La Revolución de 1936-37 en Santander (2 parte) Continúa el relato anterior a partir del folio 50 del informe del fiscal de la Causa General, en el legajo 1582, expediente 1.


(Folios 1 al 49)
(Folio 50.)
ciones, comenzaron por recorrer la cubierta, levantando, por su orden, los tablones o cuarteles que tapan las bodegas en las que, enterrados en vida, padecían aquellos centenares de presos, y en la más alevosa y vil cacería arrojaron bombas de mano e hicieron disparos con pistolas ametralladoras sobre aquellos que, empavorecidos, corrían a los ángulos más ocultos del fondo de las bodegas, intentando cubrirse con los colchones; en todas ellas hicieron muertos y heridos y, pasado un rato, ordenaron subir a éstos a cubierta, donde los remataron a tiros y golpes de barra (Neila ha sido visto, pistola en mano, dedicado a esta labor); más tarde descendieron al fondo de cada bodega grupos de asesinos que ordenaron a formar a los presos, les interrogaron por sus profesiones y, acto seguido, les obligaron a subir, uno a uno, por la larga escala, a todos los militares y sacerdotes, y, a continuación, a la vista del cuaderno-registro de presos, han ido llamando a los que, de antemano, figuraban señalados con lápiz rojo como elegidos, a los falangistas, a algunos requetés, a los ex-alcalde y ex-concejal de la CEDA de Santander Srs. Villegas y Bustamante; a medida que van poniendo pie sobre cubierta les asesinan de un tiro en la nuca; tan espantoso debía de resultar el espectáculo de aquellos cadáveres amontonados, que, hasta los perversos vigilantes del barco-prisión, algunos de los cuales tuvieron parte activa en la carnicería, enfermaron de la “estomagada”. Así murieron aquel día 156 presos del barco. ¡La flor de la juventud santanderina! Los militares y clérigos de superior espíritu, que, previamente seleccionados, fueron recluidos en aquella “capilla” flotante. Los más idealistas y valientes camisas viejas de la Falange. Allí cayeron
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