y si son cismáticos. Les remito al vídeo que hice en marzo, recogiendo las declaraciones de los protagonistas; pero las resumo aquí diciendo que el Camino Sinodal alemán exagera su propia importancia, al declararse soberano y al comprometerse a crear un Comité Sinodal en el que los obispos están en minoría y que, a partir de noviembre de este año, se haría cargo del gobierno de la Iglesia católica en Alemania.
Además, el Camino Sinodal Alemán ha decidido que se permita la bendición sacerdotal a cualquier tipo de parejas humanas, incluidas las de divorciados, las del mismo sexo, etc, que se permita a las mujeres predicar homilías en las misas, que puedan ser establecidas como diaconisas y pedir al Papa en el Sínodo de los Obispos que se suprima el celibato sacerdotal y se ordene sacerdotisas a mujeres.
¿Todo esto constituye un cisma? No, porque en ningún momento estos sinodalistas alemanes han pretendido separarse de la obediencia al Papa ni de la comunión con el resto de la Iglesia: ellos afirman que el Papa está de su parte y que lo que ellos reclaman quieren que sea adoptado por toda la Iglesia católica. ¿Si no son cismáticos, qué son? La respuesta sería herejes, si tenemos en cuenta que herejía es, según los artículos antes citado del catecismo y el Código de Derecho Canónico, la negación pertinaz o la duda pertinaz, por parte de un bautizado, de una verdad que ha de creerse “con fe divina y católica”, o sea, que ha sido definida de forma solemne por el Papa o los concilios.
Está más que claro que lo que exige el Camino Sinodal Alemán va contra las verdades de fe. ¿Pero es una herejía? Depende de si los que lo piden son “pertinaces”. La Real Academia Española define pertinacia como “obstinación, terquedad o tenacidad en mantener una opinión, una doctrina o la resolución que se ha tomado.” Sin duda, los sinodalistas alemanes son obstinados en sus resoluciones, pero seguramente, para hablar de herejía en sentido canónico, haría falta que lo fueran a sabiendas de que lo que afirman va contra la fe cristiana. Y eso ellos lo niegan, porque, como muestran sus declaraciones, están convencidos de seguir a pies juntillas las instrucciones y deseos del papa Francisco.
¿Son cismáticos quienes se oponen a las pretensiones del Camino Sinodal Alemán? No en el primer sentido de desobedecer al Papa. Por lo tanto nos encontramos con acusaciones cruzadas de cisma, sin que ninguna de ellas pueda probarse. Por eso me parece aconsejable, como hace el estadounidense John Allen, evitar la palabra cisma, porque con ella sucede lo que expresa la ley de Godwin sobre las menciones al nazismo: que indican que se puede dar por terminada una discusión, ya que sus integrantes cometen graves exageraciones.
¿No está entonces nada en peligro, y si lo está, de qué lado está el Papa? En mi opinión, el Papa ha decidido dejar de luchar contra las herejías y buscar otra forma de garantizar la unidad de la Iglesia. Que quiere dejar de perseguir las herejías ha quedado claro con el nombramiento del nuevo Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, al que también he dedicado otro vídeo.
A la vista de los enormes sacrificios que supuso la lucha contra las herejías protestantes, hace siglos que la Iglesia emprendió una vía más pacífica. Pero en el siglo XX, como explica Santiago Martín en un vídeo al que les remito, la Iglesia se vio desbordada por la falta de fe del llamado protestantismo liberal, que dejó de creer en la divinidad de Cristo. Esa increencia se difundió entre los católicos por medio del modernismo. Después del Concilio Vaticano II, se hizo generalizada en Alemania y otros lugares. Juan Pablo II trató de combatirla por la vía del diálogo, dirigido con maestría por el cardenal Ratzinger, posterior papa Benedicto XVI.
¿Por qué decide el papa Francisco que ya no vale la pena luchar contra las herejías? En mi opinión, porque tiene una moral probabilista, según la cual es lícito seguir un camino que, aunque no sea el mejor, puede tener ciertas posibilidades de éxito. Esta moral de circunstancias, lleva en este caso a intentar mantener a toda cosa la unidad de la Iglesia, aunque sea dejando que los herejes difundan sus doctrinas e incluso las vistan como si fueran católicas. Con tal de no cederles, por así decirlo, el poder real, no importaría que se hicieran la ilusión de que ellos son los auténticos cristianos.
En este sentido, nada impide dejar que los herejes lleguen incluso hasta el Vaticano para exponer sus ideas, puesto que a fin de cuentas el Sínodo de la Sinodalidad no es más que una asamblea consultiva. Ya dice claramente uno de los puntos de reflexión, en la página 50 del Instrumentum laboris, que un punto clave de la sinodalidad es comprender que los consejos que se transmitan a la consideración de la autoridad eclesiástica, pueden ser rechazados por esta.
Además, para aclarar que no da la razón a los sinodalistas alemanes, el papa Francisco ha nombrado entre los asistentes al Sínodo al cardenal Gerhard Müller (a pesar de que algunos lo querían meter a toda costa entre los cr´íticos), con el que los sinodalistas alemanes, tendrán que discutir en el grupo de lengua alemana.
De modo semejante, donde predominan los que no quieren cambiar la doctrina de la Iglesia, como es el caso de Estados Unidos, el Papa les ha dirigido críticas y eso ha animado a los que se autodenominan reformistas a llamar cismáticos a los conservadores. Para no ser demasiado complaciente con estos, el Papa ha nombrado miembro del Sínodo a un sacerdote, James Martin, partidario de las bendiciones a parejas del mismo sexo. Pero es que incluso para España ha nombrado a una monja, la nicaragüense Xiskya Valladares, que se aleja de la doctrina católica al ser partidaria de ordenar sacerdotes a mujeres (en 2013 decía que igual dignidad no tenía que ver con acceder al sacerdocio), al negar la existencia de Adán y Eva o la posibilidad de conocer por la razón la existencia de Dios (crítica del P. Byron).
El Papa, por tanto, mantendrá cierta neutralidad, con el fin de que nadie pueda desobedecerle argumentando que no les deja defender sus opiniones. Esto no evitará las discusiones agrias, y la ruptura de la comunión entre hermanos, que es una forma de cisma, pero, mientras viva Francisco, no veremos un cisma en forma de rebeldía abierta contra el Papa.
¿Y qué puede tener de bueno el Sínodo? En mi opinión, caer en la cuenta de que la evangelización es cosa de cada uno y de todos: que no podemos estar mirando a Roma como quien espera instrucciones, que Dios llama a cada uno a dar testimonio de Cristo y que, para hacerlo, tenemos suficiente con la doctrina que hemos recibido en el catecismo, con los sacramentos que se nos siguen dando, con el esfuerzo por vivir las virtudes y con la oración y la comunión entre hermanos. Con el deseo de que la difusión del evangelio que cada uno puede emprender sea auténtica, les saluda Santiago Mata, recordándoles que pueden suscribirse al canal, e incluso clicar el botón de unirse para colaborar económicamente. Gracias y hasta pronto.
Más datos sobre críticos al Sínodo:
El origen de los críticos está en los 4 cardenales que enviaron sus dudas (Dubia) por carta (a Müller) el 19 de septiembre de 2016 (solo sobrevive Burke; Meisner y Caffarra +2017).
De esos, Brandmüller solo ha criticado al sínodo alemán como «ateo» (no al Sínodo de Obispos).
Críticas a la totalidad. Cardenal Pell y la pesadilla tóxica.
Burke: caja de pandora, grave daño. (Burke firmó el prefacio de ese libro cuatro días antes de publicarse el Instrumentum Laboris.) Aquí puede verse el libro del grupo tradicionalista TFP del que es autor Julio Laredo, que carece de cr´íticas concretas al Instrumentum Laboris, ya que se publicó solo unos días después.
Schneider, entrevistado por La sacristía de la Vendée.
Obispo Strickland, carta pastoral recordando puntos irrenunciables, citada por tradicionalistas sedevacantistas como advertencia frente a cisma.
Rechaza ser considerado cismático, acusa a Francisco de «minar la fe».
Entrevistado en LSdLV.
Scott Hahn lo apoya.
Obispo Barron (asistente al Sínodo) vs. Ivereigh.
Reacción de los «partidarios» del Sínodo llamando cismáticos a los opositores:
Tony Annett, entre los que hablan de «cisma americano».
Burke y Schneider ven «herejías» en el Instrumento de trabajo, seg´´un Dawn Eden.
Ivereigh (nombrado para participar en el Sínodo) acusando a Hahn de cismático.
El comentario de Dawn Eden.
Como si mirara a otra parte, el 4 de octubre lo que hará el Papa es publicar una exhortación doctrinalmente irrelevante, sobre el medio ambiente.