En este escrito, hasta ahora no publicado en la red, Joaquín Fanjul argumenta ante el Tribunal que le condenará a muerte, que el Gobierno se puso al margen de la ley al exigir entregar armas a las milicias de partido, y al atacar a los militares que, como él, se negaron a cumplir esa orden ilegal. El 20 de julio de 1936, después de que los militares se rindieron a los revolucionarios, los oficiales fueron en su mayoría asesinados en el patio del cuartel, una vez que la prensa había sido desalojada.
El texto se encuentra en la Causa General, legajo 1515, expediente 11, folios 52 a 67.
Excelentísimo Señor Juez Instructor Delegado de la Sala Sexta del Tribunal Supremo.
Don Joaquín Fanjul y Goñi, General de División, en el sumario que se instruye por el supuesto delito de alzamiento en armas contra el Régimen y su Gobierno legítimo, por unidades del Ejército y otros militares, en los días 19 y 20 de Julio último, como mejor proceda en derecho, comparezco y digo: Que me ha causado verdadero asombro el auto de procesamiento y prisión e incomunicación notificado el día 26 del mes próximo pasado y mucho más la ratificación del mismo en juicio sumarísimo por la jurisdicción de la Sala sexta, cuando lo sucedido es ya de dominio público y no puede disimularse el desconocimiento de los hechos por la enorme trascendencia de la situación de España y los acontecimientos desarrollados en Madrid.
Por la lectura del auto en que V.E. me procesa se ve, dicho sea con todo respeto, que aparenta desconocer por completo lo ocurrido, pues solo así, cabe sentar el resultado (folio 53) de su provecho que me permito trascribir literalmente. Resultando: que en los días 19 y 20 de Julio del corriente año, se desarrolló en esta Capital un alzamiento en armas contra el Régimen y su Gobierno legítimo por unidades del Ejército y otros militares, y en su preparación o ejecución tomó parte destacada el acusado Don Joaquín Fanjul y Goñi, contribuyendo a la lucha de numerosas fuerzas militares o militarmente organizadas contra los leales a la República y su Gobierno legalmente constituido, habiendo sido estas hostilizadas en combates y agresiones con empleo de las armas y de los que resultaron gran número de víctimas, sin que terminara la lucha hasta que los insurrectos fueron reducidos.
Ante semejante e injustificada declaración judicial, las causas de cuya singularidad no voy a analizar ahora, las circunstancias y gravedad del momento histórico reclaman que al Juez instructor se le muestren los hechos concretos con toda precisión y claridad para que una vez comprobados y ante el delito monstruoso cometido por el Gobierno de Madrid se pase el tanto de culpa correspondiente o al menos que la recta administración de Justicia se refugie en su alcázar conservando la plena independencia en estos momentos trascendentales para el porvenir y para la salvación de España. Y consciente con estos deberes asiento en este escrito los siguientes
Hechos.
Primero.- Que es público y notorio que las guarniciones de Cataluña, Marruecos, Galicia, Navarra, Zaragoza y Burgos en cumplimiento riguroso del artículo segundo de la(Folio 54) Ley constitutiva del Ejército, que impone a éste como misión fundamental y deber básico la defensa de la Patria contra sus enemigos interiores y exteriores dieron virilmente al Gobierno de Madrid el alto en su desenfrenada empresa de desangrar y arruinar a España al dictado de Rusia, persiguiendo a la fe de nuestros mayores, organizando el incendio de nuestros monumentos religiosos y artísticos de valor inigualable y apelando incluso en su vértigo sectario al medio criminal de alentar el odio de clases y partidos convirtiendo el suelo de la Patria en campo de desolación y lucha fratricida.
Segundo.- Que en Madrid quizás los únicos que conocíamos la actitud salvadora de las guarniciones mencionadas éramos el General Villegas y yo, que solo aguardábamos instrucciones concretas del mando para actuar, instrucciones que no llegaron, porque sin duda en los planes entraba que se conservara quieta y sin intervención la guarnición de esta plaza y sus cantones.
Tercero– Que después del trágico asesinato del Sr. Calvo Sotelo por la fuerza pública anunciado desde el banco azul por el entonces presidente del Consejo, Sr. Casares Quiroga, hecho harto significativo, puesto que no se destituyó a ninguna autoridad, el Gobierno de Madrid veíase impotente, sin fuerzas ni resortes y sin la asistencia de la opinión pública para sofocar el magno movimiento de salvación nacional al que presta todo valor y entusiasmo el pueblo español, agotado por su propia política, no titubeó, digo, el Gobierno de Madrid en manejar resortes inadmisibles
(Folio 55) y hacer maniobras criminales de las que se gloría, acudiendo a la falacia para que con un golpe trágico y teatral poder producir la desmoralización de las guarniciones que son honra, orgullo y esperanza de España, aun a costa de los asesinatos sin cuento de que ha sido testigo la Capital de la República. ¡Qué importaba! Lo que interesaba era conservar el Poder, aun a costa de arruinar a España.
La incalificable maniobra se hace a costa de la Primera División Orgánica, ordenando el día 17 de Julio a los Comandantes militares de los Cantones y a los Coroneles de los regimientos para que acuartelasen a todos los Jefes, Oficiales, Clases y Tropa, extremasen la vigilancia y se aumentaran los retenes. Medida que, como es natural, puso en alarma a la guarnición, puesto que para tal medida era de suponer que existía peligro serio que el mando quería al menos prevenir.
Cuarto.- Que el día 18 por la noche el Sr. Comandante militar del cantón de Getafe puso en conocimiento del General de la División que por la carretera e inmediaciones del cuartel existían numerosos grupos de paisanos armados que cacheaban y detenían a su antojo a coches y peatones, por lo que pedía concretas instrucciones, contestándosele que no hiciese nada mientras los grupos no atacasen al cuartel, en cuyo caso repeliera la agresión defendiéndose del ataque. Órdenes que contravenían abiertamente los preceptos de los reglamentos y la ordenanza.
Quinto.- Que entretanto, en el batallón de Zapadores minadores número uno del Campamento su Teniente Coronel,
(Folio 56) Sr. Carratalá, transmitió la orden de acuartelamiento; pero no quiso admitir, y es un hecho irregular, ni a los oficiales que tenían permiso ni a los oficiales de complemento que se presentaron en el cuartel, cumpliendo la orden dada por la Superioridad de que se acuartelasen a todos los Jefes, Oficiales, Suboficiales, etcétera. Este hecho significativo y sospechoso, unido a la orden del Teniente Coronel de que siguieran sin armamento todos, a excepción de la guardia de prevención, prohibiendo incluso a todos los oficiales que llevasen armas y a otro hecho también significativo de no existir retén, hizo que los oficiales de servicio, recelosos de alguna emboscada, extremasen todas las precauciones y medidas para evitar una sorpresa y así efectivamente ocurrió.
El día 19, domingo, de Julio, a la una y media de la madrugada, estando de cuartel el Capitán de Ingenieros, Don Antonio Álvarez Paz, oyó al centinela dar la voz de “oficial de guardia” en cuyo instante y con gran nerviosismo el Teniente Coronel que estaba con dicho Capitán hablando salió precipitadamente hacia la puerta, siguiéndole el Capitán de cuartel, Sr. Álvarez Paz, quien pudo ver perfectamente cómo su Teniente Coronel se acercaba a una camioneta particular, grande, de transportes, en cuyo interior pudo ver a unos veinte individuos de p aisano y de cuyo asiento delantero descendió uno de ellos, conferenciando durante un cuarto de hora con el Teniente Coronel, a quien oyó la guardia(Folio 57) de prevención decir al despedirse “hasta luego”.
Que al poco rato de lo referido, el mencionado Teniente Coronel, de filiación comunista por cierto, dio la orden de preparar una camioneta para llevar armamento y a continuación, llamando a los capitanes de compañía, ordenándoles entregaran todos el armamento que tuvieran en ellas, a cuyo requerimiento el capitán de cuartel, Sr. Álvarez Paz, como más antiguo y en voz alta y delante de todos los oficiales y suboficiales contestó que esa orden era subversiva y no se podía cumplimentar. En cuyo instante, el Comandante Mayor, González Amador, afiliado también al partido comunista, encañonando al capitán Álvarez Paz, disparó sobre él, en cuyo momento el expresado capitán de cuartel se dirigió a su Compañía corriendo, al tiempo que a grandes voces dijo: “que nos traicionan”. “Que nos asesinan”. “Tocad generala”, “a formar todo el mundo”, momento en que se apagaron las luces del cuartel. Y cuando la Compañía del Capitán, Sr. Álvarez Paz, se estaba armando vieron venir hacia ellos al brigada López Leal, de filiación comunista, que pistola en mano y avanzando empezó a disparar, por lo que se hizo fuego sobre él, matándole y saliendo el mencionado Capitán con ocho números se situó fuera en la calle a la altura del Hogar del soldado, advirtiendo que el alférez Gil, también comunista, que prestaba servicio de Secretario del Teniente Coronel, empezó a hacer fuego contra la fuerza, la que repelió la agresión, matándole también; practicando después una inspección por todo el cuartel y al llegar al cuerpo de guardia encontraron al Capitán, Sr. Álvarez Paz, que mientras él había ido a su Compañía para armarla, el Comandante Mayor, Sr. González Amador,
(Folio 58) después de disparar contra el Capitán Becerril, al que hirió gravemente, y de hacer otros dos disparos contra el centinela, había escapado del cuartel. Que desde allí, el Capitán de cuartel, Sr. Álvarez Paz, seguido de una escuadra, se dirigió al cuarto de banderas donde halló al Teniente Coronel muerto junto al teléfono, por lo que se hizo cargo del mando del cuartel preparando la defensa del mismo para repeler los ataques de que pudiera ser objeto.
Sexto.- Que el Comandante militar del campamento, Coronel de Artillería, Sr. Español, llamó al Capitán, Sr. Álvarez Paz, y delante de los Jefes y Oficiales de la Escuela Central de Tiro, que expresaron haber observado hasta el último de los detalles de lo ocurrido, le felicitó efusivamente. Felicitación que a las nueve de la mañana del domingo recibió también del General Inspector de Ingenieros, Sr. García Antúnez, quien, acompañado de su Ayudante, se presentó en el cuartel, ordenando que se reunieran todos los oficiales y suboficiales en el despacho del Teniente Coronel, felicitando en ellos al batallón por su comportamiento y aprobando las medidas adoptadas y las precauciones prevenidas por el Capitán Álvarez Paz.
Séptimo.- Que el día 19, domingo, recibí encargo del General Villegas para que fuera a la División a hacerme cargo de ella, a lo que contesté que como no se me daban instrucciones concretas no iría; pero que pensaba ir al grupo de alumbrado del cuartel de la Montaña, donde tenía a un hijo mío sirviendo y que allí me enteraría de lo que pasaba.
Octavo.- Que al mediodía del referido domingo, 19, me personé en el cuartel del grupo de alumbrado y recibido por el Jefe y Oficiales, me refirieron cuanto queda relatado relativo al batallón de Zapadores Minadores de Campamento. Hechos que tenían sublevado el ánimo de todos, por presentir la indefensión en que les colocaba la complicidad del Ministro de la Guerra.
Noveno.- Que del grupo del alumbrado pasé al cuartel del Regimiento número cuatro de Infantería, a saludar al Coronel que era compañero de promoción, con el que hablé de lo que me habían contado en el grupo de alumbrado y entonces me refirió que el General de la División, Sr. Miaja, le había dado orden el día anterior de entregar los 58.000 cerrojos que tenía en depósito de otros tantos fusiles que había en el parque, a lo que rotundamente se había negado, por razones que el General Miaja conoce y podrá decir. También me contó el Coronel del Regimiento número cuatro que poco después de negarse a entregar los cerrojos al General Miaja, le llamó por teléfono personalmente el Ministro de la Guerra y Presidente del Consejo, Sr. Casares Quiroga, ordenándole entregase los cerrojos, a lo que le respondió que fuera por ellos. Este relato que me hizo el Coronel de Infantería en su despacho me lo hacía movido de la natural y lógica indignación que semejante orden le había producido, diciéndome que mientras él alentara
(Folio 60) no se entregarían esos cerrojos, pues tenía la convicción de que eran para armar a las milicias socialistas que asesinarían a sus hermanos.
Décimo.- Que por la radio se transmitió la noticia de la formación de un Gobierno Martínez Barrios con el General Miaja en Guerra, cuyo Gabinete dimitió a las pocas horas, según parece por negarse a contraer la responsabilidad de armar a las milicias socialistas, siendo sustituido por otro que preside precisamente un amigo político del Jefe del Estado.
Undécimo.- Que en la noche del domingo, 19, encendió los proyectores el grupo de alumbrado del cuartel de la Montaña, sorprendiendo con verdadero asombro a guardias de asalto en las azoteas y balcones de las casas fronterizas, recibiéndose en el cuartel de la Montaña al poco rato un recado del Teniente Coronel Jefe de los guardias de asalto, advirtiendo que no fuesen a disparar contra ellos, porque si estaban allí era para que las turbas no les hostilizasen; cuya noticia tranquilizó algo, pues circulaban con insistencia rumores de que el cuartel sería asaltado aquella noche y que es precisamente lo que me movió a mí a tomar la determinación de quedarme cerca de mi hijo y para correr la suerte de todos los que ocupaban el edificio.
Duodécimo.- Que durante la madrugada del lunes, 20, y aprovechándose del abominable engaño de que
(Folio 61) hiciera a la fuerza objeto el Jefe de las fuerzas de asalto, las milicias socialistas armadas tuvieron tranquilidad y tiempo para parapetarse con colchones, emplazando ametralladoras en azoteas y balcones frente al cuartel, rompiendo nutrido fuego sobre el mismo a las cuatro y media de la mañana con ametralladoras y cañón sin previo aviso, para que al menos las familias que habitaban los pabellones pudieran salir. A las agresiones se respondió con fuego de fusil, ametralladora y mortero.
Decimotercero.- Que a las seis de la mañana del indicado día 20, lunes, tres aparatos civiles de aviación bombardearon el edificio del cuartel de la Montaña, ocasionando grandes daños y la desmoralización de parte de la tropa del Regimiento de Infantería número cuatro, a la que pretendió reducir su Coronel sin conseguirlo, porque muy avanzada la mañana un Capitán había salido ya a parlamentar con el enemigo e izado bandera blanca.
Decimocuarto.- Que mientras ocurrían estos sucesos en el cuartel de la Montaña, las milicias socialistas y fuerzas de aviación atacaron al Regimiento ligero de Artillería de Getafe y a las fuerzas del Campamento, arrojando bombas hasta de cien quilos.
Decimoquinto.- Que una vez rendido el cuartel de la Montaña, las milicias socialistas asesinaron cafremente a ciento y pico de Jefes y oficiales y a crecido número de soldados, faltando a las leyes del honor y de la guerra y comportándose como salvajes y cobardes, pues para asegurar más la indefensión de sus víctimas y matarlas a mansalva les habían previamente cacheado y despojado de sus
(Folio 62) guerreras con carteras, relojes y efectos. El Capitán de Ingenieros del grupo de alumbrado, Don Arturo Ureña Escario, ha referido cómo entraron las milicias socialistas y formados los prisioneros, delante los soldados y detrás los oficiales, al hacer el recorrido para salir se les separó y a empujones y culatazos, con el trato más soez y bestial, les hicieron recorrer doscientos metros, echándose el fusil a la cara y diciendo “hay que matarlos de una vez”, a lo que el que hacía de Jefe respondía “no, todavía no” para hacerles sufrir más y agravar la humillación y la afrenta. Cuando ya iban a salir por la puerta de uno en uno, según se les ordenaba, se detuvieron ante los reporteros gráficos de la Prensa, que tiraron varias placas de los oficiales prisioneros y en cuyo instante el Capitán Don Arturo Ureña fue salvado providencialmente por un guardia de asalto que había sido su asistente y que al reconocerle le sacó del cuartel, llevándole a la acera de enfrente desde donde pudo presenciar con horror y espanto cómo al salir de uno en uno sus quince compañeros se les hacía descargas cerradas por las milicias socialistas, cayendo muertos unos encima de otros y algunos con espantosas contorsiones. También pudo presenciar el referido Capitán, Don Arturo Ureña, cómo el Comandante de Artillería, Flores, Jefe del Parque, vestido de mono azul, vendado el cuello y con la gorra de uniforme puesta, dando grandes gritos a las milicias socialistas que le vapuleaban creyéndole del cuartel de la Montaña, les decía ¿pero no sabéis quién soy? Soy el Comandante Flores, el que os ha organizado y preparado la destrucción de los cuarteles y comparte con vosotros
(Folio 63) la gloria de este día.
Decimo sexto.- Que inmediatamente después de estos sucesos, el Gobierno de Madrid terminó de armar a las masas socialistas, dejándolas en libertad durante 72 horas para que se dedicasen al saqueo, al pillaje y al robo de las casas y al asesinato de crecido número de ciudadanos, consumando así la brava hazaña ofrecida por Casares Quiroga en su campaña electoral, de un Gobierno que permanecería sordo y ciego durante 48 horas, dando suelta a la plebe para que saciaran sus odios y apetitos.
El mismo relato de estos hechos, que facilmente comprobará V.E., lleva a las siguientes
Conclusiones.
Primera.- En España se ha desencadenado una guerra civil, en la que un bando compuesto por la casi totalidad del Ejército, con los Generales, Jefes y Oficiales más distinguidos por su historia de heroísmo, sacrificio y pericia; los más estimados valores nacionales en una extensión territorial que abarca casi toda España y con un volumen ingente de ciudadanos, los más escogidos, los más leales a las tradiciones y a la creencia del españolismo, vierten su sangre generosamente con espontaneidad y entusiasmo, sin esperar otra recompensa que la de ver para siempre a su amada Patria libertada de una política sectaria y anárquica que, además de despedazarla, la aniquila y la envilece, desprestigiando su glorioso nombre ante el mundo y la Historia. Son el honor, la dignidad y el espiritualismo de la raza los que se levantan justicieros y purificadores para legar a las gene-
(Folio 64) raciones futuras, el seguro camino de los destinos soberanos de España.
Es el otro bando el Gobierno del Frente popular con las masas que le ensalzaron, todas laicas, perseguidoras de la fe de Cristo arraigada en el corazón de España, en su mayoría marxistas con concepto materialista de la vida, que sigue una política anti-española al dictado de Rusia, para lograr la implantación del comunismo, Gobierno que no vaciló en armar a masas envenenadas e inconscientes para que asolasen la ciudad con un tipo de crímenes en sus formas sin precedente en nuestra historia, emulando a los primeros tiempos de la barbarie soviética de Rusia. Gobierno que faltando a todas las leyes, incluso al derecho de gentes, respetado hasta por las sociedades semisalvajes, frente al único poder coactivo del Estado, que es el Ejército, tuvo que armar a los que ha llamado sus milicias, por lo que hoy no puede ya sacudir la responsabilidad criminal y política que le alcanza, como autor de los asesinatos, robos y desmanes que aquellas hicieron con las armas que les entregó.
Son dos concepciones de Estado y de Gobierno, pues, frente a frente, que se han lanzado a una lucha. Los dos bandos se aprestan a guerrear con sus ejércitos; en ambos, al lado de fuerzas militares, hay contingentes civiles, y todo parece anunciar que la lucha será larga, como suelen serlo todas las intestinas de los pueblos,
(Folio 65) Segunda.- En Madrid no había nada preparado ni sabían sus guarniciones cuando, cómo y donde se romperían las hostilidades. Estando todo el mundo quieto y sumiso a la División, cuyas órdenes obedecieron, incluso para aprestarse a la defensa y repeler la agresión si lo necesitasen.
Tercera.- Que el Gobierno aprovechó la calma y el acuartelamiento de la guarnición de Madrid para, con toda clase de engaños, atacarla, inesperadamente, con aviación, socialistas armados, guardia de asalto y guardia civil, permitiendo el asesinato libre de Jefes y Oficiales indefensos hechos prisioneros.
Cuarta.- Que el Gobierno de Madrid es responsable como autor de los delitos cometidos por los que llama sus milicias, puesto que sin haberlos armado no habrían podido cometer los mencionados asesinatos.
Quinta.- Que el Gobierno de Madrid está incurso en las penalidades señaladas en los artículos 134-135 y 136 del Código penal.
Sexta.- Que tengo por todas las razones expuestas la condición de prisionero, puesto que las fuerzas de ambos bandos contendientes son ejércitos beligerantes y los individuos de uno de ellos que están en poder del otro tienen el carácter de prisioneros, estando exentos de la jurisdicción militar y judicial del contrario y solo sometidos al derecho de gentes, a las reglas de carácter internacional y a las leyes de la guerra y del honor. Este comportamiento, con exquisita observancia, vienen adoptando los Generales Franco y Mola, a cuyas fuerzas me honro en pertenecer; y hasta el propio Gobierno
(Folio 66) de Madrid lo tiene así sancionado cuando me dio de baja en el Estado Mayor General de su Ejército, considerándome enemigo. Conducta ratificada no solo ya con el personal sino también con el material, toda vez que ha declarado oficialmente haber sido baja en la lista de buques de la Marina de guerra del Gobierno el crucero Almirante Cervera, sometiéndole a las disposiciones del Derecho internacional. Por todo lo cual, no cabe jurisdicción de la Sala ni del Gobierno sobre mí, a no ser que el Tribunal Supremo conserve su independencia y carácter nacional, en cuyo caso y en cumplimiento de su deber, habrá de declarar faccioso y fuera de la Ley al Gobierno de Madrid, que patrocina el desorden, el asesinato, el más enorme de los delitos de lesa humanidad y lesa Patria y el de insulto a centinela y fuerza armada.
Séptima.- Que el juicio sumarísimo por el que se me persigue solo es apropiado según disposición del artículo 649 del Código de Justicia Militar, para los reos de flagrante delito que tengan señalada pena de muerte o perpetua y solo se considera flagrante el delito, por prescripción del artículo 650, que se estuviera cometiendo o se acabara de cometer cuando el delincuente sea sorprendido.
Es decir, el sumarísimo es un procedimiento en el que se priva al procesado de todas las garantías de defensa, buscando la rápida e inmediata ejemplaridad, a fin de intimidar con ella a los que en la misma jurisdicción
(Folio 67) estuvieran cometiendo igual figura de delito. Y ni he cometido acto delictivo ni aunque lo fuera el estar en relación y encuadrado en el Ejército contrario del Gobierno, no tendría señalada pena de muerte ni de reclusión ni la ejemplaridad puede invocarse en este instante cuando los sucesos que se enjuician distan ya trece días y además no fui sorprendido, sino que me entregué voluntariamente.
Si no fueren suficientes estas razones para justificar la improcedencia del juicio sumarísimo que se instruye, añadiré además que la Sala sexta no podría entender de él por falta de jurisdicción, puesto que no tiene otra que la revertida del suprimido Consejo Supremo de Guerra y Marina que jamás entendió en un sumarísimo, propio por su naturaleza de las Divisiones o del General en Jefe en campaña. Por el contrario la propia ley articula el juicio ordinario y otro especial para determinadas jerarquías y rangos.
Por lo que procede y
Suplico a V.E. que teniendo por presentado este escrito y por hechas las manifestaciones que en él se contienen se digne acordar: Primero.- Suspender el procedimiento sumarísimo incoado, por ser improcedente, y, en su lugar, tramitar las diligencias de todos los sucesos militares ocurridos en la División de Madrid los días 19 y 20 en un solo sumario, para no romper la continencia de la causa y evitar el quebranto de la recta y buena administración de Justicia, prosiguiendo las actuaciones por los trámites marcados en la Ley para el juicio ordinario o especial ante el Consejo Supremo de Guerra y Marina, hoy Sala sexta del Tribunal Supremo de(Folio 68) Justicia.
Segundo.- Que se me declare prisionero de guerra con todas las garantías que el derecho de gentes, los preceptos del Derecho internacional y las leyes del honor y de la guerra prescriben.
Tercero.- Que en el caso de que el Tribunal Supremo de Justicia mantenga su absoluta independencia de Poder, conservando el rango de Supremo tribunal de la Nación Española, declare faccioso y fuera de la Ley al Gobierno de Madrid, que armó a los partidos marxistas, infringiendo la ley constitutiva del Ejército y lanzando a las masas, pletóricas de odio, al asesinato de gran número de jefes y oficiales y de ciudadanos pacíficos, y al declito de lesa Patria, de atacar con engaños y maniobras condenables a las fuerzas de la guarnición de Madrid; injuria y afrenta hechas a la Nación en el honor y en la carne viva de sus soldados, pues así es de hacer en justicia que pido.
Otro sí digo: Que a los efectos de comprobar debidamente los hechos que transcribo en este escrito procede y
Suplico a V.E. se digne acordar la práctica de todas las diligencias pertinentes, citando y tomando declaración a todos y cada uno de los señores y autoridades que se mencionan en este escrito para el debido esclarecimiento de los hechos sobre los que la Sala habrá de basar su fallo; pues también es así de hacer
(Folio 69) en Justicia que pido en Madrid, cárcel modelo, a 2 de Agosto de 1936.
(Rúbrica) JFanjul