La presidenta está triste Versos sobre las intrigas que han llevado a Isabel Díaz Ayuso a ordenar un peculiar confinamiento de buena parte de la población de Madrid.


La presidenta está triste. ¿Qué tendrá la presidenta?

También ella, como la princesa de Rubén Darío,

Ha perdido la risa y ha perdido el color.

De entre todos los políticos, parece ser la única

Que no ha perdido la facultad de llorar.

Y en virtud de esas lágrimas, quizá,

Es posible que sus ojos no mientan,

Y que incluso al acusar a otros la desmientan,

Desvelando que sabe que no puede creer

Lo que tantos otros fingen: que sabe lo que hay que hacer.

En medio de una jauría de soberbios patanes

Que se acusan unos a otros de pecados mortales,

Parece como si fuera consciente

De que miente más el que más puede

Y el que más pecado oculta.

Quizá su tristeza aumente

Al sentir ladrar de envidia

A quienes en altas torres

Se quisieran enrocar

Y desde ellas mirar con desprecio

El dolor ajeno.

Y aun sintiéndose ofendidos,

Persisten en su ladrar

Pidiendo ejemplar castigo

Y encierro sin piedad

Para aquellos que cometieron

El error de estar

En el centro de la tormenta.

Reflejo de humanidad

Son esas lágrimas estrelladas,

Bondad o ingenuidad, quién sabe si impotencia,

En todo caso, parécenme, conciencia,

De que miente el que a triunfar

Llama desde la ignorancia

Y el abuso de poder.

Santiago Mata, 19 de septiembre de 2020.

Abascal: el canto de la sirena en el parlamento español


Con Abascal llega la verdad a la política española. Más que tapar -como Sánchez- sus oídos a la sirena, vale decir con Jesucristo: no imitéis lo que hacen.

Antes de adjetivarlo con lamentos, hay que reconocer que el primer discurso de Santiago Abascal en el parlamento español, el 22 de julio de 2019, fue excelente. Por primera vez en décadas se oyó a alguien decir verdades como puños.

Este reconocimiento de la verdad suena a elogio. Pero es, simplemente, la verdad, y hay que reconocerla. Lo que dijo es verdad y alguien tenía que decirlo. Desgraciadamente, lo dijo él: un mentiroso.

La reacción de Sánchez, ignorar lo que oía, es la clásica reacción de un cínico, que no tiene respuesta válida frente a la verdad. Fue clásica también porque es la respuesta mítica frente al canto de las sirenas: no las escuchéis. Pero esa respuesta no vale.

Las sirenas ni eran mujeres, sino focas, ni su canto era hermoso. Por lo tanto el mito griego era  una exageración para tratar de mitigar la curiosidad de los marineros y darles el buen consejo de mantenerse alejados de las rocas sobre las que tomaban el sol las focas. El consejo era bueno, pero insuficiente para matar la curiosidad.

Del mismo modo, el consejo de Sánchez es inútil, porque la gente tendrá curiosidad por ver lo que dice Abascal y, atraída por la verdad, se inclinará a votarle. Por eso habría que haber respondido a la verdad con otra verdad, la dicha por Jesucristo: lo que dicen los fariseos es verdad, por tanto, cumplid lo que os mandan, tratad de vivir conforme a esa verdad, pero no les imitéis, porque ellos dicen pero no hacen.

Las pruebas de la relación de Abascal y del núcleo duro de Vox con el Yunque son más que ciertas. A pesar de su elegante dominio de las apariencias, el Yunque es una sociedad secreta anticristiana. Luego miente, y enseña a mentir. Y de quien miente no puede uno esperar, diga lo que diga, que cumpla su palabra.

Por lo tanto, si oís la verdad, como es el caso con Abascal, de una persona adiestrada por el Yunque, procurad hacer esa verdad… Pero no confiéis (vuestro voto) a esa persona, porque no hará lo que dice. Es más eficaz que taparse los oídos. Porque la verdad merece ser escuchada. Eso, y nada más, hay que agradecer a Abascal. Eso, que no quieran ni siquiera escuchar la verdad, hay que lamentar del resto de políticos españoles.