Manuel Muñoz Martínez, Director General de Seguridad.

Así organizaron Manuel Muñoz y Santiago Carrillo el terror rojo Teodoro Illera Martín explica cómo Manuel Muñoz Martínez, Director General de Seguridad, y Santiago Carrillo organizaron el terror rojo en Madrid


Declaración ante la Causa General que no ha sido publicada íntegramente hasta ahora. La fotografía de Manuel Muñoz está tomada de esta web.
Declaraciones de testigos de la pieza principal o primera de Madrid.

Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL, 1505, EXP.2, empieza folio 13, firmado el 26.6.1939 en la cárcel de Porlier

“manifiesta que al estallar el Glorioso Alzamiento, prestaba servicios en la Secretaría de la División de Fronteras. El 6 de agosto de 1936 fue nombrado Delegado Jefe del Distrito de Chamberí. No perteneció nunca a ninguna organización política. Desconoce por completo el criterio que regía en la Dirección General para estos nombramientos ignorando cual fuera la base sobre que descasaba la confianza que estos nombramientos suponían. Las detenciones se efectuaban por tres procedimientos distintos. En primer lugar había una orden de tipo general a virtud de la cual se ordenaba a los comisario de Distrito la detención e incautación de todos los bienes de las personas que fueran desafectas. Esta desafección se marcaba en primer lugar por la filiación política y en segundo por el carácter religioso. Desde luego, el ser sacerdote o monja era motivo suficiente de detención. Llegó a darse el caso de que se detuviera a señoras por encontrar en su casa libros religiosos y el declarante no dio curso nunca a estas denuncias o detenciones de tipo pueril. Incluso cuando pudo hacerlo, tuvo a religiosas detenidas toda la noche y por la mañana burlando a los agentes más afectos a los rojos, las puso en libertad. Otro procedimiento de detención era a virtud de órdenes expresas de la Jefatura Superior de Policía y por último, los agentes nombrados por la Dirección roja procedían a detener a aquellas personas que consideraban desafectas y las entregaban en la Comisaría con una

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nota en la que explicaban los fundamentos de la detención. Desde luego, estas detenciones eran casi siempre arbitrarias, dada la falta de preparación técnica de tales agentes improvisados y su acusado matiz político. Tiene que significar que las detenciones practicadas por estos agentes carecían de toda regularidad, de tal forma, que unas veces entregaban los detenidos en la Comisaría y otras veces les detenían obrando por orden de los radios comunistas u otras organizaciones y no eran llevados a ningún centro oficial de Policía. Aclara que estas detenciones irregulares se efectuaban cuando estos Agentes estaban fuera de sus horas de servicios pero supone el declarante que las harían valiéndose de su calidad de policías.En la organización de la Policía de Madrid puede decirse que se conservó la mecánica tradicional en ella, en lo que al formulismo se refiere, pero al lado de esta organización oficial existían, de una parte, los llamados «incontrolados», que eran elementos manejados por las organizaciones políticas con anuencia

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del poder, y de otra, la C. N. T. Radios Comunistas y otros elementos que ejercían funciones policíacas con entera autonomía y libertad. En estas organizaciones era donde realmente radicaba la fuerza. Durante esta época era frecuentísimo que los familiares de las personas detenidas por estas organizaciones, fiando en la organización más seria y responsable de la Policía, llamaban angustiosamente a los Comisarios para pedirles protección. Los Comisarios siempre mandaron Agentes adonde eran solicitados, pero aquí tiene que hacer notar que entre los Agentes los había de dos clases. De una parte estaban aquellos que siempre pertenecieron a la policía, los cuales eran malquistos de los rojos, precisamente por su seriedad e independencia política, y de otra aquellos que los mismos rojos habían nombrado precisamente para servir sus intereses políticos. Los Agentes incluidos en la primera de dichas clases vivían atemorizados y por ello siempre rehuían el practicar estos servicios, en los que el choque con las milicias podía serles fatal y en cambio los otros, cuando llegaban a casa de los detenidos, lejos de defenderles contra los desafueros de los radios y comités, como ellos mismos formaban en sus organizaciones, llegaban a ayudarles. No quiere decir esto que dejaran de cumplir tales servicios cuando les eran encomendados pero sí que observaban una complacencia con las milicias que los Agentes auténticos nunca tuvieron. Que la Policía nunca nunca tuvo relación con las checas en el e

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jercicio de sus funciones, sino que antes bien había siempre como una especie de pugna. No quiere decir esto que muchos de los detenidos por la Policía no fueran a las checas, pero esto se efectuaba por la Dirección General, que era quien, una vez recibidos los detenidos que las Comisarías les enviaban, les entregaban a las checas o cárceles, según los casos. Le consta que en las checas no trabajaron nunca agentes de policías ni de los antiguos ni tampoco de aquellos otros improvisados por los rojos. Lo que sí se daba en algunos casos era que los elementos de las checas se colocaran las placas de los Agentes a los que ellos mismos daban muerte y no había posibilidad de pedirles la documentación para comprobar si eran tales, pues la contestación era el clásico «paseo» . Para aclarar cuál era la relación de la policía con las checas, recuerda varios casos en que tuvo que relacionarse con ellas. Como estas checas eran omnímodas era lo frecuente que los familiares de las víctimas en su desesperación acudieran a

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que fuera llevado a la Dirección General de Seguridad protegido por fuerzas de Seguridad hasta aquel Centro donde desde luego quedó.En una ocasión tuvo noticias el declarante de que en los Ministerios nuevos se efectuaban asesinatos y llegó a tener conocimiento del siguiente hecho, que le pareció monstruoso. Dos milicianos violaron a dos señoritas, matándolas después, pero con tal ensañamiento, que uno de ellos disparó sobre la joven a quien había violado cuando aún la estaba poseyendo, saltando la masa encefálica de la desgraciada muchacha en la propia cara del asesino. Inmediatamente el dicente ordenó colocar un servicio muy estrecho en aquellos alrededores, y le consta que desde entonces no volvieron a cometer ningún atropello por allí.

El Ministerio de la Gobernación mantenía unas Milicias de Retaguardia que eran fuerzas a las órdenes del Ministro con absoluta independencia de la policía. A estas fuerzas se dieron unas órdenes a fines de noviembre o principios de diciembre, a virtud de las cuales se les autorizaba para efectuar detenciones pero se les obligaba a conducir los detenidos a las Comisarías. Esto disminuyó mucho el número de crímenes.

A juicio del declarante, toda la responsabilidad por los hechos acaecidos durante esta época cabe a la falta

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de energía y dignidad en su cargo del Director General Manuel Muñoz, pues le sobraban medios materiales y apoyos morales para haber evitado esta acción de los radios, checas y milicias. Esto lo prueba suficientemente el hecho de que los Comisarios en sus Distritos, esfera de acción mucho más reducida, cuando supieron imponerse y hacerse respetar de estos elementos, lograron evitar numerosos atropellos, como ya tiene reseñado en su declaración.

Este Muñoz toleró la existencia y acción de las Brigadas del Amanecer, la Técnica (que funcionaba en la Dirección General) y la de Terry y una que controlaba el Subdirector Carlos de Juan. Estas Brigadas cometieron toda clase de tropelías hasta fines de noviembre en ocasión en que el declarante sustituía interinamete al Comisario General, el Consejero de Gobernación de la Junta de Defensa (pues ya el Gobierno había huido a Valencia) Santiago Carrillo, dijo al que declara que era conveniente disolver esas Brigadas que perjudicaban en primer lugar a los organismos oficiales y que si se atrevía a hacerlo

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la policía para que les amparara. Recuerda entre estos casos que en cierta ocasión se le presentó en su despacho la Marquesa de Tolosa, domiciliada en General Arrando 17 o 19, pidiendo protección para un tío suyo, el Conde de Lérida que vivía en el bajo de la misma casa con un criado anciano como lo era el dicho Conde de Lérida. Se habían presentado en el domicilio del Conde de Lérida cinco individuos en un coche con las iniciales de la F.A.I., conminándole a que al siguiente día por la mañana les entregase veinticinco mil pesetas y sus alhajas, y amenazándole con que en caso de no hacerlo le pasearían. Inmediatamente el declarante montó un servicio de protección en el piso donde vivía el Conde de Lérida con tres Agentes y tres guardias de seguridad, los que tenían orden de captura o muerte en su caso de los asaltantes. Como le pareciera inoportuno el que los guardias prestaran este servicio particular por razón de su uniforme, decidió sustituir a los guardias por tres individuos de la F.A.I y para ello consultó con el Director General de Seguridad Manuel Muñoz, quien le tilda de loco pero accede a que se haga así. En vista de eso se arriesgó a entrar en el Cine Europa, Cuartel General y Checa de la F.A.I., verdadero fortín de esta organización, y después de alguna discusión con los dirigentes, atacándoles en el sentido de que buenos y auténticos anarquistas no debían proteger el robo, consiguió que le dieran

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tres hombres con armamento a quienes se ordenó por la F.A.I. que bajo la dirección del dicente y junto con los Agentes procedieran a la detención o muerte de los que amenazaban al Conde de Lérida, los que no aparecieron más por dicho lugar. Este servicio se mantuvo unos quince días. Otro caso que demuestra como las relaciones de la policía con las checas era puramente particular, el de que en un día recibió una llamada el declarante del entonces Gobernador Civil de Madrid, Sr. Carreras, quien muy acongojado dicho por teléfono al declarante que le pedía por Dios que hiciera todo lo posible por sacar a un primo suyo de la checa de Francisco Rojas 4. El pariente del Gobernador Civil era un capitán de Artillería a quien se acusaba de haberse pasado de el campo nacional de Córdoba para hacer espionaje. Hechas gestiones por el que declara en la citada checa, no consiguió le fuera entregado el militar por quien se interesaba, pero si

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se comprometió a hacerlo el declarante y pr la facilidad con que lo efectuó, pues le bastaron unas órdenes verbales enérgicas, comprendió la lenidad que suponía haberlas permitido durante todo el período anterior.

El 7 de noviembre de 1936, con motivo de la proximidad de las fuerzas nacionales, el Gobierno huye a Valencia y en Madrid se constituye la Junta de Defensa bajo la presidencia de Miaja. Con esto surge una nueva organización de los servicios de Policía. Se crea el Consejero de Gobernación, cargo que ocupa Santiago Carrillo estableciéndose este organismo en Serrano, 37.

Este Consejero de Gobernación es como un Ministro de la Gobernación cuyas funciones se circunscriben a Madrid. El Jefe Director de la Policía es el Delegado General de Orden Público, cargo que ocupa Serrano Poncela, y también se establece en Serrano, 37. Las funciones de éste son análogas a las del antiguo Jefe Superior de Policía. Continúa siendo Comisario General de Madrid Félix Carreras. Se crea también un Consejo de Seguridad que depende directamente del Consejero de Gobernación, aunque en la práctica es autónomo y no conoce limitación en su poder. Entran a formar parte en este Consejo elementos del disuelto Comité de Investigación Pública (Checa de Fomento) y lo forman: Rascón Ramos (F.A.I.) Molina, Vega, Sebastián Álvarez (Santi); La Rosa; Alcántara; Domingo García (de Unión Republicana del Centro, muerto en un bombardeo en Barcelona). Los demás

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componentes de la disuelta checa de Fomento fueron distribuidos por las Comisarías de dos en dos. Se les destinó a las Comisarías por un oficio del Director General, en el que se decía que iban en calidad de ayudantes de los comisarios pero en realidad su papel era el de controles políticos. Todas o al menos la mayoría de las milicias de retaguardia siguen dependiendo orgánicamente del Ministerio de la Gobernación, pero en cuanto al servicio, quedan a las órdenes de los Comisarios. Las restantes milicias, al mando de sus jefes naturales se agrupan en puestos actuando independientemente, pero con orden de que cuantas detenciones se practiquen sean rendidas en las Comisarías de Vigilancia, dando lugar el incumplimiento de esta orden a serios disgustos entre la policía y las milicias.El 6 de enero de 1937 el dicente recibe un telegrama del entonces Director General de Seguridad Wenceslao Carrillo, ordenándole que se incorpore a Valencia. En Valencia permanece hasta el 24 de junio que marcha a Barcelona como Delegado del Director General. Durante su estancia en Valencia, nota la tendencia del Gobierno a crear un estado de mayor orden y a deshacerse de las organizaciones que entorpecían su acción

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con acciones arbitrarias. El 9 de enero, por orden de Wenceslao Carrillo, se hace cargo de la División de ferrocarriles destituyendo a su jefe, Agente del Cuerpo Técnico Juan Manuel Rubio por anárquica actuación en aquel organismo, tanto en Madrid como en Valencia. Organizada esta unidad y metida dentro de la disciplina, pasa a mandar la Brigada Social con el mismo fin de reorganización e imposición de la disciplina, pues la mayoría de sus componentes eran de el organismo llamado “Vigilancia antifascista”, nombrados por las autoridades que en Valencia funcionaron con independencia. La anarquía reinante en Valencia era aún mucho mayor que lo de Madrid. Se daba el caso de que llegara a la puerta del Palacio de Benicarló, donde se celebraban los Consejos de Ministros, algún agente de estas milicias antifascistas, y sin autorización alguna y por propia iniciativa se llevaba los coches de los Ministros. En cuanto a asesinatos también era mucho más grave que en Madrid. Recuerda que dos Agentes de Policía se encontraban en un café y aproximándose un grupo de milicias les preguntaron los nombres y seguidamente los asesinaron allí mismo. Los asesinos vinieron de Barcelona. Estas milicias antifascistas habían organizado todo un régimen independiente en Valencia, con Comisarías propias y toda clase de organismos, antes de la llegada del Gobierno. Cuando éste llegó se empezó a conseguir reducir estos organismos al orden general del Estado pero ello costó gran trabajo y se dieron verdaderas luchas entre la policía llegada de Madrid y tales milicias. La C.N.T. y la F.A.I. tenían una llamada “Columna de hierro” que se encontraba en el frente de Teruel y de vez en cuando bajaba a Valencia

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con toda clase de armamento, máquinas, tanques, etcétera y entraban en la capital ejerciendo verdadero terror como si entraran violentamente en un país enemigo. Un día llegó a verificarse una gravísima colisión entre esta columna de hierro y los comunistas con lo que terminaron estas incursiones. En este intervalo ha cesado Carrillo en la Dirección General y se ha nombrado para este cargo a Girauta, sustituyendo al anterior que ha marchado a Madrid, por ser Girauta Sub-Director. Poco a poco el Gobierno ha conseguido cuando llega el mes de abril, una organización de tipo normal, pero no obstante, por aquella época, el Ministro Galarza crea el D. E. D. I. D. E. (Departamento Especial de Información del Estado). Este Departamento es como algo de transacción entre las milicias y la Policía. En resumen una modificación o atenuación de las milicias de retaguardia. Parece obedecer esto a un criterio constante en Galarza de tener siempre bajo sus órdenes alguna organización que sirviera para protegerle de su miedo. Estas nuevas milicias tienen sus agentes y cárceles propias. Entre éstas la tristemente célebre Checa de Santa Ursula de Valencia. En este D.E.D.I.D.E. puede hallarse un antecedente del S.I.M. y una vez creado éste se refunden los

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dos organismos. En los pueblos cercanos a Valencia se producen frecuentemente alzamientos parciales de la C.N.T. que sofoca la policía con guardias de asalto. Las funciones de la Policía en esta época se limitan a protección de edificios y personajes oficiales y represión de alzamientos de la C. N. T. en Levante. Todas las demás funciones las ejerce el D.E.D.I.D.E.

La situación en Barcelona era igualmente anárquica hasta el punto de que el Gobierno de Valencia decidió enviar un Delegado de la Dirección General de Seguridad a dicha Ciudad. Correspondió este cargo al declarante y cuando llegó a Barcelona se encontró con que era Consejero de Gobernación Sbert, cuya filiación política desconoce, pero la policía toda está al servicio incondicional de Aurelio Fernández y de una tal Eroles. Estos dos individuos eran por sus procedimientos típicamente faistas. Poco antes habían cesado estos dos individuos y les había sustituido en la Jefatura de Policía el Teniente Coronel del Cuerpo de Seguridad Burillo (Ricardo), actualmente detenido en la Prisión del Paseo del Cisne de Madrid. Estos hechos ocurrían hacia el 25 de junio de 1937. Valiéndose el declarante de informadores del Cuerpo Técnico, procedió a enterarse de la naturaleza de personal que prestaba servicios en Barcelona, previos informes justificativos, fue ordenado el cese de 72 individuos de la policía de la Generalidad por ladrones, asesinos y autores de evasión de capitales. Se daba el caso de que la Generalidad acataba estos ceses dispuestos por el Gobierno Central pero seguía abonando sus sueldos a los funcionarios a quienes esto ocurría. La Policía de Barcelona, aparte de todas

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sus otras inmoralidades, tenía establecido un fantástico negocio que giraba alrededor de la evasión de personas y capitales. Muchos de los Agentes decían estar agregados a los consulados del mediodía francés, cosa que no era cierta y que aprovechaban para dedicarse al contrabando de alhajas y capitales en provecho propio. Se calculaban en 2.000 millones de pesetas los valores sacados a Francia por este procedimiento. Alrededor de los pasaportes se estableció también un enorme negocio y el salir de Cataluña era cuestión de abonar una cantidad más o menos crecida según las ambiciones del agente o las posibilidades del evadido. No siempre se lograron estas evasiones, sino que frecuentemente cogían el dinero y luego asesinaban a la persona a la que habían desvalijado por este procedimiento. En esta época se hizo tristemente célebre la “Masía del Pardal”. En esta masía se concentraba por la F.A.I. a aquellas personas que pretendían evadirse mediante dinero y unas veces las pasaban a Francia pero otras les asesinaban allí mismo. Tan enorme llegó a ser esto que el Fiscal General de la República llegó a tomar parte en este asunto y dictó una circular a la Magistratura ordenando la represión de estos desmanes. La actitud del dicente frente a la Generalidad y la F.A.I. le acarreó la malquerencia de estas organizaciones, que le

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llamaban el “verdugo de Barcelona”, suponiendo que las constantes quejas del Consejero de Gobernación de la Generalidad y de la C.N.T. y la F.A.I., obligaron a la Dirección General de Seguridad a dictar el cese del dicente en aquellas funciones y fue nombrado presidente de un Tribunal de exámenes en Madrid para el ingreso en la Policía de los Agentes interinos y elementos de las milicias de retaguardia. Coincidió este nombramiento con el de Comisario General de Madrid, de cuyo cargo toma posesión el 11 de septiembre de 1937. Ya a partir de esta época no existen las checas que son sustituidas por el S.I.M. con el que no guarda la menor relación la policía. En general ya puede decirse que la policía estaba normalizada en sus funciones pues solo quedaban algunas jefaturas de Brigadas en poder de los Agentes de tipo político, pero esto se corigió convirtiendo tales Brigadas en Comisarías y poniendo al frente de ellas a funcionarios del Cuerpo Técnico. Existía también una «Brigada Especial», creada por el anterior Comisario General David Vázquez Baldominus de filiación socialista. La mandaba Fernando Valentín procedente del grupo de agentes provisionales, ya con categoría de Comisario. Esta Brigada, aunque de organización policial, estaba controlada por los socialistas y como en ella se dieran malos tratos a los detenidos, el dicente la disolvió. Cuando fué disuelta, sus componentes fueron reclamados por el S.I.M. de gran matiz socialista, pues sin ser de este partido no se podía pertenecer al S.I.M. El S.I.M. procedió siempre, además de con gran crueldad, con procedimientos ladinos y capciosos. Una de sus actividades e

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ra lanzar a sus agentes sobre personas de gran indiferencia política y las asustaban diciéndoles que los nacionales estaban para entrar y que era conveniente que se alistaran en Falange para encontrarse garantizados a la llegada del ejército. Cuando por este procedimiento reunían ciento cuarenta o ciento cincuenta personas, entregaban las listas y decían que habían detenido a una Bandera completa de Falange. Ya en esta misma situación sigue la policía en Madrid hasta que en agosto de 1938 cesa el declarante en la Comisaría General de Madrid siendo sustituido por Girauta.

En Septiembre pasa a ser instructor de expedientes por faltas reglamentarias, y el cinco de noviembre por orden del Ministro de la Gobernación se le instruye un expediente gubernativo “por firmar pasaportes con exceso a personas de derechas, tener relaciones con ellas y haber facilitado ampliamente la salida de personas refugiadas en las embajadas”. Por un decreto de Amnistía, se suspende la tramitación del expediente y vuelve al Cuerpo siendo destinado a la Comisaría del Centro donde permanece hasta el 28 de marzo de 1939 fecha de la entrada del Ejército en Madrid, que entrega la Comisaría a dos Agentes falangistas y queda detenido a disposici

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ción del Sr. Auditor de Guerra del Ejército de Ocupación.”

2 comentarios en «Así organizaron Manuel Muñoz y Santiago Carrillo el terror rojo Teodoro Illera Martín explica cómo Manuel Muñoz Martínez, Director General de Seguridad, y Santiago Carrillo organizaron el terror rojo en Madrid»

  1. Me podrían decir si saben del subdirector de la dirección gral de seguridad Sr Esparza? Me gustaría saber su biografía. Muchas gracias

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