Foto Beate Paland

Brexit: La hora de Gibraltar La salida del Reino Unido de la UE es una desgracia, pero no es malo reconocer que abre nuevas posibilidades para resolver el contencioso sobre Gibraltar


Tras el anuncio del Brexit, el alcalde de Gibraltar, Picardo, ha recordado al 96% de gibraltareños que votó por la permanencia en la UE que sobrevivirán, en términos de mantener la prosperidad, y el ministro saliente de Exteriores español, ha dicho que la bandera española está más cerca de Gibraltar. A vueltas, pues, con las soluciones a un contencioso que les sugiero encuentren leyendo La conquista de Gibraltar.

Ambos pueden ser criticables, pero prefiero no entretenerme en ello y dar algunas ideas que ayuden a resolver el contencioso, porque efectivamente, a pesar de que la salida del Reino Unido de la UE sea una desgracia, el Brexit permite que ese país se centre en sus propios asuntos, a ser posible no solo para defender a ultranza lo que más le convenga…

Y, aunque así fuera, es propio de la diplomacia tener soluciones para todo, así que someramente recuerdo en dos pinceladas que la soberanía española sobre el Peñón puede recuperarse atrayendo hacia esa solución a dos agentes:

El Gobierno británico primero, puesto que Gibraltar es ante todo una base militar y debe ofrecerse la posibilidad de mantener todos los beneficios que la base reporte. A favor de esta decisión, nada ha cambiado, porque España sigue siendo un aliado del Reino Unido en la OTAN y, lo mismo que se hace con los norteamericanos en la misma provincia (Rota), se ofrece a la potencia amiga mantener el control de su base tal como lo tiene ahora.

Lo que ha cambiado es el perjuicio que conlleva rechazar esta oferta, que hasta ahora era nulo. Ahora España, sin dejar de ser aliado, no está obligada por la UE a facilitar el libre tránsito de personas, dado que los británicos ya no son ciudadanos comunitarios. Al hacer ver a los británicos que, reconociendo la soberanía española (para lo cual simplemente hay que negociar un acuerdo de uso de la base en condiciones semejantes -o mejores, si se quiere reconocer privilegios «históricos»- a las de Rota), su situación será mejor que la que se creará cuando no haya libre tránsito de personas.

Hay que añadir que, lógicamente, donde no hay libre tránsito de personas, tampoco lo hay de mercancías, lo que a pesar de ser válido también antes del Brexit, no se estaba aplicando coherentemente por parte de España: Si la base militar y la economía de Gibraltar no debían tener libre acceso a los bienes y servicios españoles -lo que se incumplía descaradamente, hasta en el detalle de rellenar sus playas para proyectos urbanísticos con arena obviamente traída de España y que al pasar la verja se sustraía a nuestro territorio nacional-, es hora ya de aplicar las normas debidamente… Y en consecuencia hacer ver a nuestros aliados que no reconocer la soberanía española es un detalle que se paga.

El segundo objetivo de la oferta son los llanitos, a quienes en primer lugar y obviamente nadie tiene que objetar nada acerca de la nacionalidad que quieran tener y la cultura en la que quieran vivir. Aquí solo se trata de poner fin a un absurdo histórico, bien reconocido por ellos mismos al afirmar -con un 96% de votos- que no quieren vivir separados de España. Hay que ser conscientes de la susceptibilidad emocional y no decir las cosas en forma que no quiere ser oída, por eso hay que decirles que queremos ofrecerles la posibilidad de mantener todas las ventajas de la permanencia en la UE, de forma que si quieren seguir viviendo en un Gibraltar donde la soberanía española es reconocida por quien tiene que reconocerla (el gobierno británico), se les garantizan todos sus derechos adquiridos: en este caso lo más lógico es que se ofrezca a la población constituirse en ciudad autónoma.

David Lidington, ministro británico para Europa, se ha apresurado en repetir algo absurdo y perjuidicial para los gibraltareños: que el pueblo de Gibraltar no va a pasar bajo soberanía de otro estado. No existe un pueblo de Gibraltar en cuanto a ente capaz de decidir sobre la soberanía de un territorio, aunque sí un pueblo en cuanto conjunto de personas con derechos adquiridos; pues bien, estos derechos no tienen por qué verse afectados por el hecho de que España recupere su integridad territorial: las personas no cambian de soberanía, si es caso cambian de ciudadanía si es que quieren.

Los residentes gibraltareños no querrán sin duda renunciar a su segunda, y en muchos casos primera, residencia en territorio ya administrado por España, por tanto con tal de que no se les humille, querrán permanecer en la UE, es decir en el sistema de libre tránsito de personas, que puede mantenerse no solo para quienes tengan nacionalidad española, sino para quienes quieran mantener la británica, con tal de residir por naturaleza en un territorio de soberanía española, como debe ser Gibraltar. Más en la página de Facebook del libro La conquista de Gibraltar.

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