Santiago Carrillo

Carrillo responsabiliza de Paracuellos a la gente y a milicianos desobedientes El 18.1.2011 pregunté a Carrillo sobre Paracuellos: ¿No piensa que sería positivo que usted pidiera perdón a las familias de las personas que mandó fusilar?


Recojo su alucinante respuesta, de la que sólo quiero resaltar dos puntos: ¿convoyes detenidos de madrugada y fuera de Madrid, después de que ha dicho que es una ciudad sitiada? Una ciudad que todos han abandonado, y que teme por la inminencia de la llegada de los nacionales, ¿pero la gente se congrega fuera para detener un convoy? Eso por no hablar de los pacos disparando desde los tejados ¡en noviembre!, de que habla de un único convoy, compuesto exclusivamente por militares, supuestamente sublevados y condenados… Incluyo también una repuesta a pregunta sobre su relación con Suárez, algo menos alucinante, pero también ilustrativa sobre la capacidad de inventar de este hombre.


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Un comentario en este otro artículo.

¿No piensa que para la reconciliación sería positivo que usted pidiera perdón a las familias de las personas que mandó fusilar?

Yo no mandé fusilar a nadie. Yo estuve en la defensa de Madrid. Los generales facciosos publicaron con gran solemnidad que Madrid iban a tomarla cinco columnas, las cuatro del ejército de África que habían avanzado sobre (Madrid) y la quinta columna que estaba escondida en Madrid. Y uno de los problemas más serios en ese momento en la defensa de Madrid era esa quinta columna, que no eran soldados que combatieran con uniforme, eran gentes, miles, de derechas, que estaban organizados y que en un momento dado podían abrir las puertas de Madrid. Ese yo creo que fue un error muy serio por parte de los generales franquistas, porque hizo que el pueblo de Madrid, que estaba semicercado, semirrodeado, rodeado con una sola salida, por las tropas de Franco, que estaba siendo bombardeado con aviación y con artillería día y noche, que además estaba siendo hostigado desde la retaguardia por grupos de esa quinta columna que disparaban desde los tejados, sobre la gente que circulaba por la calle, en un momento en que, ahora es muy difícil imaginárselo, pero ¿se imaginan ustedes una ciudad sitiada, una ciudad bombardeada, donde todos los días mueren cientos de mujeres, de niños, de viejos? ¿Imaginan la cantidad de odio que había en Madrid en ese momento? Y en ese momento, mi responsabilidad fue, si acaso, no tener una organización de policía, porque no había, porque de Madrid se había marchado todo el mundo, incluido el gobierno, incluidos funcionarios. Mi responsabilidad fue no tener en ese momento fuerza suficiente para impedir que la gente se (embozase) y atacase, e incluso asesinara a la gente de derecha que podía ser considerada como quinta columna. Además, el hecho de que se me acusa (…). La orden era trasladarlos a levante, creo que eran alrededor de dos mil militares, sobre todo, militares que se habían negado a defender a la República, que se habían sublevado en los primeros tiempos en el cuartel de la Montaña, que no habían sido fusilados, como había que hacer con los militares cuando se sublevan contra un gobierno legítimo, que habían estado en la cárcel y que en ese momento, las tropas de Franco llegan a 200 metros de la cárcel donde estaban estar personas. En ese momento, con el general Miaja, decidimos evacuarlos de Madrid, cosa que había debido hacer ya antes el gobierno de la República, y en el camino, la gente, ataca ese convoy y mata. Pero hay que pensar que en ese momento en Madrid había miles, decenas de miles de ciudadanos de Madrid que estaban armados, que estaban sufriendo bombardeos y que veían morir a sus mujeres y a sus hijos, cargados de odio, había que pensar que en esos momentos los milicianos que protegían ese convoy estaban protegiendo a esa gente contra sus sentimientos, y que en un momento dado desobedecieron a las órdenes. Yo lamento mucho aquello, pero (…) hay que imaginarse lo que es una guerra. Ya saben lo que está pasando en guerras como la de Irak y Afganistán, eso que llaman los daños colaterales. En esas guerras con ejércitos organizados, disciplinados, con grandes medios. ¿Cómo extrañarse de que, en el momento en que Madrid es sitiado y es bombardeado, día y noche, y en que hay miles de gentes que mueren cada día, gentes que no son combatientes, y también hay combatientes, eso yo no puedo asumir la responsabilidad y decir que yo mandé fusilarlos, es una calumnia que nadie ha podido demostrar hasta ahora, y que si yo hubiera hecho eso, gentes como el general Miaja, y el general Vicente Rojo, los militares profesionales que participaron en la defensa de Madrid, y que tenían, que estaban protegiendo a familias de los militares sublevados, por un sentido de solidaridad, esas gentes no me lo hubieran perdonado jamás. Y en cambio Vicente Rojo, en su libro sobre la defensa de Madrid, elogia la labor de la Junta de Defensa, porque la verdad es que en un mes conseguimos regularizar la situación de Madrid, acabar con esas cosas, creamos los tribunales populares, que eran los que juzgaban, condenaban o liberaban, en un mes y pico en Madrid conseguimos establecer el orden. Y yo no tenía en Madrid en ese momento ni policía, ni fuerzas de la Guardia Civil, ni había fuerzas del ejército, de la milicia, que pudieran dedicarse a eso, y hubo que improvisar todo el aparato de seguridad de la ciudad. Claro, hasta que yo fui nombrado secretario general del Partido Comunista, nadie me acusó de aquello a lo que usted se ha referido, sólo después de mi nombramiento como secretario del Partido Comunista se ha empezado…

Sobre Suárez

Yo estoy convencido de que el hecho de que existiera Adolfo Suárez fue muy importante. La gente piensa que Adolfo Suárez era un falangista, que había tenido cargos importantes; pero yo he logrado conocerle muchos años, y puedo decirle que Adolfo Suárez era un hijo de los que perdieron la guerra. Su abuelo y su padre eran republicanos, habían estado presos al final de la guerra y habían salvado la vida gracias a la relación de amistad con el general Martínez Anido. Suárez, en los años del franquismo, fue un hombre sin duda con gran vocación política, va creciendo, no en Falange, sino en las organizaciones católicas paralelas, legales, y es ahí donde él va adquiriendo una personalidad, ayudado por Herrero Tejedor, que le permite ser gobernador civil de Segovia y después director de la televisión. Pero no es un falangista típico, es más bien un católico hijo de perdedores de la guerra, que, en la televisión se rodea de dos personas que eran gente de izquierda, una era Carmen Díez de Rivera, persona muy inteligente, muy de izquierda, y el otro era Calviño, el que fue director de la televisión ya con la democracia, que era hijo de un socialista que había tenido que emigrar al terminar la guerra. Y solamente (…) consigue tener una buena relación con el príncipe, y parece que con el príncipe empiezan a hablar del cambio, en un momento dado, y el príncipe le pregunta a Suárez qué habría que hacer, y parece que Suárez le da un papel al príncipe en el cual estaba poco más o menos el programa de la Junta Democrática: amnistía, legalización de los partidos y organizaciones sociales, es decir, Suárez es, tampoco se puede decir que sea un resistente de la primera hora, no, es un hombre que tiene suerte y que aprovecha las posiciones que logra en el régimen para ayudar al rey, y yo desde la primera conversación que tuvimos después de que él pusiera el veto a que en la delegación de la oposición que conversaba con él directamente estuviera yo, en esa conversación en febrero, de seis horas, este hombre me demostró que era un hombre que iba a hacer lo que (…). Y además me hizo comprender precisamente que detrás de él estaba ese pasado familiar, es decir, que no era casual, y yo he tenido una relación de amistad y debo decir que a mi juicio Suárez era un hombre de izquierda. Cuando crea el Centro Democrático y Social, en sus intervenciones parlamentarias, es un hombre de izquierda, es un hombre que está contra la OTAN, que está por la relación con los países no alineados, que va a Cuba y hace a Fidel Castro una visita muy cordial, es un hombre que no tiene nunca la confianza ni la simpatía de la embajada de Estados Unidos, que no gusta a la derecha y la derecha termina (…). Me parece que, si con otro personaje las cosas hubieran sido distintas.

(Ver también en mi libro: Carrillo cree en el infierno.)

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